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La felicidad

Drama. Romance François es un joven carpintero casado y con dos hijos. A pesar de que su vida conyugal con Thérese es placentera, cuando conoce a Emilie, no puede evitar sentirse atraído por ella y acaban teniendo una aventura. El verdadero problema es que no consigue aclararse con sus sentimientos: ama a su mujer y también a su amante, pero no sabe a cuál de las dos ama más. (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
1 de abril de 2019
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los hechos que más se recuerda del siglo pasado fue el surgimiento del Hippismo (del inglés, hip: popular, de moda). Un movimiento contracultural -hastiado de la hipocresía, las tradiciones y la represión de la sociedad que padecían, y también de las discriminatorias y obtusas leyes que imponía la clase política-, que abogó por un espíritu libertario, pacifista y amoroso, en abierta comunión con los principios y valores de la naturaleza. No todo fue positivo, porque la libertad alcanzó niveles de libertinaje y se solía caer en un desaforado consumo de drogas y de embarazos no deseados que arruinó la vida de muchos jóvenes. Pero, por fin, la nueva generación se hizo oír y, desde entonces, su lugar en la historia dejó de ser pasivo. Prueba de esto, fue el famoso Mayo del ’68, cuando los estudiantes de izquierda, con influencias del Movimiento Hippie -que seguía extendiéndose-, se unieron a los sindicatos obreros y originaron la mayor huelga de la historia de Francia.

Entre todo esto, los jóvenes comenzaron a pensar que el matrimonio era una relación donde imperaba la mentira y donde la fidelidad era como el celibato: una violación contra los derechos humanos. “El exclusivismo y los celos -escribía entonces, Emmanuelle Arsan- son los peores crímenes, claros atentados contra la evolución, nacidos de la hipocresía y la perversidad de las sectas suicidas que afligen los poderes de prodigalidad de la especie… porque, amarse más de dos, no es hacer una injuria al amor ni traicionarlo: es la puerta hacia una vida de abundancia en la que el amor multiplicará al que ama”.

Éste y otros conceptos que sonaban entonces, y que muchos decidieron llevar a la práctica, los acogió también la directora belga-francesa, Agnès Varda, quien, con su película, <<LA FELICIDAD>>, se encarga de promover el amor libre contra la inmovilidad de la cultura burguesa.

No era fácil estar de acuerdo (estamos hablando de hace medio siglo) y la película, aunque no fue prohibida, chocó con ciertas censuras que la consideraron pornográfica (al menos en Latinoamérica) y la remitieron a estas salas para mayores de 21 años. Porque, además de la fidelidad (una tradición moral que, en nuestras culturas lleva miles de años), lo que muchas personas reclaman y defienden, es la seguridad económica, pues, si tienes más de una, ya lo tuyo no será mío, sino que habrá que dividirlo entre dos… o quizás tres. Así que, lo que aún funciona, es: “sé infiel, pero, mantén a la otra (u otro) en la sombra, para que no cuente”.

Con su suave historia, donde la felicidad y el amor es, sobre todo, rutina llevadera por la grata presencia de los hijos y por la dignidad de la mujer, Varda, pareciera decirnos como Arsan: "El amor multiplica cuando se prodiga, y si tú no lo entiendes y eso te induce a la muerte, es tu debilidad y no la razón la que te ha llevado a esa decisión (o situación), por lo tanto, no tengo culpa en ello y tengo derecho a seguir adelante porque mi meta es la felicidad”.

¿Estás tú en capacidad de digerirlo?

Jean Claude Drouot, Clara Drouot (su esposa en la vida real) y la muy bella, Marie-France Boyer, conforman este particular triángulo amoroso. Pero, para que hubiera equidad, también a Thérèse debió dársele ocasión de tener otro hombre… a ver si, François, seguía estando de mente tan abierta.

<<LA FELICIDAD>>, es la clase de película que no basta con verla, también hay que masticarla len-ta-men-te.
Luis Guillermo Cardona
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27 de mayo de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estéticamente me parece preciosa, desde los planos en la naturaleza que parecen cuadros impresionistas a los primeros planos de gran belleza y el uso de colores, rótulos etc. como parte de la narrativa. He leído críticas que hablan de pureza y moralidad que ni entiendo. Para mí la única pureza del protagonista es su puro egoísmo. Busca la felicidad sin importar a quien hiera (ahí veo lo moral, no en si es infiel o no). Ama a sus hijos porque son preciosos y le hacen feliz, ama a su esposa porque es preciosa y le hace feliz e igualmente pasa con su amante y amaría al mismísimo diablo si fuese precioso y le hiciera feliz. Después de ver la película no puedo evitar que tal vez sea ese el mensaje de Varda, que no se puede ser completamente feliz sin ser un redomado egoísta.
Laura
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7 de diciembre de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienzo sugestivo con varios planos y contraplanos de girasoles: uno luce radiante y erguido, es hermoso, en el otro aparecen girasoles mustios, y opacos. Fuera de foco a lo lejos se acerca un matrimonio con dos pequeños. No hacen falta palabras que expliquen a modo de prólogo lo que vamos a presenciar, tan solo el significativo simbolismo de estas imágenes nos dicen de que va a tratar todo. Cine en su más alta expresión.

El espectador desprevenido verá la película del girasol radiante: en la que la vida de una familia transcurre feliz entre la naturaleza de tinte impresionista y la música de Mozart. Todo es armoníco e idílico y hasta se preguntará de que se trata todo esto.

Observando atentamente bajo la superficie pulida, como ocurre en la vida, aparecen los otros girasoles, que muestran sutilmente como la sociedad fabrica un ideal de felicidad basada en el matrimonio burgués y patriarcal, donde el pasivo rol de la mujer consiste en la dedicación al cuidado de los hijos, arreglar la casa, cocinar, planchar, coser y donde su realización personal en la vida está basada en la felicidad de su marido.
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No hay malvados, cada uno cumple el rol asumido por pertenecer a una sociedad que cosifica y educa de acuerdo a lo establecido, por eso Francois en su inocencia y egoismo hasta llega a confesarle a Therese el amor por otra mujer sin percatarse que lo hace ante alguien que a construido su autoestima no en base a logros morales o intelectuales sino en verse reflejada como mujer en el amor de su pareja.
Al aparecer otra, no queda nada de ella, solo vacío. La felicidad de Francois ya no es patrimonio suyo.

Son innumerables los guiños de los que se vale Varda a lo largo de la película que nos revelan que hay un gusano podrido dentro de la manzana.


"Me hace feliz" dice Francois a su amante hablando de Therese. "es linda y cocina bien" .mostrando una visión narcisista de lo que es el amor entre dos personas.

"Tengo hambre" dice el hombre, a lo que Therese responde en su rol "en 5 minutos te preparo algo".

Las parejas de ancianos en las plazas y el lago se ignoran, cada uno en lo suyo, parecen hastiados.

Las fotos de la familia en el casamiento cuando se dirigen a la iglesia los muestra sonrientes solo en ese instante, como queriendo eternizar el girasol hermoso.

Cuando Francois le escribe un ingenioso telegrama a su amante en un largo plano que dura lo que tarda en escribirlo, esta le responde con un simple corazón, aludiendo a la mayor capacidad de la mujer para expresar y sentir amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jorge
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25 de mayo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La inteligencia es, quizás, la mayor virtud de Agnès Varda. Sin la necesidad de poner etiquetas a su cine, diferenciándose de la mayoría de compañeros varones directores, al buscar la sencillez y no lo pretencioso. Sin embargo, iguala e incluso supera el mensaje de todos ellos. Todo aquí respira naturalidad, sentimiento, romanticismo, sin renunciar al mensaje o al estilo formal. Varda construye la forma en consonancia con el fondo, y no deja que ninguna de estas quede descompensada. Esta es una de las razones de su inteligencia y de su diferenciación como cineasta. Parece que para ella, el mensaje es más importante que la etiqueta, pues incluso en entrevistas hablaba como la intelectual que era, reflexionaba, trabajaba, no presumía, no lo hacía por hacer, ni por moda, sino porque lo sentía de verdad, como queda reflejado en su cine. Hacen falta más cineastas como Varda y más películas como "La felicidad". La luz de los 60, la atmósfera onírica del amor, la clase.
gpiqueras
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10 de julio de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su siguiente película tras el éxito y el reconocimiento de Cléo de 5 a 7 fue La felicidad, una cinta en la que Varda exploró temas como la familia o la infidelidad. Si notáis algo raro durante su visionado, entonces es que mi adorada Varda cumplió con su objetivo. Yo mismo no sabía explicar el porqué de esa extrañeza. La razón es que Varda contrapuso escenas idílicas y bucólicas, con un puntito utópico, en contraposición con una música lenta y triste. Fue su manera no verbal de cuestionar lo que estaba poniendo en pantalla: la familia ideal no existe, es una construcción social. Es por ello que, durante el desarrollo de la cinta, Varda explora la descomposición de esa familia aparentemente perfecta. Lo hace sin alzar la voz y con un despliegue de empatía que, como siempre, no hace más que resaltar su grandeza como cineasta y, de manera poco velada, su grandeza como persona.

Si te ha gustado esta crítica, puedes encontrar más en www.eldesencanto.com
loquearde
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