Es que iba a hablar sobre el rollazo de cine lento, de miradas, de gestos y parco en palabras. Iba a soltar el rollo de planos larguísimos, actuaciones contenidas, de información sobreentendida o de narrativa casi visual. Iba a hablar de cine minoritario (desgraciadamente) de fuerza visual o helada fotografía. Y al final, todo lo que uno puede decir sobre “Tres monos” no son más que banalidades porque lo realmente importante es que la nueva película de Ceylan a quien le gusta, es a mí. Y que aburra de nuevo sobre lo que tantas veces he comentado o que me ponga con una exposición analítica sobre la película, al fin y al cabo, no sirve para casi nada. Porque el cine no es más que intensidad.

Si tu batería está cargada pero no tiene amperios el coche no te arrancará, si tu chica está muy buena pero no te mete amperios acabarás por aburrirte de ella. Si la película es un prodigio técnico pero no tiene amperios, la película no me gustará.

“Tres monos” tiene Intensidad: en cada gesto, en cada plano, en cada mirada, bla, bla, bla… Intensidad.