El estilo de Danny Boyle ya es bien conocido entre los cinéfilos. Gracias a sus recursos nos ha quedado una buena idea de lo que es el cine de autor iniciando el siglo veintiuno. Aquí, a mi juicio, no desentona. Es una película que puede terminar desgastando demasiado al espectador, sin necesidad alguna, pero la apuesta de Boyle va ligada precisamente a mostrarnos cómo desarrollar un filme articulado como una trampa. Entras a hacer parte de ella, como si te sentarás a la mesa de un grupo de jugadores que tienen todas las mañad listas para dejarte sin un centavo.
Me gusta. Se la juega visualmente con los chispazos sexuales de una Rosario Dowson a la que vale la pena admirarle la piel y un Vincent Cassel que como criminal tiene las virtudes completamente afiladas.

Zorba es griego, Boss es inglés. ¡Vaya pareja! Anthony Quinn y Alan Bates se mezclan aquí en un solo hombre, un solo ser humano en busca de vida, vitalidad, energía. Podría decirse que el argumento de Zorba es simple: dos hombres con visiones de la vida distinta, con disposiciones emocionales distintas, pero dispuestos a dejarse atrapar por una de las condiciones más nobles de la existencia:la amistad.
Incluso las palabras de Zorba: "Boss, tú eres el hombre que más he amado", dan cuenta precisa del descubrimiento de un amor que a veces suena chocante pero que en realidad existe: el amor de los amigos.
Relato lleno de hedonismo, de literatura, por los perfiles de los hombres, de vino y machismo, de mujeres y deseos. Y aquí vale la pena ver a los hombres, como Zorba, que ya casi no se ven, hombres totales.

Dentro de los géneros o subgéneros en los que se enmarca The Manchurian Candidate está el de "thriller psicológico", y creo que pocas películas podían situarse tan bien en este extraño mundo de los subgéneros.
Tres grandes actores se encargan de que también los espectadores quedemos hipnotizados y confundidos durante las más de dos horas de duración del filme: Washington, Streep y Schrieber saben arreglárselas, bajo la dirección del ya director de culto Johnathan Demme, para convencernos de que la política es un campo mucho más que oscuro. Teníamos sospechas de que cosas como las que se narran el filme ocurrieran; ahora podemos confirmar que mucho de lo que sabemos sobre la guerra y lo que ocurre a los héroes de las batallas contemporáneas es cierto... ¿será que no solo en el cine?

Esta es una película especial para el director Bruce Joel Rubin: a diferencia de otras en las que escribió, en My Life él mismo se pone a dirigir. Además, se la dedica a su propia madre, quien al parecer había fallecido recientemente.
De hecho, el filme es sobre la enfermedad terminal, la vida y el perdón. El misterio de lo que somos está latente detrás de cada escena: los comentarios que Michael Keaton quiere dejar a su hijo que ha de llegar que que espera poder conocer están cargados de una identificación particular con todo lo que un hombre espera y puede hacer por sus hijos.
Hay que recordar que Joel Rubin ya se había hecho famoso por ser el guionista de Ghost y que tanto en ella como en esta película el tema de lo que pasa después de la muerte se convierte en un asunto reflexivo o, por lo menos, intrigante. Así refleja el guionista sus esperanzas.
Sin embargo, después de este intento en la dirección, Joel Rubin no ha vuelto a ponerse detrás de las cámaras, si bien ha estado en la escritura compartida de uno que otro guión. Por ello mismo, parece ser más sencillo encontrarlo en algunos documentales sobre cómo narrar para cine que haciendo él mismo cine.

Esta es una película que pese a sus inconvenientes técnicos y actorales se presenta como una sólida muestra de lo que es desplegar las alas a la imaginación mediante el acopio de una buena suerte de aventuras literarias y cinematográficas. La trama solo puede ser discutida cuando se ha acabado de ver el filme, y definitivamente es una de esas películas que o te gusta o no. Pese al marasmo que puede sostener la historia durante algunos minutos, con el final termino quedándome con el buen sabor de boca que me deja haber visto una pequeña joya de la ciencia ficción hispana.
He de confesar que no he visto Vanilla Sky pero que, pese a las críticas, me voy a disponer a verla para darle su merecido comentario algún buen día. A lo mejor lo que le faltó a Abre los ojos puede sobrarle a Vanilla Sky, o viceversa. Como sea, esta película termina siendo un deleite.