Película de culto le llaman. A los que no nos gusta la película, algunos nos acusan de que no comprendemos su significado, su magnífica crítica a la sociedad de consumo y la avaricia.

Evidentemente, se trata de un film que aborda la decadencia moral del capitalismo enmarcado en los años 80, como deja patente su omnipresente banda sonora con canciones de Phil Collins, Whitney Houston, etc. Sin embargo la manera de mostrarnos esa corrupción resulta demasiado obvia y grotesca. Patrick Bateman es el hombre perfecto, hace ejercicio, se cuida, se esfuerza por mostrar en público un talante de ciudadano comprometido y responsable.... pero tras esa máscara se esconden sus impulsos más violentos.

Constantemente nos machacan con ese concepto, lo que al final resulta cansino, sin desarrollar una historia coherente más allá de una sucesión de escenas. La crítica a esa forma de vida es superficial, facilona, caricaturizada, desde dentro del sistema. Al cabo de un rato de película en la que nos ha quedado claro cómo es el mundo en el que viven los protagonistas y sus trastornos, la película pierde su interés y sólo lo recupera en algunos momentos cómicos puntuales, que se convierten en la seña de identidad de la película, en las secuencias tótem que recordaremos.

Buena actuación del inexpresivo por exigencias del guión Christian Bale. Es increíble la capacidad de transformación física que tiene el galés, es el único que le da empaque a la película, porque el resto de actores y actrices simplemente acompañan.

Conclusión: tenía ganas de verla pero me ha decepcionado.

Capricho de Godard que ha quedado recordada por tres escenas: el minuto de silencio en el bar, el baile Madison, y la carrera por el Louvre. Aunque personalmente, me quede con la del metro, la única que ha hecho que levante la ceja.

Por lo demás, la película no deja de ser una historia insulsa. La construcción de los personajes es pobre, sin profundidad, gris; y el guión más de lo mismo, gris y estúpido. Es curioso que aparezca más información en los resúmenes de la película que en ella misma, tal vez por esa necesidad de justificarla y dotarla de contenido. Pero las escenas pasan por la pantalla sin llegar a emocionarme o aportarme algo en ningún momento. Me da igual si roban, se besan, o se ahogan, además los protagonistas seguirían poniendo la misma cara en cualquier circunstancia.

Considerada en su momento parte de la corriente que ponía un contrapunto al cine estadounidense, más bien me parece un capricho pequeñoburgués con pretensiones rompedoras.

Youth es una película de forma. Sorrentino dirige a un gran plantel de actores y actrices: Harvey Keitel, Rachel Weisz (quién no se enamora de Rachel), Paul Dano, y sobre todo un magnífico Michael Caine. Da gusto verlo actuar, su acento, su mirada…

Sorrentino utiliza sus películas para recrearse. El hilo conductivo es difuso: diversas personas internadas en un centro de retiro en los Alpes Suizos reflexionan sobre la pasión que nos mueve y nos eleva sobre la apatía, en un tono pausado y con momentos surrealistas.

Sin embargo, a pesar de la belleza de las imágenes y algunas escenas originales como la de las vacas, falla en su conjunto. Deja una sensación de impostura, de que más allá de los ingredientes, no hay nada más. No tiene la suficiente consistencia como para que perdure. Es sencillamente una película particular del director, quien sabedor de que tiene nicho, sigue haciendo obras aunque debajo del papel de colores, hay humo.

Por último, el tratamiento que se le da a la mujer es de Ozores y Esteso. Tías en pelotas, chistes malos, maniqueísmo y tópicos por un tubo. Ni puta gracia.

1976. Cuando en Hollywood todavía se hacían películas en las que la clase obrera era la protagonista. En las nominaciones de los Óscar de ese año nos encontramos con Taxi Driver, la historia de un taxista veterano del Vietnam expulsado de la sociedad; Rocky, un boxeador sin éxito que trabaja de cobrador y entrena en una empresa de carnes; y Esta tierra es mi tierra, o como reza el título original tomado de la autobiografía en la que se inspira la película, Bound for glory.

Esta tierra es mi tierra narra la historia de Woody Guthrie, el padre de la canción protesta, durante los años de la Gran Depresión y las grandes migraciones de trabajadores rurales de los estados del centro y sur de los EEUU. A los efectos económicos de la gran crisis del 29 se le había sumado el fenómeno conocido como Dust Bowl, es decir, las grandes tormentas de arena originadas por la sequía que afectó entre 1932 y 1939 las Grandes Llanuras. Millones de trabajadores se quedaron en el paro y otros tantos granjeros perdieron sus cosechas, viéndose expulsados de sus tierras por los bancos y la miseria. La primera parte de la película retrata la ansiedad de este mundo de polvo y necesidad, para convertirse a continuación en una road movie con una fantástica fotografía de Haskell Wexler: colores ocres, praderas y trenes hacia una esperanza incierta.

La música juega un papel importante, con las canciones de Guthrie como hilo de la historia. Notable actuación de David Carradine, actor por aquella época bastante concienciado socialmente, bien acompañado por el resto de secundarios.

Una película imprescindible que toma partido y nos habla de la lucha de clases desde nuestro mismo lado de la trinchera, de la necesidad de la unidad con nuestros semejantes, y de la acción colectiva.

"Si queréis que cante para vosotros, tendréis que gritar antes la palabra sindicato".

No quería ver Las uvas de la ira. La novela de Steinbeck es uno de los libros que más me ha marcado, por la crudeza de la historia y la reivindicación política en la que incluye entre otros a Lenin, lo cual hacerlo en EEUU en el año 1939 (en realidad en cualquier momento), tiene un gran valor.

Tenía la película en DVD desde hace años, pero me resistía. Lo único que había visto era el final, para comprobar si coincidía con el final de la novela… y como no me gustó lo que ví, la dejé aparcada.
Hasta ayer. Tras varios años sin televisor, quería estrenar el nuevo que acababa de comprarme. Y decidí probar con la película de Ford.

Y bueno, podría haber sido peor… pero dejando a un lado la comparación con el libro, hay luces y sombras: Henry Fonda está enorme, llena la pantalla. Se erige un una figura carismática, un icono. Pero el resto de personajes son totalmente planos, salvo parcialmente la madre. Actúan sin sentido, como si fueran estúpidos, o sin carácter. Mira que Casey tiene profundidad y puede dar juego, pero en la película aparece como un simple, que lo mismo va que viene.

La historia, lo mismo. Está bien hecha, la fotografía está muy bien, los juegos de sombras, los cigarros en la oscuridad… todos esos detalles muestran que detrás de la cámara hay alguien que sabe hacer bien las cosas, pero creo que como película social falla. Y eso es lo importante, el mensaje. Cómo los bancos expropian a las familias, las condiciones paupérrimas de los campamentos, la desesperación de la gente, la huelga con todas sus implicaciones, la toma gradual de consciencia, la explicación de las relaciones de explotación entre la clase trabajadora y los terratenientes, etc, se muestran de manera muy somera y de pasada, lejos de cómo lo desentraña Steinbeck. Pero es una película estadounidense, es lo que hay.

En fin.