El asesino de los caprichos

Lo mejor que se puede decir de esta película es que se deja ver. Le falta química, ritmo y final. Maribel Verdú soberbia como siempre, y el resto empezando por Aura muy bien. Pero no llega a ser una película policíaca, son una serie de secuencias bien intencionadas pero sin el poso necesario para recomendarla. Una pena

Beber y fumar sin parar, no hagas caso a los demás, te mantiene super bien, con unas ganas locas de mucho joder o follar. Eres una superhéroe. Comer y dormir importan menos, más bien nada.
Al principio es todo forzado y artificioso y poco creíble, después te acostumbras algo más, pero es cine yanqui malo plagiado sin ninguna personalidad, de forma funcional, al tran tran. Maribel se lo toma muy en serio y carga, y la otra, Aura, de todas la más guapa, se pasa de panoli y de pena canta. Y la historia de los crímenes no tiene un pase o puto sentido, es una tontada con alguna ínfula ridícula goyesca y pija.
Una chorrada de historia y unos personajes de cartón piedra para una película mortecina, extraña por lejana a nuestra esencia descacharrada, mucho más de andar por casa, en ese aspecto marciana, rara por pretenciosa y vacua y pedante y hasta levemente grotesca, como una versión muy pobre de aquella otra de Sorogoyen, Que Dios nos perdone, Roberto Álamo mediante, es decir, la copia de la copia de la copia de casi cualquier otra.
Y dirige Gerardo Herrero nadie, perro pachón bonachón y achuchable, tan pulcro y plano y ordenado y majo como con nulo nervio, genio, chispa o riesgo, de ponerse las zapatillas y la bata.
Excesivamente marcados los caracteres de los personajes, de manera muy poco sutil o elegante.
Y bastante chusco todo lo relacionado con los asesinatos artísticos y no digamos ya nada sobre lo de la jefa o presidenta de la comunidad que nos da la carcajada y no podemos parar a pesar de la recuperación para la más sagrada causa de la tan olvidada Gabriel Ruth, la solemos echar de menos de hecho, aunque algo disimulemos.

Declara el director Gerardo Herrero, que él no vive de dirigir, que lo suyo es la producción pero que se lo pasa muy bien dirigiendo y que esta película la ha disfrutado mucho. La actrices de la misma corroboran esto último. Así es que haciendo el chiste fácil con el título de la película podríamos decir que Gerardo Herrero dirige por capricho. Se lo puede permitir. Sus veinte títulos con este, que se dice pronto, nunca rayaron a gran altura por no decir que apenas levantaron el vuelo artístico. Se le puede perdonar en base a su ingente y sobresaliente labor como productor con títulos memorables. En ambas facetas Herrero sostiene industria cinematográfica en un país exiguo de ella y nunca se le estará suficientemente agradecido.

Este último capricho se mueve en el campo del telefilm de encargo, carne de relleno para plataformas y "goza" de un encefalograma plano en casi todas sus facetas. La estupenda Aura Garrido parece que pasaba por allí. Y la Verdú se "parte los cuernos" para sostener a un personaje que se desploma por los cuatro costados. Un thriller no solo olvidable sino más bien recordable para saber lo que no se debe hacer que eso siempre enseña mucho. Si lo comparamos con el mundo de la nutrición podríamos etiquetarlo como "bollería industrial".

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La premisa de un asesino que recrea las escenas de los grabados de Goya es –si bien patológica– bastante original. Sin embargo, el film pierde la oportunidad de desarrollarla con éxito debido a su ambición de abarcar diferentes tramas.

El inicio es prometedor, con unos escenarios bien representados y una historia que se plantea atractiva. Sin embargo, al poco de arrancar, ya empieza a decaer: aparecen secuencias que no van a ningún lado y los personajes pierden credibilidad. La cinta no logra definirse en su objetivo y se pierde en el intento de desplegar dos relatos paralelos: la investigación policial y una introspección en lo personal de la protagonista.

La narrativa principal queda interrumpida varias veces, no solo con escenas de sexo, sino con temas serios como pueden ser el aborto o una infidelidad: materias sobre las que se pasa banalmente y de puntillas en estos cortes de relleno que aportan poco o nada. Esta atención desmesurada a la vida privada del personaje de Maribel Verdú resta tiempo a la resolución del caso, que termina explicándose mediante diálogos y escenas forzadas y previsibles.

No obstante, no desmerece el trabajo del reparto que, aunque el guion no les hace ningún favor, intentan levantar la película. La interpretación de Verdú junto a Aura Garrido –con la que tiene buena química– es de lo poco salvable que tiene el largometraje.

El asesino de los caprichos, a pesar de su sugestivo preámbulo, se queda simplemente en una propuesta con buenos actores y una fotografía interesante, que se desvía de su crónica y acaba requiriendo un final precipitado y decepcionante.

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Con nula imaginación y apelando a que la investigación y persecución de un asesino en serie que mata a sus victimas reproduciendo los caprichos de Goya la realicen dos mujeres policías diametralmente opuestas transcurre este flojo thriller español que solo produce sueño. Alguien le dijo a Maribel Verdú que fumando, bebiendo todo el tiempo, siendo sarcástica y casi no teniendo vida propia seria un sinónimo de rudeza y a Aura Garrido que poniendo cara de ángel parecería una policía buena, en fin ninguna, a pesar de los evidentes intentos, pueden levantar un film que esta muerto casi antes de la media hora. Por supuesto las dos hacen lo que pueden, pero no son Meryl Streep que es capaz de hacer algo visible de un bodrio, aquí solo hay un guión irracional con subtramas que no se la cree nadie y con actuaciones al tono. Ni siquiera por un momento se logra hacer aceptable una pelicula que intenta ser de suspenso pero no lo es, intenta ser diferente en cuanto a las dos policías pero es algo visto mil veces, intenta ser de acción y hay 3 tiros, en fin es solo un mal intento de algo. Desechable.