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Un hombre solo

Drama John Petersen (Viggo Mortensen) vive con su novio Eric (Terry Chen) y la hija adoptiva de ambos en el sur de California. Su padre Willis (Lance Henriksen) un granjero tradicional y conservador de 80 años, decide viajar a Los Ángeles y quedarse en casa de John mientras busca el lugar idóneo para jubilarse. Una vez todo juntos, dos mundos muy diferentes colisionan. Willis muestra señas de estar perdiendo la cordura, y su peculiar forma de ... [+]
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
27 de mayo de 2022
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Vi Falling (2020, Canadá), dirigida, escrita y protagonizada por Viggo Mortensen [1958-], siendo esta su obra prima como director, con lo que nos advierte de un cambio en su carrera que, considero, lo acercará a ser el sucesor, mutatis mutandis, de Clint Eastwood. La música es también de Viggo Mortensen (¡qué polifacético!) y la fotografía es mérito de Marcel Zyskind (aplausos). El reparto es de lujo: Lance Henriksen (ovación), Viggo Mortensen (aplausos), Terry Chen y Sverrir Gudnason, entre otros.
La cita es un drama familiar. Narra las dificultades que vive John Petersen (Mortensen), quien vive con su novio Eric (Chen) y su hija adoptiva, con su padre Willis (Henriksen), conservador y machista, quien ya no puede valerse por sí mismo. El choque de estos dos mundos provoca varios conflictos, pero este ambiente adverso no genera un rechazo entre esos polos opuestos, sino un continuo acercarse el uno al otro, a pesar de las diferencias, pues hay una condición previa que así lo exige: la familia.
En cuanto los aspectos formales, quisiera destacar la buena fotografía y las maravillosas interpretaciones protagónicas. Sobre lo primero, hay escenas muy bien pensadas desde la dirección artística y la fotografía, en especial aquellas donde las flores eran protagonistas, momentos en los que la familia lograba mostrarse como funcional. Esto es un buen ejemplo de cómo la fotografía es fundamental para la transmisión de emociones al auditorio. Sobre lo segundo, Henriksen [1940-] la saca del estadio con su interpretación. Logra que el público se irrite con él, pero a la vez, siempre deja la ventana abierta para la redención. Pocos actores logran hacer tanto. Otro aspecto meritorio tiene que ver con el drama que sostiene la historia: es una narración inteligente y despierta en el auditorio una sensibilidad que varía, como es en la vida real, continuamente. A veces irrita, otras veces conmueve, hasta logra sacar una que otra sonrisa.
Quedémonos un poco más con el guion y la historia que nos propone. La idea central de la película es el tema de las relaciones familiares, en general, y entre un padre tradicional y un hijo que, por mil motivos, escapa a esa forma tan escueta de entender la vida del siglo XXI, en especial. Y mientras expone ese conflicto de base, le queda en claro al espectador una terrible enseñanza: la infancia determina de manera indefectible la memoria y esta los traumas que impiden una mejor forma de relacionarse con la vida. Sin embargo, este filme va más allá del determinismo y abre la puerta de la esperanza, cuando John Petersen elige no darle la espalda a su complicado padre; antes bien, intenta romper el círculo vicioso por medio del afecto y el perdón. En este caso, la elección del mejor-estar se sobrepone a la maldición de la repetición de patrones disfuncionales.
Lo anterior queda más en claro si analizamos los flashbacks, manejados impecablemente. A fin de cuentas, el presente está determinado por el pasado, pero en el presente (por medio de los detalles) podemos, aunque con gran esfuerzo, romper la condena de la repetición. Esos pequeños detalles les recuerdan a los personajes su pasado tormentoso, pero en vez de quedarse en ellos para justificar la ruptura, John se resiste y sigue allí, en espera de entablar una y otra vez puentes con su padre, hasta que este, en un arrebato, los destruye. Sin embargo, aunque no es tan reiterado como en John, Willis también lanza uno que otro puente, aunque siempre camuflado en su malhumor. Entonces, el padre no es tan pasivo como uno creería en esta búsqueda de estar-con-el-otro en un mundo, un mundo donde el sentido lo da más el caminante que el camino, la persona que el entorno.
Lo anterior nos lleva a la idea del perdón. Aquí el director no nos muestra el perdón explícito y trascendente, pues se da poco en el mundo de la vida, y opta por retratar mejor el perdón que intenta camuflarse, por orgullo o por miedo, entre otras acciones. Tanto John como Willis, sin decirlo, se buscan para el perdón, en un juego de tira y afloja, donde se dan dos pasos y se retrocede uno. Esto sí que es más real que narraciones que hablan del perdón explícito que se da una sola vez y trasciende todo. En la realidad, el perdón es complejo, complicado y lento. Además, este perdón se manifiesta también sobre otros sujetos: los dos hijos de Willis (Sara y John) educan a sus propios hijos intentando romper la historia familiar heredada. Ellos materializan el perdón al abuelo, cuando con ellos se rompe el círculo de la violencia familiar. Es por ello por lo que, al abuelo, lo confrontan los nietos, más que sus hijos. Estos últimos ya hacen mucho al ignorar las provocaciones y las amarguras de Willis, porque saben que él los necesita a pesar de sus enfados.
Otro aspecto que no quiero dejar pasar por alto tiene que ver con la exposición de las ideas políticas conservadoras (republicanas) y las más progresistas (demócratas). Esta dualidad de base en la historia y la sociedad estadounidenses no pasa desapercibida en la obra. En este sentido, la cinta refleja y personifica dicha dualidad, de forma tal que podría servir para un estudio político o un cine foro. Eso sí, la película logra trascender lo político para asumir el riesgo de los valores personales que logran conectar lo que la política separa, como lo es la compasión y el perdón. La emoción termina imponiéndose sobre la razón de las posturas políticas previamente diseñadas.
En conclusión, esta cinta tiene todo para ser un clásico, algo de culto. Falta ver cómo se decanta en el tiempo a partir de las impresiones que deje en la crítica especializa y en los espectadores. La recomiendo sin chistar. 2022-05-27.
Andres Botero
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8 de noviembre de 2020
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vayamos por partes.

Es la primera película de Viggo Mortensen como director. Por ello, recibe un 10. Los actores interpretan de 5 estrellas, sobre todo el dúo protagonista (Lance y Viggo). Recibe otro 10. La historia es interesante, aunque un drama en toda regla. Por ello, se lleva otro 10 (aunque yo prefiera mucho más la comedia, o una comedia romántica o un drama con pequeños pellizquitos de comedia). Hay que ver de todo y a mí, me gustó el género escogido. La ambientación y la fotografía son excepcionales e impactantes. Así que, con otro 10 se puntúa.

Pero, y aquí es donde viene mi cuatro, es que el enfoque de la misma es bastante directo, fuerte, explícito y mal hablado. Los diálogos son tan salvajes que a mí me han acabado afectando mucho. Los mismos diálogos son un "South Park: Más grande, más largo y sin cortes" solo que elevados a la máxima potencia o a yo que sé. Quizás, este vocabulario pueda herir la sensibilidad del espectador. Comprendo que encaje con la historia que quiere contar, pero, ¿era necesario tanta "sangre dialéctica", amigo?.

No sólo se queda ahí. Algunas escenas son tal crudas y salvajes que te dejan con un sabor de boca raro y nada agradable.

Para ser el primer largo dirigido, escrito, producido e interpretado por Viggo Mortensen, no está nada mal. Pero, lo que más impacta sería el diálogo y algunas escenas que consiguen que la nota, para mí, se baje a un 4, porque no sabes con qué sabor de boca te van a dejar.

Pero, esta es mi opinión. Os invito a que la veáis y saquéis vuestras propias conclusiones.

Espero al siguiente film de Viggo como director con mucha expectación y esperanzas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Victor
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1 de octubre de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En sus 60 trabajos como actor realizados hasta la fecha, a Viggo Mortensen solo le faltaba ponerse detrás de las cámaras y demostrar su estima por el cine como director. Y lo demuestra con creces con esta ópera prima que titula Falling, un drama personal e íntimo sobre la difícil relación entre padre e hijo. Para ello, Mortensen decide crear dos personajes contrarios y diferentes a los que les une un pasado común y atormentado, cada uno por sus distintas razones, que, a lo largo del metraje, se va desentrañando poco a poco. Como consecuencia, la historia se adentra en temas constantemente opuestos: vejez y juventud; homosexualidad y homofobia; pasado y presente; antigüedad y modernidad; rencor y afecto; ruralidad y urbanidad.

Toda esta historia se sustenta gracias al duelo interpretativo entre Mortensen y Henriksen como hijo y padre. Ambos están soberbios en sus papeles, sobre todo, el segundo. Henriksen realiza una auténtica exhibición representando el personaje más complejo; esa persona angustiada por un pasado inestable y un presente enmarcado en la demencia senil. De hecho, uno punto muy positivo del film es su montaje, puesto que los flashbacks no solo se convierten en recurso cinematográfico para explicar su pasado sino, también, en una entrada a la mente del personaje. Mediante los flashes de memoria, el espectador no solo le conoce sino que siente esa pérdida de memoria que martiriza e incómoda al anciano.

De este modo, Mortensen consigue que Falling sea un drama familiar con estilo propio y se aleje de los ya existentes con la misma temática. Su trabajo como director es curoso, preciso y elegante, y se nota su experiencia interpretativa en la dirección de actores asi como, también, su estima y corazón hacia esta historia. En definitiva, Mortensen inaugura su filmografía como director de una manera estupenda, produciendo sensaciones opuestas al público que decida adentrarse en este relato duro y tierno a la vez.

Lo bueno: los flashbacks como puerta a la mente del anciano.
Lo malo: abusa de escenas bucólicas que alargan innecesariamente el metraje.

Más reseñas en Cinezin.com.
Arnau
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