Mommy

Los fantasmas de Dolan se presentan de nuevo en Mommy, su último y laureado trabajo. Un pasado omnipresente en la trayectoria del joven realizador desde aquella extravagante y encantadora Yo maté a mi madre (2009) hasta la recién llegada experiencia extrasensorial que es Mommy. Las complejas relaciones maternofiliales en las que prima el histerismo han sido y siguen siendo la horma dónde se sustentas las narraciones de Dolan. En ocasiones se elaboran junto a las fobias y filias de diversas identidades sexuales y en otras, como ahora, aparcan su lado más rosa para deslumbrar a golpe de madurez.

Concienzudamente provocador, Dolan parece acomodarse en un género que maneja con la maestría de grandes veteranos. Digo parece, porque el incontrolable bofetón que propina al espectador conforma todo un riesgo. El lenguaje de este subyugante análisis a una educación cuestionada, a un sistema social desquiciante, a imposiciones afectivas y también a la figura femenina dentro de una familia monoparental, es puro magnetismo a pesar de encontrarnos ante un relato con una gran carga emocional y a ratos asfixiante. El filme transita con pasmosa solvencia del nudo en la garganta hasta la sonrisa más férrea. Una montaña rusa que conduce al espectador a un estado constante de sentimientos de a flor de piel. Una de esas contadas ocasiones en las que los títulos de crédito no cierran una película.

Dolan impregna todo el metraje de un halo de íntima nostalgia, de profunda aflicción. Se inmiscuye con admirable fluidez en el dolor ajeno corriendo las cortinas hasta la mitad para que sintamos la claustrofobia, la angustia, el delirio de unos personajes agasajados por la vida. De ahí que el uso del formato 1:1 no sea una arbitrariedad. Puede presentar cierta incomodidad por su escasa frecuencia o por los opresivos primerísimos planos sin fugas, sin embargo se antojan imprescindibles no sólo en el juego metafórico - momento cinematográfico del año - de su director sino que funciona como un complemento a la narración.

En el universo Dolan no hay lugar a la sutileza. Lejos de pulir los excesos que le dieron a conocer, los ensalza. Pronunciados filtros, ralentizaciones a doquier y un acentuado y acertado apoyo musical son ya marca de la casa y aquí lucen mejor que nunca. Temas como el vital Wonderwall que conducen a una inapelable adolescencia de cigarros y pajas, o ese autodestructivo Born to die dejando el alma por el suelo. Lo mismo puede decirse de sus actrices fetiche. Anne Dorval y Suzanne Clement. Dos interpretaciones de vértigo. De esas que dejan a la sala tiritando. Dorval es un animal de la pantalla que embasta la emotividad en cualquier instante. Con sólo una mirada detiene el tiempo. Suyo es uno de los momentos claves de la cinta frente a una ventana. Aquí tiene que medirse, o más bien complementarse, con otra actriz de su talla. Clement mantiene la intensidad con uno de los personajes más bellos que se han prodigado últimamente por las salas. A ellas se suma el alter ego de Dolan. Antoine-Olivier Pinon alcanza el más difícil todavía y es que no sólo el público llegue a empatizar con su personaje sino conseguir quererlo.

Hay algo en Mommy que la convierte en la joya más preciada de Dolan. En un análisis más milimétrico tal vez se eche en falta la voz desmedida del autor, esa que no atiende a razones y que forma parte de la inexperiencia, pero en su favor hemos obtenido el trabajo más cuidado y emotivo de l'enfant terrible. Una experiencia cinematográfica de altura. El trabajo que encumbra al director en autor. Inolvidable.

... no me dejes soloooooooo (cantaban "Los chichos").
Y con eso se puede resumir este anestésico de dos horas diseñado para ganar el botijo de plata del festival de Alcubillas y el tábano de oro a mejor director.

Empieza bien, prometiendo una premisa interesante (bien mascada para que no te pierdas) pero poco a poco nos meten por la vía del cloroformo algo tan vulgar y pretencioso en las formas que no tiene perdón.
Una supuesta madre coraje (Belén Esteban aplaude como el mono con platillos solo de verse identificada) que da más vergüenza que otra cosa, tiene que soportar a un hijo que es idéntico a cierto mozo que se quedó solo en casa.
Y el problema es que más que aguantar le consiente. No es un pobre muchacho con graves problemas mentales (pese a intentar vender esa milonga) o un adolescente rebelde. Es simplemente un consentido de esos que todos sabemos que la cura está en la palma de la mano chocando contra su cara.

Todo largo, vacío y con poca tensión pese a que el director, un rebelde en toda regla, usa técnicas de videoclip y usar un formato anticuado. Lo del blanco y negro está muy visto al parecer.

Al final otra obra más que pudo ser rompedora y valiente para quedarse en densa y vacía.

Las alabanzas en Cannes se han hecho costumbre para Dolan.

Estaba deseando que llegara a los cines esta nueva película del genio canadiense, el mismo director que hizo cosas como J'ai tué ma mère o Laurence Anyways ¿y qué me encuentro? un tostón aburrido que no se salva ni por sus dos actrices fetiches.

No es sólo la historia lo que flojea, gran culebrón de domingo por la tarde, la música, la estética que tanto caracteriza a este joven director no se ve por ningún sitio.

Lo único que distingue esta película de cualquier bazofia que puedes encontrar zapeando en la televisión es que está rodada en 1:1. Y ya ves tú para qué.

Admito que, de entrada, Xavier Dolan no me cae nada bien. Es el típico niñato cegado por su ego, narcisista y pretencioso hasta la náusea, que se cree que sus dramas, tragedias (que no son tales) y preocupaciones de burguesito mimado le interesan muchísimo al público. Pero es que además de recoger todo esto, su nueva película tiene los efluvios de unos delirios de grandeza aún mayores si cabe. Con el supuesto grado de madurez que toda la crítica le admite parece que le ha llegado también un derecho a ser aún más pedante, más aburrido, más artificiosamente intenso. Al menos a "Los amantes imaginarios", aunque también apuntaba las maneras de un "enfant terrible" que ya huele, se le podía perdonar por ser una obra de juventud algo más original. No es el caso de "Mommy", no aporta nada más que un episodio más en la construcción de la egolatría de un autor sobrevalorado y escasamente meritorio.

Yo no definiría esta película como distópica, ni mucho menos. Esa parte es totalmente irrelevante, no aportando nada a la historia.

La trama recuerda mucho a 'El niño que gritó puta', sólo que aquí el chaval es más mayor, dando mejor el pego de adolescente conflictivo. Pero aquella era una película valiente y arriesgada, y centrada en la enfermedd mental, y sin embargo 'Mommy' no tiene ese carácter tan fuerte.

A mí se me ha hecho lenta y pesada. Las rabietas y salidas de tono constantes del protagonista, llega un momento en que se hacen difíciles de soportar. Se repiten, y se repiten, y la historia no anvanza. Que la madre le vaya a la par en vocabulario y elegancia, tampoco ayuda a hacerla más digerible. Y aún así, no llega a los niveles de cualquier episodio de 'Hermano mayor'.

Para mi gusto, totalmente prescindible.