Siete novias para siete hermanos

La película es archiconocida: argumento disparatado, decorados de cartón piedra, situaciones inverosímiles ... pero todo eso es totalmente intrascendente, es una mera excusa para los fantásticos números musicales, de lo mejorcito que se ha hecho en la historia del género, con un reparto de actores profesionales del canto y el baile, incluso varios de ellos procedentes del ballet clásico, realmente memorable. La escena del granero, la balada coral de los hermanos en la nieve, los solos y dúos de Jane Powell y Howard Keel ... Inolvidables números musicales.

En cuanto a la parte técnica, la película ha pasado por una transferencia digital, lo que ha mejorado bastante la calidad de imagen y sonido respecto al original de 1954, hace ya la friolera de 60 años. Y hay que decir ambos son ahora bastante buenos y plenamente disfrutables. El sonido en Inglés es Dolby Surround 2.0 y el doblaje en Español (que no latino, ojo) es Monoaural. O sea, que se oye mejor en versión original, pero la doblada no es mala en absoluto. Subtítulos en español, aunque de aquella manera, sin que a veces tengan mucho que ver con lo que realmente se está diciendo, así que no los recomiendo excepto para seguir las canciones, que lógicamente no están dobladas.

En resumen, recomendación sin reservas a cualquier aficionado a las pelis musicales.

Maravillosa película de cuando éste tipo de cine era entretenimiento puro, sin pretender nada más y los musicales acompañaban el guiòn con números inolvidables.
Desde el princiio de la historia, cuando el mayor de siete hermanos entra cantando por el pueblo, enumerando las virtudes que debe tener su futura esposa, quedas atrapado y casi augurando el desastre que se le avecina a ella cuando al fin la encuentra. Ni que decir tiene que la escogida es una mujer con carácter que en cuanto se encuentra con el panorama de vivir con seis hermanos más, que representan lo peor que puede esperar una mujer (zafios, sucios, pendencieros y sin educación) no se amilana y se propone educarlos para que consigan también esposas.
Las canciones, los bailes y los números musicales, todos una auténtica delicia, han entrado ya en la antología del musical.
La felicidad y el optimismo a raudales te inunda a lo largo de la cinta. ¿Cursi? Si y ñoña y lo que quieran, pero también una auténtica gozada. No se hacen ya películas así. No se la pierdan.

Una vez más un película de "serie B" o mejor dicho un músical B en este caso se convierte en un éxito inmortal. Para ello el destino solo tiene que juntar a unos cuantos genios en lo suyo que suplan con talento la falta de presupuesto. El maestro Stanley Donen ya podía presumir con "Un dia en Nueva York" y "Cantando bajo la lluvia" en su curriculum. Casi nada. El productor Jack Cummings lo tenía claro desde el principio que tenía que ser él el director.
Lo que la MGM no tenía tan claro era, aparte de encontrarle un título apropiado, dotarla del presupuesto que reclamaba Donen. Dado que al final hubo que rodarla dos veces, una en CinemaScope y otra en formato normal para aquellas salas que no estuvieran adecuadas, el presupuesto menguo aún más. Al final la versión para pantallas estándar nunca llegó a utilizarse. Fruto de ello los rodajes en exteriores en Oregon donde se desarrollaba la acción tuvieron que ser sustituidos por tomas en estudio con fondos pintados. Esas montañas rodeadas de bosques que parecen sacados de una caja de pinturas Alpino y que a la postre hicieron del defecto virtud confiriendo al resultado final ese aura de cuento irreal que impregna toda la cinta. 
La MGM ese año tenía otros musicales en los cuales ponía  más fe y presupuesto, como "Brigadoon" pero al final fue la cenicienta basada en la clásica historia del rapto de las Sabinas quien se llevó el gato al agua y cuyo éxito aún colea. La culpa fue de la maestría de Donen, la gran profesionalidad de un elenco, algunos de ellos elegidos por estar en nómina de la MGM, una bso pegadiza y deliciosa y la genial labor coreográfica que realizó Michael Kidd. Un Kidd que solo se enganchó al proyecto cuando escuchó los temas musicales y que apostó con acierto por coreografiar las acciones más que por crear bailes. Ninguna de ellas tiene desperdicio y son el 50 % del éxito de esta historia simple, algo cursi, maravillosamente vitalista,  políticamente incorrecta hoy en día y que funciona, como ya se ha escrito como el mejor antidepresivo sin contraindicaciones. Solo hay que dejarse llevar por la magia de esa parte del cine que nos invita a dejarnos engañar, nos saca de la realidad gris y nos mete en un mundo de color y de ilusión cuando se apagan las luces. De ese cine, que debería seguir teniendo su hueco, queda poco, está en peligro de extinción y uno da gracias de que cintas como esta sigan siendo inmortales. Casi como el elenco principal que o bien todavía viven o fallecieron casi centenarios.  Parafraseando la famosa canción inicial interpretada por Howard Keel y refiriéndose a este tipo de películas:  "Bendito el nido donde te refugias".

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Adam Pontipee (Keel) lo tiene bien claro. Es el mayor de siete hermanos que viven como salvajes en las apartadas montañas y ha decidido que ha llegado el momento de poner orden en su casa. ¿Cómo?, casándose. No es un hombre de grandes pretensiones, sabe que estadísticamente en el estado de Oregón hay diez varones por cada mujer. Por eso se conforma con "una viuda que no tema al trabajo". Y le sale el chollo, la chica guapa del bar (ojo, no saloon) del pueblo, Millie (Powell), que, además de buena y trabajadora enseguida pone en vereda aquel desastre de casa y educa a sus asilvestrados cuñados.
¿El problema? El problema es que visto el acierto de Adam sus hermanos quieren repetir su experiencia, y marchan al pueblo a emular el rapto de las sabinas romanas, ahora con las bellas muchachas a las que ya les han echado el ojo. Bellas, hacendosas y buenas cual Sabrina.
Después de tantas críticas como ya se han dedicado a esta cinta y de los años que se viene pasando una vez y otra en nuestras televisiones, todos estamos al cabo de la calle que nos encontramos con uno de los grandes musicales de todos los tiempos. No somos muy del género, pero resulta una película tierna y bella aunque el ambiente del Oeste brille por su ausencia. No pasa nada.
La buena de Millie nos obsequia además con unas cuantas recetas farmacéuticas como el agua timolada, que se obtiene diluyendo timol en agua y alcohol, usada como antibacteriano y antimicótico, ella lo emplea en un labio partido y en un diente roto, bistecs de carne cruda aplicados sobre golpes y contusiones, unguento antinflamatorio en los dolores musculares y tortícolis, y una taza de te bien caliente cuando se está destemplado. Dejamos por último la definición del amor que ofrece el mayor de los Pomtipee: "Es como el sarampión que solo se pasa una vez, y cuando se es joven da pocos problemas".

Un musical donde lo que acapara la máxima atención y mérito son los números bailados, que creo son casi todos, salvo algunas excepciones en las que solo hay canto. Es realmente notable el gran trabajo que interpretan los protagonistas (al menos 6 chicos y 6 chicas), todos ellos bailarines profesionales de primer nivel. Las coreografías son muy al estilo yanqui, con gran energía y velocidad, rayando lo obsesivo compulsivo, además incluyen piruetas acrobáticas en las que una persona normal y corriente se jugaría la vida.
El guion, basado en “El rapto de las sabinas” de la mitología romana, cumple suficientemente para justificar tanto baile entusiasta, y hace que el espectáculo avance de manera fluida. Es una película atemporal porque la buena danza nunca pasa de moda.

*Lo mejor
Las coreografías.
Los bailes acrobáticos.

*Lo peor
Las montañas pintadas al fondo en los exteriores.
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