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El ocaso de los cheyennes

Western En 1868, trescientos indios cheyennes expulsados de sus tierras vivían miserablemente en una árida reserva de Oklahoma. Tras esperar en vano una solución de las autoridades de Washington, sus jefes decidieron emprender un largo viaje hasta sus praderas natales. Pero la huida fue descubierta y la caballería salió en su persecución. En el primer combate murieron el comandante Braden y ocho de sus hombres. Cuando se supo la noticia, ... [+]
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
29 de enero de 2010
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No basta con buena intención para conseguir una buena película. Tampoco basta con defender una causa justa.
Ni siquiera disponer de una buena historia.

Esos requisitos pueden resultar muy valiosos pero una buena película requiere otros avales.

Requiere ritmo, vitalidad, capacidad de fabulación, hay que saber contar la historia, proporcionar al espectador algo más que datos, algo más que buena fotografía (aunque en este caso algunas son bellísimas), algo más que escenas aisladas.

La película es un conjunto de esos elementos pero todos exigen, para cumplir bien su cometido, un nivel alto.
Si falla alguno de ellos se pierde una gran oportunidad.

Lástima.
ÉGIDA
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11 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atrevida, pausada, inteligente, polvorienta, fría, contundente, absurda, inocente, terrible, emocionante, escalofriante, aparatosa, contundente, atroz, estremecedora, épica y memorable reconstrucción de los enfrentamientos que se llegaron a registrar entre militares e indios cheyennes, en busca de de una tierra y alimento que les fue arrebatado en tiempos pasados. Toda una epopeya que consigue plasmar con claridad los intereses y conflictos personales de los personajes protagonistas.
La película cuenta con un gran reparto y su director, John Ford, consigue dar unidad y sentido a la barbarie, dejando diversos momentos para el recuerdo.
Dudo que la vuelva a ver, pero me ha llegado a conquistar.
Estoy convencido de que el camino recorrido y los enfrentamientos pudieron ser más espeluznantes, pero ya se sabe: la historia la escriben los vencedores. Espero que algún día desaparezcan: el abuso de poder y los intereses políticos.
Jon
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7 de abril de 2023
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84/28(29/03/23) Fallida, aunque loable en su premisa de reivindicación y ensalzamiento de la dignidad de los pueblos nativos de Norteamérica, que sirve como (pequeñita) forma de expiación del cine hollywoodiense del maltrato que se la ha dado en tantos films del oeste como seres salvajes cuasi zombis en su maldad plana, cuando en realidad fueron expulsados de sus tierras y se les asfixió acabando con su modo de sustento que eran la caza de búfalos que cazadores a sueldo del gobierno USA exterminó como forma de acabar con ellos. En su último western y su penúltimo film, el director John Ford quiso ‘pedir perdón’ por la forma en que muchas de sus películas habían retratado a los indios, contando en este caso un evento real, el éxodo de Cheyenne del Norte de 1878-1879, con muchas libertades, unos 300 indios Cheyenne, hombres, mujeres, niños, bebés pequeños, todos debilitados por enfermedades y mala alimentación, partieron para escapar de la reserva árida donde ellos habían recluido por el ‘pecado’ de ser cheyenes, para volver a sus tierras natales a través de 1.500 millas de territorio hostil prohibido; y de alguna manera, hambrientos, traicionados, perseguidos por tropas todo el camino, forzados a cruzar el país, y con un terrible clima invernal, recorrieron 1,200 millas de camino al hogar del que habían sido desterrados.

Un éxodo de resonancias bíblicas hacia la Tierra Prometida, que el maestro de “El Hombre Tranquilo” retrata con su pulso poético-visual, con hermosas panorámicas de los nativos en travesía, siendo fotografiada en Super Panavision 70 por William Clothier (El hombre que mató a Liberty Valance”), cuyo trabajo fue nominado al Oscar, con momentos emocionantes, lanzando reflexiones sangrantes sobre como trataron los norteamericanos a los nativos. Pero desgraciadamente todo es un intento errado, pues su guión resulta torpe, arrítmico, con personajes cartón piedra, donde se pretende dar alma al sufrimiento de los indígenas, pero paradójicamente no se nos muestra con carácter propio, son una masa uniforme, donde solo se sale del redil un cheyene joven como ejemplo del ímpetu guerrero, pero esto de forma plana. Con un desarrollo cuasi documental, con constante voz en off para hilar los saltos temporales y los acontecimientos, con un nutrido elenco actoral de campanillas con Richard Widmark, Carroll Baker, James Stewart, Karl Malden, Arthur Kennedy, John Carradine, o Edward G. Robinson, que solo están ahí sin ofrecer algo más que el aprobadillo, siendo sangrante, para un tributo a los indios norteamericanos que los roles protagónicos de estos sean encarnados por ninguno de ellos, Ricardo Montalbán, Gilbert Roland, o Sal Mineo, y no me vale que el resto de figurantes lo sean, si quieres humanizar a los indios no pueden encarnarlos gentes de otra raza, es un insulto a la inteligencia y saboteas tus propias intenciones. Es aquello de ‘yo no soy racista, tengo un amigo indio’, pero luego no le doy dignidad dándole papel de cabecera (puaj!). Súmese a todo lo malo un metraje desproporcionado para lo poco que cuenta de 160 minutos, todo esto provoca tramos de tedio, de densidad que la hacen muy irregular.

Escena inicial narrada por Richard Widmark: "El comienzo de un día. 7 de septiembre de 1878. Amaneció como cualquier otro día en la reserva de Cheyenne... en esa vasta tierra árida en el suroeste de Estados Unidos... que entonces se llamaba Territorio Indio. Pero este no fue solo otro día para Cheyenne. Lejos de su patria... tan fuera de lugar en este desierto como águilas en una jaula... sus tres grandes jefes rezaron sobre el bulto sagrado... que al fin, las promesas que les hizo... cuando el hombre blanco los envió aquí hace más de un año... hoy sería un honor. Las promesas que los habían llevado a renunciar a su propia forma de vida... en su propio país verde y fértil, 1500 millas al norte".

En 1878, jefes Little Wolf y Dull Knife (Gilbert Roland), tras las promesas incumplidas, la desidia ante sus respetables demandas, "Hasta un perro puede ir a donde quiera pero un cheyene no" comenta su líder. Guiaron a más de trescientos indios cheyene hambrientos y cansados desde su reserva en el territorio de Oklahoma hasta su antiguo hogar tradicional en Wyoming. El gobierno de los EE. UU. ve esto como un acto de rebelión, y el simpatizante Capitán Thomas Archer (Richard Widmark) del Ejército de los EE.UU. se ve obligado a liderar sus tropas en un intento de detener a la tribu. Mientras la prensa tergiversa los motivos y objetivos de los nativos para su viaje como maliciosos, el Secretario del Interior de los Estados Unidos, Carl Schurz (Esward G. Robinson), intenta evitar que estalle la violencia entre el Ejército y los nativos. También aparecen James Stewart como el mariscal Wyatt Earp, Dolores del Río como una mujer española y Carroll Baker como una cuáquera maestra de escuela cuáquera pacifista que acompaña a los cheyenes cuidando de los pequeños indígenas nativos (como ejemplo de gente caucásica de buen corazón) y el interés (innecesario y que nada aporta, pues despista sobre sí quiere la paz con los indios por buena persona, o por salvar a su amada) amoroso de Archer.

Ah, y para colmo tenemos en medio del minutaje el inserto grimante de una sub trama cómica sonrojante en Dodge City, que empieza con el asesinato a sangre fría de unos cheyenes por parte de unos cuatreros y deriva en una secuencia de comedia bufa con los legendarios Wyatt Earp encarnado por un gracioso James Stewart, y el dentista fiel amigo de este Doc Holiday, al que da vida un flemático Arthur Kennedy, además del comandante Jeff Blair embestido por el gran John Carradine como un guiñolesco tahúr. Gran parte del gag (no se puede llamar de otra forma) se produce durante una partida de póker en el clásico saloon, donde el mítico Marshall tiene una posible mano ganadora, a ella llegan un vaquero (Ken Curtis) a denunciar la llegada a los alrededores de ‘salvajes’ cheyenes en travesía,... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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12 de mayo de 2023
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Claro, ahora resulta que Ford era un racista que odiaba a los indios. Hay que jpderse...!!!
Es que, sinceramente, la cosa es muy sencilla, y rápida de responder. Aquí no hay sino un canto a la libertad, a la idiosincrasia propia de un pueblo, a lo que es un hito de libertad...
Los americanos, con Edward G. Robinson y Richard Widmark a la cabeza no son los buenos..., son los malos.
Gran película, pero no en la cumbre de sus obras, ni mucho menos.
ÁAD
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29 de mayo de 2008
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran combate narra la historia de un grupo de indios que son confinados en una reserva desértica. Debido a las insostenibles condiciones en las que viven deciden iniciar una larga marcha a su verde tierra natal. El ejército recibirá la orden de apresarlos y devolverlos a su reserva.

Canto final de John Ford en un género en el que desplegó su inconfundible personalidad hablando de la familia, de la historia de su país, del amor, del retorno al hogar, de la dureza y belleza de los elementos naturales, de la aventura de la vida. De todo ello habla por última vez el viejo maestro. Aunque esta vez no hay lugar para el optimismo (el cual fue suprimido en el amargo final de El hombre que mató a Liberty Valance, 1962) ni para determinadas concesiones dramáticas.

El humor casi ha desaparecido y el amor se erige en un tema secundario (aunque importante) en favor de la bellísima pero cruda descripción de la triste marcha de los indios cheyennes y de las obsesiones de los blancos que les persiguen (límite del sometimiento a la disciplina, codicia, manipulación de la prensa en diferentes direcciones). La fotografía resalta el color rojizo del candente desierto y el blanco de la fría nieve, los actores realizan un trabajo sublime y el guión se muestra detallista y con un adecuado tono crepuscular.

A pesar de ser excelente, Ford no realiza aquí su mejor obra. Ha perdido la inocencia y su ansia de describir el sufrimiento del pueblo indio le lleva a aplicar una ritmo lento, adormecido, crepuscular, carente de agilidad y de su característico e inconfundible tono optimista. En esta obra no se observa ningún suceso que se revista de épica, todo lo contrario; todo lo que sucede está acompañado de una dura pero bellísima decadencia.
opera 0
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