La buena nueva

Que hubo excesos en ambos lados es un hecho, como también lo es que fueron unos, los energúmenos de derechas, quienes empezaron el follón y quienes asesinaron más y con mayor rencor. Dentro de esas derechas, hubo bastantes mendrugos que decían servir a "Dios", y que incumpliendo varios mandamientos, el Evangelio y las leyes terrenales, no tenían ningún problema en matar a otros semejantes por sus ideas. Hubo, sin embargo, gente creyente que, al igual que en el bando de izquierdas, se negó a hacer el burro, por respeto a peregrinas ideas de fraternidad y amor al prójimo. Pues esta película es un homenaje a estos héroes, y los que gusten de torturar, asesinar, etc., que critiquen menos y se hagan productores y financien pelis sobre los besugos de Franco, Queipo de Llano, Mussolini, Hitler y sus madres.

Esa es la idea que tienen del espectador medio, que traga con todo esto, esa es la idea que tienen de la Historia, un tebeo, esa es la idea que tienen de la guerra civil, un cuento chino, una (mala) broma, sin gracia siquiera.
En fin, simpleza, brocha gorda, didactismo de parvulario, maniqueísmo de garrafón, personajes a lo bestia, caricaturas, trama obvia oligofrénica, deriva grotesca, un sindiós pueril y tendencioso escabroso tan previsible como estrepitoso espantoso.
Con la Iglesia hemos topado.
El problema no es que haya muchas películas sobre la guerra civil o que sean aburridas o que el tema canse, no, es justo lo más opuesto a eso, lo más contrario o alejado de ello, lo malo u horroroso es que todavía no se ha hecho (¿casi, por los pelos de la burra?) ninguna, estamos a la espera, de la carroza, del milagro, de la llamada o venida llegada, ya sin esperanza (ni fe ni caridad nos queda o consuelan, a pelo), hasta ahora solo hemos tenido, como diluvio, toneladas, frenesí, catequesis, sacristía, homilía, sermón de la montaña, anatema, cielo, infierno, Cristo Rey, Marías Magdalenas, fariseos, santos, apóstoles, mártires, leones, tigres, campeones... eso, (la) Religión, a lo bruto, con cine entra, con aceite de ricino, te lo meten por un tubo, te sale por las orejas, a la fuerza, por el culo.
En este país nuestro hay más curas y monjas que habitantes censados, vocación, querencia, carácter y destino, y el número, a pasos agigantados, pandemia, mendaz virus, crece, se expande o extiende, y casi todos están metidos a presión en el llamado o conocido como séptimo arte, la Santa Madre Iglesia en vena. Y además los posibles o supuestos espectadores son la grey, los mansos, los corderos y las ovejas, el rebaño, los que tienen la fe del carbonero, amen, hermanos.
¿Para cuándo, Dios mío, por favor te lo pido, de hinojos me hinco, nos tocará o llegará de una vez por todas, una película atea, limpia de polvo y paja, de incienso y mirra? ¿Cuándo sucederá ese hecho inaudito insólito inverosímil imposible, ese cine sin recado, mensaje, moraleja o monserga, turra, tabarra, chapa, sin púlpito, obispos, sacerdotes, prelados y monaguillos, pelmas con sotana a toda hora, como condena, tortura buena, cuándo la Iglesia sacará de ahí sus sucias tediosas zarpas tan santas? ¿Qué hemos hecho para merecer todo esto, tanto castigo, divino? ¿Cuál fue nuestro pecado al haber nacido, qué delito cometimos para tener que vivir entre tinieblas? ¿Por qué Dios nos haces esto si estamos incluso dispuestos a creer en ti más si cabe que en todos los infiernos si abandonas el cine a su suerte, lo dejas libre, tranquilo, que solo se las arregle, que crezca?
Basta. Un respiro.

Se queda en eso solamente, en las buenas intenciones. Por hablar sólo de cine, las interpretaciones no se salen, el guión ya es de un maniqueismo absurdo desde el principio, la historia en sí no tiene nada de novedoso, y sólo pueden salvarse escenas aisladas, pero como conjunto deja mucho que desear.

Desde los reinos de taifas una nota de este país es la división. Nos gusta llevar la contraria. No nos ponemos de acuerdo (escribo esto en 2020) ni para detener la pandemia.
Y desde al menos el XIX tres guerras civiles, dos carlistas y luego la peor. Esa que sigue influyendo en el tema de no pocas películas y en las reacciones que suscitan.
Quien desee una mirada no maniquea, de reconciliación y de concordia será apedreado simbólicamente por la derecha y por la izquierda.
Parece imposible juzgar esta película en sí misma, como historia y como cine. Pero lo intento.
El guión, como tal, es bastante convencional, así como la planificación, deteniéndose en escenas que no tienen mucho peso. El modo de interpretar, incluso del mejor, Unax Ugalde, es poco convincente, como si estuvieran leyendo un texto.
Las secuencias son cortas y la película no arranca hasta el minuto vigésimo, cuando atacan los carlistas la casa del pueblo (Que sí, que eso es verdad, como en otros sitios los rojos quemaban iglesias).
Sea lo que sea de los sentimientos, odios y rencores que suscitan este tipo de películas, como cine me parece simplemente pasable.

Aunque no sean los héroes y salgan de refilón. Pero ya es algo. La historia en si es correcta sin ser nada del otro mundo. Obviamente cae en el sectarismo progresista para retratar de un modo tan negativo a las derechas y tan positivamente a las izquierdas, representadas por el marido de Margari. Por momentos me parece demasiado forzada (la historia del falangista, por ejemplo) y Miguel, no acaba de tomar el protagonismo que la película requiere. Y la crítica a la Iglesia y a los sublevados demasiado parcial y facilona.

A destacar, a parte del atrayente personaje de Margari, el chico carlista que la pretende, muy interesante, aunque al final es desastroso. Aún así merece ser vista sobre todo porque es una de las pocas películas que retrata con cierta verisimilitud el carlismo (como se ve en el enfrentamiento con los falangistas). Recomendada, claro está, para aquellos que les interese ese movimiento político tradicionalista, como es el caso de un servidor.