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Judy

Drama Durante el invierno de 1968, treinta años después del estreno de 'El mago de Oz', la leyenda Judy Garland llega a Londres para dar una serie de conciertos. Las entradas se agotan en cuestión de días a pesar de haber visto su voz y su fuerza mermadas. Mientras Judy se prepara para subir al escenario, regresan los fantasmas que la atormentaron durante su juventud en Hollywood. A sus 47 años, la cantante se enfrenta a las inseguridades que ... [+]
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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
28 de marzo de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obsesiva presencia de Renée Zellweger que lo hace bien pero acaba cansando en una película floja, previsible, acartonada, blanda, sin pegada, obvia, tontorrona, digna de nuestros tiempos aguados tan programados atados, tan poco libres o arriesgados, muy estafados. La relación entre las peroratas de Louis B. Mayer y su crisis actual es tan siniestra como evidente, toma efecto y causa, línea recta, reduce o reduzca, Jólivud es/ha sido/siempre será una máquina de picar carne humana, tragaperras, un infierno, un horror y un engendro.
Los británicos están locos, por puntillosos y, tal vez, desviados por circunspectos o castrados, y ella es un desastre que se enamora de cualquier perdulario o botarate, sacacuartos o caradura, andovo o prospecto, mucho más que ella, claro, joven.
No tiene donde caerse muerta o casi, cantando. Se mete de todo/ a todas horas, un hospital abierto 24/7, no duerme, no come, directa a la tumba a toda prisa, venga. Demasiado joven para morir tan vieja pelleja.
¿Metáfora del capitalismo? Hay que producir como sea, en serie, Warhol, lo humano o espiritual queda arrumbado, el dinero (no) da la felicidad al que lo suda, (mucho) más al que solo pone el cazo (plusvalía).
Cae con los personajes secundarios, esa pareja gay tan de postal, paródica, santurrona, llorosa, la pelirroja ayudanta que cumple con nota el expediente, la pobre, el negro poco más o menos director de orquesta crudo me lo como chico bueno, el ex marido, otro más, suma y sigue, soso, los niños romos (buena madre, ese es su deseo ante todo, no podía ser de otro modo) y, por supuesto, el pasmarote último con el que se lía absurdamente para nada, esa bobada canta serenata, está mal contada su historia, llena de basura.
Ella canta y se emborracha y tiene algunas buenas respuestas, un bonito sentido del humor, es, en realidad, un tópico andante, el del personaje roto, el de la artista romantizada victimizada saqueada, por las circunstancias putas de la vida superada, destruida que huye de la verdad con un arsenal de sustancias que la velan lo más sórdido a la vez que la hunden cada vez en la miseria, aceleran o incrementan su gran incompetencia, su inutilidad esencial más si cabe, su fracaso de aúpa, morrocotudo, delirante, abrumador.
Ni como cantante/showwoman/madre o persona nos vale ya. Sentenciada. A pena de muerte. En vida enterrada de cuerpo ausente. Una cómica.
Crónica negra, de sucesos luctuosos. Catártica hecatombe en directo. Cadáver ambulante. Echemos el cierre. No sé si me da más pena o ternura, ua.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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17 de diciembre de 2019
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para cinéticos, más que interesante película sobre los últimos años de Judy Garland.

Hay que partir de que hablamos de la estrella más importante de la historia del cine en 1939, tras protagonizar el Mago de Oz, una de las películas habituales entre los mejores 50 clásicos de la historia del cine.

Cuando hace muchos años leí brevemente su biografía por primera vez, me llamó la atención que falleció a los 47 años por una sobredosis de barbitúricos.

Todo lo que me pude imaginar que pudo ser la vida de Judy Garland para fallecer así, esta película lo muestra perfectamente.

Judy Garland en1939 era la joven más admirada del mundo. La actriz más prometedora. La más admirada. La más deseada.

Protagonizó el Mago de Oz, creo recordar que con 17 años. Y en la película se cuenta muy bien las exigencias, manipulaciones, sacrificios que tuvo que hacer a esa edad, para mostrarse en pantalla dulce, infantil, radiante, feliz y única.

Ya con pastillas desde niña, Judy Garland por encima de todo era una cantante prodigiosa. Una mujer del espectáculo. De los teatros. Una mujer que alimentaba su desastrosa vida personal, con la subida de ego que le daba su público.

Sin base familiar, manipulada hasta lo que comía y dormía, deseada por su dinero y adoración mundial de su público, tomó, unas tras otra, malas decisiones personales y profesionales hasta decir basta, ella, su mente, y su cuerpo.

Toda esta parte de la persona y la actriz, me encanta de la película, aun sabiendo que es una época tristísima de su vida.

Sinceramente nunca me gustó René Zellweger y creo que seguirá sin gustarme. Su cúmulo de muecas y gestos no pueden camuflar una mala actuación y sobre todo, sentir, que no es Judy Garland en ningún momento.

Yo diría que es una película muy interesante para todo cinéfilo.
JK04
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21 de julio de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que te salga un biopic bueno se parece tanto a un trébol de cuatro hojas como que te salga una de terror de calidad. Puede ocurrir, pero difícil se lo pones al destino. Por supuesto, “Judy” me ha parecido un auténtico chasco palomitero hagiográfico, una película de molde hecha por ordenador con sus golpes de efecto medidos, su momento de llorar telegrafiado y sus hitos musicales matemáticamente diseminados a lo largo de su metraje. O sea, más de lo mismo de la misma forma y para contar lo mismo de siempre. Y encima con una omnipresencia de Renée Zellweger, lo cual nunca suele ser una buena noticia.

Rupert Goold tiene buenas intenciones, trata de contarnos el ocaso de la figura de Judy Garland, sus últimos años erráticos, caóticos y dramáticos, entre el alcohol, las drogas, la depresión, la desesperación y el desengaño. Pero el edificio no se sostiene en ningún momento porque jamás aporta nada novedoso, y sobre todo porque olvida contar los motivos por los que Judy Garland fue durante sus últimos años un auténtico despojo de quien otrora fuera Princesa del Mundo. En ningún momento se nos narra qué y quiénes la llevaron a esa situación, tan sólo resuelta en la película con algunas pinceladas en forma de flashback sobre su infancia (por cierto, el plano secuencia el rodaje de “El mago de Oz” con el que arranca la película es lo mejor que ofrece la misma, piensas que ese va a ser el nivel y no nos van a colar lo de siempre, pero error: nos colaron lo de siempre). Sin duda, las escasas pinceladas sobre su infancia es lo mejor de la película.

Cuando se acerca el final de la cinta, quieres creer que no va a cerrarse con el “Over the rainbow”, que no van a ser tan groseros en su previsibilidad, pero sí, es lo que hay, justo ocurre eso y justo por eso me resulta insalvable.

Y luego está el temerario casting: entregar una película con todo el brillo presupuestario en manos de Renée Zellweger es un atrevimiento que se suele pagar caro. Es el caso. Siendo de lejos su mejor interpretación, me resulta en todo momento excesiva, falsa, poco creíble, superficial, llena de tics, la mera interpretación de una alcohólica cualquiera, no de la torturada Judy Garland.

Película frustrada, no transmite en ningún momento la profundidad del naufragio de uno de los grandes mitos de Hollywood, otro juguete roto tirado a la basura por el capitalismo de los grandes estudios cuando dejó de ser una mina de oro, una niña torturada vilmente desde los dos años con la única finalidad de hacer dinero fácil con su voz… Todo eso está pero no está en la película, siempre preocupada de no ofender a nada ni a nadie.

Por cierto, nada se trata en la película sobre su tormentosa relación con Vincente Minnelli, quien realmente la acabó desquiciando y sobre la que la película corre un tupido velo vergonzosamente. Sinceramente, Judy Garland hubiera merecido algo mucho mejor.
Sergio Berbel
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4 de febrero de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y me ha costado encontrar la palabra, glups… No se pueden cumplir años -o sí- :). Esto de las puntuaciones por aquí es un poco, o bastante complejo, yo abogaría por desterrarlas… Pero si se trata de un baremo. Y es que, a estas alturas, a mí me ha parecido más bien un ‘biopic’ -que ya se ha dicho- relatado a lo clásico, es decir, silueteado. Pero también reconozco que me interesa el subtexto y es con él que me quedo. Por tanto, a pesar de los mohines de Renée -que los sigue teniendo-, etc, noto que a un día vista me conmueve esa mezcla de fragilidad y poderío que sigue emanando su figura -la de Judy- y que Zellweger nos transmite sobre todo en los números musicales. Ante eso hay que callarse.
Rebeca
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2 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película nos sitúa en 1968, cerca de tres décadas después del estreno de El mago de Oz. Es en ese año cuando Judy Garland, toda una leyenda y un icono de Hollywood, llega a Londres para dar una serie de conciertos y así poder ganarse la vida, cuando está prácticamente arruinada.

Actúa en un lujoso y selecto local, y a pesar de sus ya menguadas fuerzas y ciertas limitaciones provocadas por sus adicciones y su delicada salud, Judy tiene éxito en el escenario, no sin algunos contrapiés ante a sus incondicionales. El problema de Judy es que se le aparecen los fantasmas de la inseguridad que la asediaron durante su atormentada infancia.

Es una película que retrata abiertamente a una artista completa y rota por las circunstancias. Hay una fuerte carga de angustia que parece, por momentos, excesiva. Pero para encuadrar mejor la historia, unos pertinentes flashbacks, sueños y recuerdos ponen a las claras que el rumbo precipitado y agónico de la Garland es producto de un permanente maltrato desde la más tierna infancia, cuando fue dirigida y exigida por la poderosa productora Metro Goldwyn Mayer, que la mantenía a estricta dieta, la obligaba a tomar anfetaminas para inhibir el hambre y que no desfalleciera en ensayos de hasta 18 horas; siempre obligada a tener éxito a toda costa.

Este panorama cruel es claramente el relato de la anti-infancia y a la vez de la terrible industria del cine que sin reparar en la joven Judy, la empujó a un precipicio de privaciones y sufrimiento que acabaría teniendo efectos adversos a tono nivel de su salud.

Judy Garland es presentada en este film con pocos regocijos; más bien al contrario. La Garland es un personaje dependiente de los barbitúricos y de la bebida, enferma y buscando una tabla de salvación: última oportunidad económica y artística en Londres. Parece que director y guionista se las arreglan para no dar respiro a una sensación de zozobra in crescendo.

Apenas algunos momentos de placidez o de felicidad en las casi dos horas de metraje. El primero con una pareja de hombres homosexuales e incondicionales de Judy que le ofrecen unas horas de plácido refugio en su modesto apartamento (fue en buena parte la cultura gay quien mantuvo vivo el culto de Judy hasta en su etapa mala).

La otra memorable escena es cuando la diva interpreta la célebre canción Over the Rainbow ante un público enardecido que se levanta de sus butacas y ayuda cantando a coro la conocida melodía, pues ella, emocionada, ya no puede acabar de cantarla. Pero el resto de la película es ruina, desazón y desamparo.

Guion de Tom Edge, adaptación de la obra para Broadway de Peter Quilter, End of the Rainbow, una loa a la gran estrella de Hollywood. A partir de este musical Edge elabora un texto que cuenta el último año en la vida de la que fuera niña prodigio esclavizada por la Metro; un un libreto trabajado que abunda en un exceso de turbación para Judy.

El director Rupert Goold, en línea con su guionista hace un trabajo correcto y elude hacer una radiografía precisa de la actriz y cantante; a cambio narra una sucesión de estados de ánimo en los momentos más difíciles de su vida; la niña infeliz y exigida bajo el patrocinio del magnate de la MGM; y el filme va desde aquellos primeros pasos a sus años postreros de diva en picado, que arrastró como pudo los restos de su gran talento por los escenarios ingleses.

En el reparto Renée Zellweger está magistral, está irreconocible en este film. Zellweger lo pone todo: su arte, el físico, mentalmente se coloca con el personaje que parece abducirla; incluso con inmenso esfuerzo. Todo concluye en un trabajo dramático magnífico y una excelente caracterización donde Zellweger-Garland llegan a un punto de mímesis memorable. Y R. Zellweger canta ella misma las canciones, atreviéndose exitosamente con el repertorio de la Garland; en la garganta de Zellweger adquiere una nueva sensibilidad el sentido del dolor y la alegría de Judy. Creo que esta interpretación es principal en la obra y Zellweger magnifica y levanta esta obra que es eminentemente suya, acertando de pleno en un rol conmovedor y de expiación a la vez.

Subrayo también a la joven y dulce Darci Shaw que en el papel de la pequeña Judy, resulta ser una de las gratas sorpresas dentro de la envoltura de la obra; su misma figura infantil sirve a modo de lenitivo frente a tanto padecimiento.

Llegarán los Oscar y desde ya, yo ya apuesto por Renée como futura ganadora de la estatuilla a mejor actriz protagonista. Su conmovedora y emotiva encarnación de Judy, lo merecería.
Kikivall
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