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Quemado por el sol

Drama Un condecorado y reverenciado héroe de guerra disfruta de la compañía de su familia en un tranquilo día estival, cuando de pronto recibe la visita inesperada de un hombre al que no veía desde hacía años. Conforme transcurre el día y se acerca la noche, el coronel descubrirá el verdadero motivo de la visita. Lúcida denuncia de las purgas stalinistas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
10 de mayo de 2008
27 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue quemado por el sol una película de primera juventud para mí, que vi en un cine de verano, sin apenas conocer el argumento. Quedé francamente deslumbrado. Historia bucólica que deviene en drama. Relato sorprendente de la Rusia de Stalin, pero también metáfora atemporal del destino implacable, del amor trágico. Película de las que incluyen giro inesperado y sorpresa asegurada. Muy recomendable.
lapido
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16 de octubre de 2007
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy hermosa descripción de la Vida en el campo, de una familia acomodada, donde en torno a “arreglos” que hace el comandante se superan insensatas practicas del ejército. Disfruté de las escenas domésticas, familiares y de los personajes sencillos del campo, llenas de fino y buen humor, espontáneo, diáfano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
odiseoale
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10 de septiembre de 2010
34 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que el poco cine que he visto de Mikhalkov tiene la capacidad de irritarme hasta la exasperación. Quizá tenga la culpa que la primera película suya que vi fue la insoportable “El barbero de Siberia” y me habrá creado secuelas respecto a la objetividad sobre su cine.

“Quemado por el sol” empieza, después del prólogo, con bellas y bucólicas imágenes que acaban siendo invadidas por personajes gesticulantes y amanerados que van desgranando muecas por las escenas hasta crearme una incomodidad visual que me crispa. Considero a Mikhalkov una narcisista, cosa que no importaría si no fuera porque introduce esa egolatría en su cine. Imagino el fastidio que debió resultarle en la secuencia en que cabalga a caballo por lo campos no haberse podido ver desde la silla del director o filmándose con la cámara.

Esta una película dual. Empieza hinchada, grandilocuente, para al final serenarse, volverse concisa y tomar sentido; lo triste es que para esos últimos minutos, que sí son maravillosos y elocuentes, antes hemos tenido que soportar tanta afectación esteticista y pretendidamente entrañable. Mikalkov sabe filmar cuando quiere, pero siempre se desmadra. Combina escenas intimistas de gran fuerza visual con secuencias corales donde los personajes hacen gestos y muecas que pretenden ser graciosos pero que pueden resultar ridículos. La llegada de los tanques a los campos de trigo, la reacción de las gentes y la “presentación” en sociedad del coronel es sencillamente penosa; tantas escenas familiares, donde la cámara mira a los personajes o los va siguiendo, para mostrarnos ese ambiente hogareño y entrañable se alargan en demasía, y sólo para dotar de rotundidez el contraste con lo dramático del desenlace.

No negaré la calidez de la maravillosa fotografía, mostrando los campos, los caminos, las estancias, los personajes en momentos apacibles; en cambio ciertos simbolismos, como el despliegue de la foto de Stalin elevada por un globo para intercalar la tragedia, resultan pueriles.
Me quedo con los momentos en el río, casi todas las secuencias del Mikhalkov con su hija, (estupenda en toda la película) la mayoría bien filmadas e interpretadas, como ese paseo en barca, que transmiten el tierno amor entre padre e hija; la interpretación concisa y admirable, en ese papel atormentado de Oleg Menshikov, (todos los actores están bien cuando actúan y no son obligados a gesticular por el director) y esos últimos 20 minutos.

La manera como Mikhalkov va desgranando el desenlace y la fuerza con que se concreta valen realmente la pena. Lástima que para ello tengamos que asistir a tanto montón de secuencias esteticistas y de artificiosa emotividad.
Lo seguiré intentado con él, ya que si ha ganado un Òscar, gana Festivales, y hasta hay quien dice que es el mejor director ruso, tendrá algo que yo no veo. Lo cierto que con un estilo visual y formal mucho más estimulante, me recuerda el penoso cine de José Luis Garci.
Manu_el_Ruiz
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2 de marzo de 2010
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Malraux que el mundo se divide en Oriente, Occidente y Rusia.
Pues bien, esta pelicula se desarrolla en aquella época en el que el sueño europeo de Rusia se desvanece con el triunfo de la revolución. Una Dacha a orillas de un río, un idílico día de verano (equivalente a un dia primaveral de los de aqui), un reducto decadente de la extinta burguesía rusa, una familia de rusos blancos con una vida chejoviana, con sus galicismos, con su música de ópera, con sus recuerdos de París, del can-can...
Un antiguo amigo que llega para desencadenar una tormenta emocional y prender la mecha del argumento. Hasta ese momento el Comandante de división Kotov, un héroe de la guerra civil soviética, un hombre admirable y admirado, de bellos rasgos, de iluminada sonrisa, de inagotable carisma, es el único protagonista. La llegada de Mitya, con sus reverberados sentimientos y sus narraciones de un mundo casi extinto del que él fue expulsado, nos va desvelando poco a poco todos los elementos de esa historia que apenas logramos encajar, que recomponemos pieza a pieza con lentitud, pero que a 10 minutos del final del film se nos presenta límpida y trasparente.
Si sólo se tratase de un guión así escrito, esta película ya sería notable. La hace sobresaliente la extraordinaria química de Mikhailkov y su hija, que traspasa la pantalla, la fenomenal dirección artística que te hace desear que la película dure horas, días, para siempre. La fotografía; ¿cuantas películas hemos visto de bellos paisajes y escenas idílicas? Todas quedan inermes frente a ésta, sin color, sin olor, sobre todo sin olor, porque es esta una película para ser olida...
Os voy a contar un cuento. Había un niño georgiano llamado Nilats que iba para cura y se enroló con los bolcheviques. A pesar de no ser ruso, su tenacidad y su ambición le llevó a liderar a esa gigantesca nación. Gobernó 30 años. En ellos mandó matar o encerrar en el gulag (es decir matar), a 10 millones de personas, sus políticas causaron la muerte por inanición a otros varios millones, y firmó una alianza con su enemigo natural, un megalómano racista con el que aspiraba a repartirse Europa, y del que sólo se desengañó cuando le atacó, iniciando una larga guerra de 4 años que causó la muerte de otros 22 millones de personas, en parte porque hizo una purga en la que eliminó al 90% de los militares más cualificados de su país.
Esta película también va de eso, del camarada Dzugashvili, ese sol que acabó por quemarlo casi todo, probablemente el ser humano que ha causado la muerte de más seres humanos de la historia.
Habis
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17 de agosto de 2010
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos hemos oído hablar del legendario invierno ruso-siberiano, de cómo diezmó los ejércitos de Napoleón y también de cómo lo temían los alemanes gracias al precedente francés, hasta el punto de que tuvieron buen cuidado de declarar la guerra a la Unión Soviética el domingo 22 de junio de 1941, justo a comienzos del verano. Como Napoleón, confiando en derrotar a la nación más grande del mundo antes del azote del frío polar.
Y sí, existe período estival en esas tierras castigadas por el gélido aliento cortante que las azota buena parte del año, aunque dicho período es breve. Una concesión de tregua en el extremo clima.
El esplendor veraniego se asocia en esta película de Mikhalkov a la plenitud plácida de corta duración en la que la naturaleza eclosiona y restalla de fertilidad y hormigueo, coloreando las retinas con verdes de hojas rozagantes y amarillentos de la hierba reseca por el sol. La calidez de la temperatura se adueña de la gama cromática y se contagia al espectador transportado a una dacha en el campo. Una casita lejos del mundanal ruido de las urbes. En el bucólico aislamiento, las costumbres se relajan y se tornan “aburguesadas”, a despecho de los ideales leninistas-stalinistas que vituperan los estilos burgueses. El mismo coronel Kotov, marido y padre de una niña encantadora, que pasa el verano en la dacha de la familia de su mujer, repite como un papagayo las máximas de la sencillez espartana mientras se solaza tomando té en tazas de antigua porcelana prerrevolucionaria, o vagueando de lo lindo rodeado por sus excéntricos y divertidos parientes, la mayoría gente mayor chapada a la antigua.
El coronel Kotov se encuentra pasando su día semanal de permiso y hasta impide que unos advenedizos tanques del Ejército Rojo devasten las cosechas de trigo de sus buenos vecinos. Hasta ahí, todo ideal y armonioso.
Pero llega Mitia, un viejo amigo de la familia al que no se le veía el pelo desde hacía diez años. Y con él, vienen agazapados el pasado y el presente sangrientos de revoluciones y purgas. Su visita no es inocua. Mitia es simpático, galante, imaginativo, divertido y tierno. Pero la guerra le robó demasiado. Le robó todo lo que tenía.
El breve verano en la dacha es una ilusión de bienestar muy perecedero…
Mikhalkov, director y protagonista, dirigió un cuadro de costumbrismo con reminiscencias chejovianas. Las particularidades y extravagancias de cada personaje se retratan con precisas pinceladas. Aparentemente hay paz y sosiego. El coronel y su inteligente hijita (muy bien representados por los Mikhalkov) roban el corazón con su enternecedora relación.
La guerra siempre arrebata y destruye. Hombres que se derriten por sus adoradas niñitas fueron monstruos alguna vez, cuando la revolución pasó por encima de ellos, y probablemente lo siguen siendo en su máscara de autómatas del ejército. Y convierten en monstruos a jóvenes cargados de ilusiones…
Un hermoso día de verano envenenado.
Vivoleyendo
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