Días de radio

La película gira en torno al mundo radiofónico norteamericano de principios de los 40, describiéndolo con nostalgia a través de la particular visión de una familia bien avenida. Pero en conjunto, la película se compone de sketch bastante livianos capaces de provocar una mueca pero no una carcajada. Sorprendentemente Allen no es capaz de sacar aquí toda la magia de su chistera. No consigue comprometernos con sus personajes ni zambullirnos en alguna escena disparatada digna de recordar.

Si bien casi todas las películas de Woody Allen parece que tienen un toque semi-autobiográfico, "Días de radio" es probablemente la que más se colma de la egolatría del autor y de calco en su argumento respecto a la vida del cineasta... esto no es necesariamente malo (aunque sea poco ocurrente). En este caso hace que la cinta se cargue de un cariño, una voluntad y un mimo en la recreación de su atmósfera verdaderamente notables.

Woody Allen nos narra su infancia familiar de manera mágica y envolvente (transmitiendo el amor familiar dentro de un acogedor y divertido clan con sus cómplices embrollos. Donde los actores están por su parte todos y cada uno de ellos naturales, cómplices y divertidos)... pero con argumentos anecdóticos de pequeñas y tibias subtramas en la ciudad de Nueva York. Sin embargo lo endeleble de su trama no evita que el film se eleve gracias a su adorable ambientación (haciéndolo tolerable y por puntos admirable). Y es que... ¡mira que hay películas de Woody Allen donde Nueva York es un personajes más! y aun así jamás he visto una película del director que retrate con tanta belleza y amor la ciudad de los rascacielos.

Y es que el punto fuerte y por lo que más destaca "Días de radio" es por su asombrosa y bohemia plasticidad del espectacular y añejo Nueva York de los años 40, tan característico y llamativo; una ambientación hechizante, hermosa y delicada que nos colma de calidez y fascinación. En esto tiene que ver mucho la fotografía de Carlo Di Palma y la dirección artística de Speed Hopkins... pero también colabora la narrativa de Allen que se absorbe de una nostalgia realmente madura... acertando en cada plano newyorkino y en cada satírica voz en off (es de esas películas que al ver dos minutos de cualquiera de sus puntos ya se adivina que es de Woody Allen).

La lástima es que ese cariño que convierten a "Días de radio" en una bellísima postal en movimiento cálida y hogareña... no llega a aportar una trama con todas las letras que sea audaz, atrevida e intrépida. Y es que argumentalmente "Días de radio" es excesivamente pusilánime y floja. Es una postal, sí... una postal de anécdotas de engaños amorosos y travesuras infantiles donde no hay puntos álgidos o bajos, donde las historias son historietas, donde sus irónicas y cercanas conversaciones entre familiares se topan con una redundante rutina, y donde los acontecimientos acaban siendo olvidables detalles poco elaborados. A "Días de radio" no la falta cariño ni morriña... pero le falta una historia digna de un largometraje (admito que esperé estoícamente a que a la familia le pasara algo que lo trastocara todo un poco), esto hace que el metraje vaya cayendo un poco en el tedio y la indiferencia, con muchos momentos de desconexiones y miradas al reloj. Por desgracia hay poca evolución y mucha rutina, estamos ante una película que difícilmente se puede quedar en la retina por su trama.

Al menos los puntos de cavilada ironía y alguna que otra risa (aunque no tantas como nos gustaría y jamás llegando al nivel de las mejores cintas de Allen. Porque aquí hay más del Woody Allen serio y melancólico que del totalmente descacharrante y desenfadado), la confeccionada puesta en escena y el tolerable tempo de Allen hacen del conjunto algo al menos bastante soportable por lo general.

Pero lo mucho que "Días de radio" tiene de entrañable y cariñoso en sus rememoraciones, y de bonito y brillante en lo visual... lo tiene también de escasez en lo interesante y arrojado en lo argumental. Y una película siempre necesita unos devenires con algo más de consistencia, pero esta vez la gran ciudad empequeñece a la historia.

Lo mejor: Su ambientación.
Lo peor: La parvedad de su trama.

Floja, bastante floja me pareció esta cinta filmada por Allen en 1987, cuando ya había creado algunas de sus mejores obras y cuando afortunadamente aún volvería a impresionarme alguna vez. Días de radio va de más a menos de forma evidente, la cual te hace quedar un poco con la sensación final de que algo que pudo ser bueno, difícilmente alcanza un tono aceptable.
Tuvo dos nominaciones al Oscar, nada que decir en cuanto a la dirección artística, pero francamente, en cuanto al mejor guión original, o muy pobre era la cosecha de ese año, o me cuesta entenderlo. Cierto es que algunos diálogos son ingeniosos, pero mas bien pocos, en general veo una película bastante ñoña, con muy poca chispa con la que enganché enseguida al principio, pero de la que te vas sin pretenderlo, costándote mucho volver a ella. Cuando eso te sucede y estás delante de una pantalla y con un espíritu positivo, es como mínimo sospechoso.
En su haber posee un sinfín de melodías agradables y un par ce actrices estupendas (Farrow y Keaton), pero la que dicen es la película más autobiográfica de Allen desde mi punto de vista deja el listón más bien bajo.

Cómo no me va a gustar. Cuando el término «internet» era desconocido y «móvil» no tenía nada que ver con un teléfono, la humanidad recurría para entretenerse a un aparatito misterioso del que salen voces. Yo también he cantado una canción imitando al intérprete, me he quedado prendada de una voz sin rostro y he sido fiel seguidora de un programa radiofónico. Sí, yo también escucho la radio.

Woody Allen opta en esta película por un retrato costumbrista de los años cuarenta, imagino que mitad fantasía, mitad realidad, según sus propias vivencias. Protagonismo múltiple entre padres, prima, tío, amigos, locutores e hijos, donde la familia funciona como núcleo fundamental para la vida, fuente de desdichas infantiles pero sobre todo puerta hacia alegrías, descubrimientos, aprendizaje y frustraciones necesarias. Maravilloso, de entre todos ellos, el personaje de la tía Bea, que no «transige» y sigue soltera porque busca el hombre perfecto y, con él, el amor, el amor a lo grande, el amor que no es conformismo, sacrificando su juventud y su belleza al sublime concepto de lo verdadero. Allen mira con añoranza y con respeto hacia el pasado, porque en el pasado se era aún inocente y tan sensible como para que el recuerdo más bonito fuera un beso entre los padres, la primera visita a un Cine, un juego de química, los héroes enmascarados, esa canción determinada, ese par de vecinos raros o la imaginación de un submarino Nazi en las costas americanas. Buenísima toda la secuencia de la playa, pura nostalgia.

Destacaría de la película ese talento de Woody Allen para mezclar de una manera tan íntima y efectiva la radio con la vida, así como en otras ocasiones lo ha hecho con el Cine. En esta ocasión, son los micrófonos y las ondas quienes acompañan a los personajes como hilo conductor de sus vidas. Me acordaba mientras veía «Días de radio» de «Cinema Paradiso» (¿tienen relación realmente?), a años luz de esta sencilla comedia, nada cursi ni pretenciosa, mucho más humana y que además sabe y consigue el homenaje que busca.

Agradable de ver, simpática, tierna en definitiva. Siempre Woody.

A película por año Woody Allen desde mediados de los setenta, en 1987 dos, September y la que encabeza, Días de Radio, una comedia coral sobre el mundillo radiofónico. La protagonizan Julie Kavner, Michael Tucker, Seth Green, Dianne Wiest, Mia Farrow (mujer de Allen por entonces); añadir actores más conocidos en roles pequeños, Jeff Daniels, William H. Macy, Larry David, Diane Keaton y el propio Allen como narrador. Fue nominada a dos Oscars que no ganó, guion (Allen) y dirección artística.

El título sintetiza bien de qué va, el éxito de la radio en la década de los cuarenta, y la influencia que tuvo en el hijo pequeño (Green) de la familia numerosa que interpretan casi todos los actores y actrices citados en el primer párrafo. Decir que se trata de una película autobiográfica del propio Allen, pudiéndose ver en ella la influencia que tuvo la música Jazz en el director neoyorquino, sonoridad presente la totalidad del film. Obviamente, a Allen también le sirvió para rendir homenaje al medio que da nombre.

Lo hace de dos maneras, mediante la historia de una familia de clase media/baja, y con anécdotas de los que trabajaban en este medio de comunicación. La historia de la familia es a la par divertida y nostálgica por los tiempos pasados, se mueve entre la comedia agradable y el drama costumbrista sin demasiado drama ni tragedia en esto último. Las anécdotas son mejores, el humor aquí es más jocoso -una de ellas se refiere a las consecuencias de la versión radiofónica de La Guerra de los Mundos por Orson Welles, aunque el mejor gag es uno referente a un jugador de Baseball de la época).

Cada vez que me apetece ver una comedia ligera se me pasa por la cabeza alguna de Woody Allen, teniendo en cuenta que lleva dirigidas un ancho de unas cincuenta películas, es fácil encontrar una que no haya visto. Días de Radio es de las mejores, placentera de ver, poco más de ochenta minutos de buen rollo sin muchas complicaciones. A mi Allen nunca me ha parecido un genio -salvo tal vez por Annie Hall-, pero siempre cumple

A destacar en positivo: la recreación de la época -aunque en los cuarenta yo no vivía para saber si le es fiel o no, imagino que sí-, y mejor aún, la recreación de la radio.

A destacar en negativo: el papel de Mia Farrow parece metido con calzador para que la mujer del director tenga un papel importante para lucirse. No molesta pero se les ve el plumero.