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Un ladrón en la alcoba

Comedia. Romance Lily, una carterista que se hace pasar por condesa, conoce en Venecia al famoso ladrón Gaston Monescu, quien a su vez se hace pasar por barón, y se enamoran. Gaston roba al aristócrata François Fileba y huye con Lily antes de que le descubran. Casi un año después, en París, Gaston roba un bolso con diamantes incrustados a la viuda Mariette Colet, pero se lo devuelve y la cautiva de tal forma que lo contrata como secretario. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
30 de octubre de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
345/22(21/10/22) Sutil y divertida comedia romántica dirigida por el maestro del género Ernst Lubitsch (su primera comedia sonora no musical). Con motivo del 90 aniversario del estreno la he vuelto a ver, me ha sido una elegante cinta hija de su tiempo de estar en plena Gran Depresión USA, donde los cines tenían la misión de transportar a sus ‘míseros’ espectadores a lugares de lujo y pompa, con apuestos e ingeniosos galanes, bellas y pícaras damas, en medio de escenarios lujosos, de atuendos lujosos, de viviendas con criados, tiendas de lujo de joyas, espectáculos de ópera lujosas, fiestas lujosas, restaurantes de lujo, todo, por si o lo he dicho ya, de lujo. En este caso el principio es en la bucólica Venecia, para el grueso restante darse en la Ciudad de la Luz, París, aunque, como bien se nota, todo este rodado en interiores de estudios de filmación. El guion de Samson Raphaelson (“El Bazar de las Sorpresas”), se basa en una historia basada en la obra de 1931 “The Honest Finder” (A Becsületes Megtaláló) del dramaturgo húngaro László Aladár, aunque Lubitsch sugirió a Raphaelson no leyera la obra y, en cambio, el personaje principal, el ladrón de Herbert Marshall, se basó en las hazañas de una persona real, George Manolescu, estafador rumano cuyas memorias se publicaron en 1905 y se convirtieron en la base para dos películas mudas.

El Toque Lubitsch presente por todas partes en ese manejo de las sugerencias sexuales a través de las puertas que se abren y cierran sin que veamos lo que hay tras ellas, cortinas que se despliegan y clausuran para tapar intimidades, esos fuera de campo, esas geniales elipsis (maravillosa la que se da con el primer plano de un reloj que avanza saltando las horas, mientras escuchamos de fondo a una pareja charlar), el uso de los dobles sentidos, de los sobreentendidos de índole sexual (aquí cobra gran importancia que el film es anterior a la instauración del Código Hayes de censura, de hecho la película se prohibió en USA con esta censura hasta 1968), los diálogos afilados sofisticados y muy flemáticos, donde uno hacen caer la máscara del otro y viceversa con estoicismo refinado. Un relato con mucho humor sexual, con mucho cinismo, mordacidad, en el que se ataca con delicadeza a la indolente clase alta, su superficialidad (la presentación de la empresaria del perfume es con un ‘juego’ cínico sobre cómo valora las cosas y cual comprar), su hedonismo, su hipocresía, donde hay ladrones tan pérfidos, como serlo sibilinamente como son algunos ejecutivos, aunque realmente esta crítica se hace desde la ligereza, sin querer hacer sangre.

Donde es más punzante es en su deconstrucción del amor, el carnal y a lo material, como funciona en este caso de modo libre y transversal, incluso se pueden ver la inversión de roles, es el hombre el deseado, las mujeres son las proactivas. Lubitsch tirando de uno de sus leit-motives preferidos, como son los triángulos románticos, con sus transgresoras (sobre todo entonces) infidelidades de ida y vuelta, a lo que añade enredos, mentiras, medias verdades, equívocos, suplantación de personalidades, y ello, en este caso, sin acudir a lo sentimentaloide o maniqueo, todo muy suave y ligero, cual brisa marina.

La película ya se inicia de modo original y punzante, pues sabe turbar al espectador, los créditos iniciales son sobre una cama, sugiriendo la importancia de este elemento en la historia (el sexo). Tras ello vemos un montaje de yuxtaposiciones por Venecia, hasta centrarse en un gondolero en la nocturna Venecia entonando el ‘O sole mio!’, algo muy romántico, pero su tarea no es pasear o llevar a amantes en su nave, está recogiendo basura de los canales y depositándola en su góndola. Tras ello una sugestiva edición donde hay tres planos breves con una pareja que se braza reflejada en un espejo oval, tras ello su reflejo se da en un espejo más pequeño, y tras ello la sombra de ambos sobre una cama grande, no hay que decir lo que se cuenta. Un Edén romántico es Venecia, pero hay subyace en su patio trasero la basura en comunión con lo lírico.

Tras este bonito prólogo entramos en materia, con la cita entre dos fingidores de personalidad, la supuesta condesa Lily (Miriam Hopkins) y el supuesto barón Gaston (Herbert Marshall), teniendo en la antesala a ella montando en góndola para llegar a su cita, y él organiza el entente con el camarero al que alecciona de modo sibilinamente ‘perverso’: “Debe ser la cena más maravillosa. Puede que no lo comamos, pero debe ser maravillosa”. Con mucha serenidad comienzan la cena, hasta que Lily rompe las ‘hostilidades’: “Tengo que confesarle algo: barón, usted es un ladrón. Me puede pasar la sal?”, le acusa de haber robado una cartera a un millonario (Mosieur Filiba, encarnado por el gran comediante Edward Everett Horton), la respuesta es inalterable por Gaston: “Condesa, antes de que abandonara la habitación se lo habría contado todo. Y déjeme decirle esto de todo corazón: condesa, usted es una ladrona”, tras lo que Gaston se levanta y cierra con llave la puerta de su habitación para levantar a Lily, agarrarla por los brazos (podemos pensar en el abuso), pero lo que hace es zarandearla y vemos que del interior de su vestido cae la cartera, tras lo que comienza un ‘quid proquo’ delirante, donde cada uno alardea de haberle sustraído algo al otro(un broche, el reloj [al que ella alardea haber corregido la hora], etc), siendo el colofón descacharrante (y muy pícaro) que Gastón le ha ‘robado’ la liga a ella (¿?). Este juego de hacer caer la ficción que se habían montado hace que Lily se excite, acaba sobre el regazo de él: “Cariño! Cuéntame, cuéntame todo sobre ti. Quién eres?”, y comienza su amor.

Herbert Marshall brilla como galán ladrón de guante blanco, aporta exquisitez, gentileza, nobleza, y siempre con una sonrisa que encanta, siempre yendo de cara, nunca rehuyendo problemas... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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23 de marzo de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imponente comedia de este genio europeo que entendía el cine, e imagino que la vida también, como una guerra de sexos, eso sí siempre muy peinada y arreglada.

De nivel narrativo portentosa y con una puesta escena elegante como pocas, nos sumerge en esta deliciosa historia en la que todavía me emociono recordando como se nos presenta a los personajes en los minutos iniciales.

Chapó, Sr. Lubitsch, pero ¡qué grande es usted!. Casi de obra maestra.
Maestro de Marionetas
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21 de marzo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia de ladrones guante blanco que aumenta su valor cinematográfico a medida que el metraje avanza y en la pantalla se muestra al espectador toda su carga de intensidad dramática.
Un argumento generoso en propuestas sugerentes y una interpretación elegante y sobria, precisa y de distinguida factura confieren a la película carácter de obra singular.

1932 resultó año muy prolífico para Ernst Lubitsch en su labor de dirección y por eso celebramos con todavía más agrado agrado el acierto del cineasta berlinés, afincado por entonces en USA.
ABSENTA
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1 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosamente me recuerda a otras tantas que se hayan hecho después de una temática parecida. Una película que menos mal que se hizo antes de la censura en 1935. Una película que se pudo ver hasta esa fecha y que no se pudo ver de nuevo hasta 1968, lógicamente, porque alaba la conducta del robo.

Es una película muy novedosa en su época. La música acompaña muchísimo a los movimientos de los actores, los diálogos son muy de comedia de los años 60, muy frescos y muy "no normales". Se hace realmente entretenida.

También, los movimientos de cámara muy novedosos, aunque no es la primera en hacer este tipo de travelling, sí que lo explota al máximo y le saca todo el partido.

Raro que no fuera nominada a ningún Oscar, pero sí que obtuvo el premio de ser una de las 10 mejores películas del año, que antes se celebraba.
edugrn
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7 de mayo de 2018
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese es el ritmo de Lubitsch.

Una película de 1 hora, 40 minutos, te la cuenta en 75 minutos. Pero el guión es el estándar. Es Lubitsch es el que va a tumba abierta y sin frenos.

Falla la ¨puesta en escena¨ porque no deja convertirse el tiempo-cine en ella. Las elipsis narrativas no tienen cabida en la dimensión estético-¨puesta en escena¨, porque no las deja convertirse...

El humor está demasiado connotado a los rescoldos de unos alegres 20´s de hacer el imbécil en la playa o saludando a la cámara desde un caballo. El crack del 29 sobrevuela todo el humor. Un absurdo, todo esto.

La elegancia parece ser la de la alta sociedad. Yo sólo he visto personajes nobles comportándose como nobles de verdad en Visconti. El resto...Todo el cine restante fuera de Visconti, a lo sumo, es Glamour..

El mejor chiste el de los nobles que son muy aburridos. Siempre hablan de lo mismo y tratan de vender sus joyas.
Travisloock
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