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El impostor

El impostor
2012 Reino Unido
Documental
7.1
7,578
Documental En junio de 1994, Nicholas Barclay, un niño tejano de 13 años, desapareció sin dejar rastro. Tres años después, se reciben noticias sorprendentes sobre el caso: el chico ha sido hallado en España y afirma que ha sido torturado por sus secuestradores. Tras la inicial alegría de la familia al recuperarlo, se plantea un problema inexplicable: ¿cómo es posible que el hijo rubio de los Barclay sea ahora moreno?
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
11 de mayo de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aparece en España un chico sin identidad. La policía no sabe quién es, sólo conocen su procedencia. Tras investigaciones, parece que han conseguido dar con su identidad. No es otro que Nicholas Barclay, un niño tejano que desapareció hace tres años. Cuando por fin vuelve a américa bajo la alegría de su familia, una agente del gobierno comienza a sospechar. ¿Cómo puede ser este adolescente Nicholas Barclay, cuando no es rubio, no tiene los ojos azules, y además habla un americano con acento francés? ¿Cómo no ha reparado la familia en estos detalles? ¿Que esconden las partes? ¿Cual es la verdad?.

Basándose en una historia real y sirviéndose de un reparto, el film nos retrata a 'El camaleón', un personaje perturbado y ducho en cuanto a lo de hacerse pasar por otros se refiere, y a una familia que se aferra al más mínimo detalle con tal de volver a tener a su hijo desaparecido en casa. Bart Layton construye en su debut un sorprendente documental, muy cinematográfico y con tintes de thriller, a través de el método entrevista-recreación, en el que destacan la potente técnica narrativa, la fotografía y el montaje. La capacidad única del documental para mantenerse en la delgada línea entra la ficción y la realidad, consigue mantener en vilo al espectador durante todo el metraje, valiéndose del axioma 'la realidad siempre supera la ficción'.

Imprescindible para todo el que vaya buscando un buen documental, una buena historia, o ambas a la vez.
francisarrabal
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13 de junio de 2013
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de haber visto “El impostor”, creo que las buenas críticas y la entusiasta acogida de buena parte del público se deben más a la fuerza de su historia que a su calidad como obra cinematográfica. Layton aprovecha un material muy potente y nos lo muestra de un modo que más parece un thriller que un documental. El planteamiento de la historia es casi inverosímil, y nos surgen mil interrogantes: ¿Esto ocurrió de verdad? ¿Cómo puede ser una persona tan cruel? ¿Cómo pudo ser que los familiares y amigos no se dieran cuenta? ¿Acaso nuestro sistema legal no está preparado para evitar situaciones así? Admito que “El impostor” me ha mantenido pendiente de la pantalla durante todo su metraje. La propuesta de Layton es muy efectiva, y el espectador va variando su punto de vista respecto de algunas personas de la historia (¿o personajes?), cambiando su percepción sobre ellas, y haciéndolas pasar de víctimas a villanos con facilidad.

No obstante, yo habría preferido un tratamiento más cinematográfico de la historia. La técnica empleada es propia de un reportaje televisivo. Hay poco lugar para la reflexión o el razonamiento. Y las herramientas de las que se sirve Layton son más que cuestionables: dramatización de algunas escenas reales (en mi opinión, el gran lastre de la película); utilización de frases cortas extraídas de las entrevistas personales (seguramente sacadas de contexto algunas de ellas); reiteración machacona de algunos mensajes; omisión de información que podría ser muy relevante, etc. Todo el lenguaje empleado (fotografía, banda sonora, montaje) está basado en la emisión continua de mensajes impactantes. “El impostor” se va volviendo cada vez más sensacionalista a medida que pasan los minutos. Layton muestra su propia visión de la historia y nos sirve un final abierto, pero aporta muy poca información para que el espectador pueda formar su propia opinión sobre los hechos.

En fin, “El impostor” es un documental entretenido sobre una historia que, si no se conoce, deja al espectador con la boca abierta. Pero creo que este material debería haber sido mejor aprovechado.
rober
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10 de mayo de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo es como nosotros queremos que sea. Con las debidas dosis de convicción y buen hacer en las artes escénicas, podemos deformarlo a nuestro antojo; moldearlo hasta que éste haya adquirido la imagen que más nos plazca. Porqué resulta que ahora todo es demostrable. O al contrario, todo es rebatible... y demuestre usted que me equivoco. ¿La lengua que hablan algunos habitantes de la franja aragonesa es el catalán? No. Mentira. Es el lapao (sin comentarios...). Entonces, lo que se habla en, pongamos, Ecuador, ¿es el lepao? No. Mentira. Es el español (coño). Porqué a unos les gusta más así. Porqué toca. Y porqué todo lo demás es mentira. Lo mismo sucede con los sobres, con los sobresueldos y la bochornosa incomparecencia ante casos imperdonables de negligencia: no pasa nada. Repita estas tres palabras las veces que haga falta. No pasa nada. Porqué si se siente incómodo, recuerde: todo lo que pueda usarse en su contra, si lo desea, también es mentira.

Con ese gran engaño que es el cine, sucede más o menos lo mismo. Especialmente con el formato documental, al que muy desafortunadamente se le puso la etiqueta de ''no-ficción''. 'El impostor' es precisamente una de estas propuestas que da sentido a aquel tópico tan odioso. ¿La realidad supera a la ficción? Lo hace. Y a veces, le da una paliza tremenda. El debut de Bart Layton es una de estas películas que exigen a su audiencia, como ya hiciera la similar y aquí ahora mismo muy comentada -por fin- título 'Catfish' un grado elevadísimo de credulidad. Porqué no importa cuántas veces Henry Joost y Ariel Schulman juraran que la historia descrita en su ópera prima era cierta... es más, cuanto más trataban de convencernos, más sospechoso parecía todo (lo cual, en absoluto, le quita encanto a una de las propuestas más imprescindibles de los últimos años). En el caso que ahora nos concierne, la lucha entre realidad y ficción (es decir, entre verdad y mentira, que no tienen por qué corresponderse con los dos elementos ahora citados) vuelve a estar servida.

Empieza el relato y uno no puede dar crédito a lo que está pasando. La historia resumida: un chaval de trece años desaparece, sin dejar rastro, de su hogar en San Antonio, Texas. Tres años después, y sin que ninguna investigación consiguiera la menor pista al respecto, el mismo niño aparece en... España. Podría ser, ¿por qué no? Casos más extraños de abducción se han dado. El problema está en que, a medida que va avanzando la narración (a través de las entrevistas de los personajes implicados, y de magníficas recreaciones que simulan la ficción noir más auténtica) Layton filma la verdad como el engaño que realmente es y de paso nos va envolviendo de forma magistral en una historia que ha cambiado lo anecdóticamente ''raro'' por lo escalofriante; lo terrorífico. Los pelos se ponen de punta ante este caso real de identidades robadas, no sólo por lo que nos cuenta, sino también por lo bien empaquetada que se nos presenta.

Imposible dejar de escuchar; imposible borrar (al menos a corto plazo) el poso que deja esta american crime story que parece surgida de la mente del mejor guionista. Mientras esta brillante reflexión sobre la naturaleza del engaño va calando dentro del espectador, no hay opción para salir de este oscuro embrujo... solo puede anotarse bien en la agenda el nombre de este genio en potencia llamado Bart Layton. Suya es una de las películas más perturbadoras de los últimos años. Porqué es ésta fruto de horas (días, semanas, meses...) de investigación, porqué demuestra un dominio apabullante de los no pocos géneros que toca... pero sobre todo porqué se erige en espeluznante y muy ilustrador centinela de unos tiempos inciertos donde la impostura puede llegar a ser el mejor de los refugios. Unos tiempos en los que incluso los pilares a priori más sólidos se hunden por una duda más que razonable que lo impregna todo. Ya no hay seguridad porqué todo es una gran mentira. No hay nada más cierto que esto.
reporter
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12 de mayo de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no recuerdo dónde leí una frase que me quedó en la memoria. Dice así: “El arte de agradar es el arte de engañar.” De alguna manera, la ópera prima de Bart Layton trajo a mi memoria esta aguda conclusión. La trama, si no fuera porque ocurrió, parecería pergeñada por el más retorcido de los guionistas: Un niño de 13 años, Nicholas Barclay, desaparece en S. Antonio (Texas). Tres años después, la angustiada familia recibe una llamada inesperada y sorprendente: su hijo ha sido encontrado deambulando por las calles de Linares; sí, en la mismísima provincia de Jaén. Su historia no puede ser más horrible. Durante todo ese período ha estado secuestrado siendo una víctima más de una red de explotación sexual infantil, hecho que le ha causado todo tipo de traumas y una memoria vaga, muy vaga… La razón pronto la sabremos: Frédéric Bourdin, un joven francés del que vamos descubriendo todo su historial a lo largo del documental, ha suplantado a este niño. El problema es que, como decían las clásicas advertencias que aparecen en las películas, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia… Y es en este punto cuando lo increíble alza el vuelo. Pese a esa falta total de “raccord” entre Frédéric & Nicholas, la familia acoge al hijo pródigo con el alivio de haber encontrado la oveja perdida, con el saber que ya no tendrán que llorar más su pérdida; pero como decía Lincoln: se puede engañar a todo el mundo algún tiempo, incluso puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar al mundo todo el tiempo…
Layton construye su docudrama en torno a los testimonios de los principales protagonistas de esta insólita historia. Así, testimonio y dramatización se dan la mano pero no para llevarnos a una posición desde la que contemplar la totalidad de la historia y sacar nuestras propias conclusiones, sino para que cada uno maneje su discurso, su “verdad” sin que el espectador tenga claro al final cómo sería esa realidad que los contendría a todos. Resulta espeluznante el testimonio de Bourdin. Esa falta de conciencia (el tono con el que se dirige a la cámara es siempre descarado, sin arrepentimiento de ninguna clase, guiado por el egoísmo y con una de las adicciones mayores que tenemos las personas: que nos quiera TODO el mundo), hace que su elección sea el mayor órdago (no será la primera vez que usurpa una identidad) realizado en su vida; pero igual de sorprendente resultan los testimonios de los familiares de Nicholas. Cuando ves el documental cuesta creer que acogiesen a Bourdin (las disparidades son evidentes), pese a esos tres años de distancia y silencio que los separan; de ahí que “El impostor” sea una aguda reflexión sobre la identidad, sobre eso que creemos tan único y firme como una huella digital, pero que, a la postre, resulta tener la fragilidad de la apariencia. Esta fragilidad hace que la visión de “El impostor” sea perturbadora, pues las que resultan víctimas, pueden ser también verdugos en esta rocambolesca historia contada con el ritmo de un thriller donde las dudas no dejan que te acerques a las certezas.
¿Por cuál de las verdades te inclinas? Saborea “El impostor” y ya me contarás.
Strhoeimniano
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12 de marzo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El impostor” supone el debut como director cinematográfico de Bart Layton. Se trata de un documental que cuenta una historia realmente desconcertante. En el año 1994, un niño de 13 años, Nicholas Barclay, sale a jugar al baloncesto y no regresa a casa. Su familia le busca pero no hay rastro de él. Tres años y medio después, la policía española dice haberlo encontrado en Linares (Jaen). La hermana de Nicholas viaja a España a encontrarse con él y lo reconoce. Tras los pertinentes trámites legales, regresa con él a su casa de Texas donde su familia lo acoge con gran alegría. El problema es que Nicholas era rubio y este chico es moreno, tenía los ojos azules y éste los tiene marrones; además, aparenta tener más de los 16 años que se supone que tiene, y habla inglés con mucho acento francés…. todo apunta a que el aparecido no es Nicholas, pero la familia lo acepta. ¿Que coño pasa aquí?

El documental abre multitud de interrogantes desde el principio, consiguiendo la implicación del espectador, que asiste atónito a este cúmulo de inexplicables cuestiones. Pero lo deja claro desde el principio: el chico que aparece no es Nicholas, sino un francés de origen argelino llamado Frederic Bourdin. Es el testimonio de éste quien lleva el hilo narrativo durante casi toda la película. Por lo tanto, la primera duda la tenemos despejada de entrada. El chico no era el que buscaban. Pero quedan muchos interrogantes por descifrar. ¿Por qué este chico se hace pasar por Nicholas? ¿por qué la policía española no se da cuenta de la falsa identidad? ¿por qué la policía americana tampoco se entera? ¿Como es posible que un hombre de 23 años se haga pasar por un chico de 16? y, por encima de todo, ¿Como puede ser que la propia familia del desaparecido se creyera que Frederic era el desaparecido Nicholas?

Uno ve la película y no da crédito a lo que está viendo. Se supone que es un documental, así que lo que me cuentan tiene que ser cierto, pero ¿es posible que esto haya pasado de verdad?

Lo que en pricipio parece ser un documental de investigación, poco a poco se va transformando en un docu-trhiller en el que vamos perdiendo la noción de lo que es real y lo que no, y casi hasta nos deja de importar, porque, antes de que se contesten todas las preguntas que expuse en el párrafo anterior, comienzan a plantearse otras mucho más importantes (que no pongo aquí para no desvelar la historia). Lo que parece un hecho curioso y hasta gracioso se va transformando en algo mucho más serio, y por momentos, espeluznante.

Normalmente, los documentales plantean una historia, y durante el metraje van desenredando la madeja hasta que acaba la historia y la verdad va apareciendo como las figuras que salen en los rascas estos que tienes que frotar con un moneda. Pero en este documental las cosas funcionan de otra manera, y a medida que transcurre el metraje la madeja se va haciendo más gruesa, y en lugar de aparecer las respuestas van surgiendo más y más preguntas.

Hay un momento en la segunda parte de la película en que de repente, y sin previo aviso, el documental da un giro. A partir de ahí, el tono del mismo cambia, y comenzamos a ver a los protagonistas con otros ojos. Aparecen personajes nuevos, la cosa se complica (o se aclara, según se mire), y los que hasta ahora nos caían simpáticos empiezan a ser visto por nuestras pupilas con un tono inquisitivo. Desde ahí hasta el final, nada vuelve a ser lo mismo.

En la parte final de la película, ya no sabes qué creer, pero no tienes donde esconderte. Si lo que el documental te está sugeriendo es verdad, te entra un escalofrío. Si es mentira, te entra igualmente. No hay salida. Estás en la encrucijada, en el sitio justo donde quería el director que estuvieras: con más de una alternativa, pero todas malas.

La recreación de los hechos y las entrevistas son bastante convincentes, y el director mueve los hilos perfectamente para atraer al espectador como una araña a su tela, para luego devorarte cuando ya no puedes escapar. Me recordó de alguna manera a ese impactante documental titulado “Capturing the Friedmans”. Quienes lo hayan visto ya sabrán por donde voy.

En fin, documental muy recomendable. Tiene gancho, deja huella y da que pensar. Seguro que cautivará a más de uno, especialmente a las almas impresionables.

http://keizzine.wordpress.com/
keizz
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