Brooklyn: Una nueva vida

Realismo crudo, Ternura, poesía, Amor Verdadero y realista.

Brooklyn es el ejemplo de cómo algunos directores de cine, acompañados por artistas excepcionales como Saoirse Ronan o Emory Cohen, pueden llegar al corazón de las personas sin necesidad de efectos especiales. Cada diálogo es una enseñanza.
El Amor verdadero siempre se abre paso frente a los convencionalismos sociales, los prejuicios culturales, las ataduras del pasado y el yugo de una nostalgia no siempre sana.

Saoirse Ronan, excepcional. Emory Cohen, conmovedor. La recreación histórica y escénica, digna de un Oscar.

Brooklyn es sin duda una pequeña joya, cada aspecto de esta bella película merece ser destacado, resaltando la maravillosa actuación de Saoirse Ronan quien se apodera de la pantalla y logra llegar a lo más profundo del espectador, su mirada logra transportarte directamente a la historia, como si la estuvieses viviendo en ese preciso instante. La película tiene encanto, está rodada con una sutileza tal que en ningún momento puedes desconectar, es uno de esos films que logra atraparte por completo y ante el cual no puedes más que dejarte seducir y disfrutar. Es un adorable logro cinematográfico.

Parece imposible, pero en estos tiempos de 3-D, efectos digitales y/o cámaras en mano, es posible todavía realizar películas honestas, sensibles y reales. 'Brooklyn' lo es, porque narra una historia creíble y, sobre todo, porque nunca cae en la lágrima fácil ni la exageración. El personaje encarnado por Saoirse Ronan (Oscar, por favor) se comporta como lo haría la mayoría de las chicas en su situación: se enamora, pero desconfía; emigra pero se muere de nostalgia, y así un largo etcétera. Es humana, y es verdadera. Y el irlandés John Crowley lo describe todo sin aspavientos, con momentos espléndidos que en manos de algún compañero hollywoodense hubieran caído en lo cursi. En fin, una de esas películas que, además, crecen en el recuerdo. Atención a la música, de Michael Brook, magnífica.

No he leido la novela de Colm Toibin en la que se basa la película, pero en cualquier caso la adaptación de esta sencilla historia es magnífica. Lo es su ambientación (¡ese Brooklyn de 1950!) su precioso vestuario, su música (aquella canción gaélica cantada a capela en la fiesta de Navidad de los pobres irlandeses, me puso la piel de gallina), los colores pastel de su fotografía, sus espléndidas interpretaciones, entre las que destaca la protagonista, Saoirse Ronan, cuya belleza limpia otorga a la película los momentos más dulces y emotivos, pero siempre contenidos.
Vemos en la primera parte cómo la actriz se transforma de mera adolescente en mujer. Y luego seguimos su historia en la mirada de sus ojos grises, adivinando sus pensamientos y sus emociones, sus certezas y sus vacilaciones, sin que necesitemos palabras añadidas. Y así hasta llegar a un final que bien pudo ser otro, pero gana Brooklyn como estaba previsto.

Una joven irlandesa con inquietudes decide en los años 50 abandonar su Irlanda natal para irse a probar fortuna y empezar una nueva vida en New York. Todo es nuevo para ella allí y la nostalgia muchas veces le gana la batalla, pero cuando conoce a un chico con raíces italianas todo cambiará y ya no habrá vuelta atrás. Pase lo que pase

El director John Crowley filma esta película que obtuvo 3 nominaciones a los Oscar, entre ellos a la de mejor película y mejor actriz, para Saoirse Ronan, sobre la que gira toda la trama y que aparece en casi todas las escenas de la cinta. Buena carta de presentación sin duda para verla, pero para mi gusto se quedó solo en eso, en un bluf. En un pastel con una presencia colorida y atrayente y por el que pagas un pastón pero que cuando le hincas el diente es el típico bizcocho normalillo de siempre y que suele acabar en la basura o en el plato del perro. Floja,muy floja, narra una historia de inmigración, de dureza y de dejar atrás lo poco que uno tiene con la intención de seguir un sueño, el de progresar y encontrar algo mejor que lo que te espera en tu zona de confort. El de no conformarse, el de pelear por una vida mejor. Las intenciones son buenas, sin duda, pero películas de esta temática hay millones y Brooklyn no aporta nada nuevo al género ni merece perder casi dos horas de tu tiempo viéndola. Tal vez sea estéticamente luminosa y la Ronan le aporta frescura y candidez, pero es tremendamente bisoña y cursi, del tipo de La chica danesa. Para un público femenino y poco más. Y eso es discriminación en toda regla…¡Que me devuelvan el precio de mi entrada please!

Sacapuntas de oro: La conmovedora escena de la canción gaélica. Las interpretaciones destacan por encima de la trama. Cada momento de las cenas con el resto de las chicas en la casa de acogida regentada por una soberbia Julie Walters. La sencillez de la Ronan, la educación y la amabilidad de Emory Cohen y la fuerza que desprende la hermana de la protagonista, Fiona Glascott.

Sacapuntas de madera: Películas de sobremesa de un domingo a las 4 de la tarde tienen más fuerza y más calidad que ésta. La escasa calidad de las nominadas este año a mejor película en los Oscar, y para muestra un botón. Tenemos Domhnall Gleeson hasta en la sopa. Hasta el puente que da nombre a la película parece estar hecho por ordenador…

Nota: 4 Sacapuntas.