Haz click aquí para copiar la URL

Corn Island

Drama Con las crecidas de primavera, el río Enguri se precipita sobre las tierras bajas de Kolkheti y, antes de lanzar rocas y limo al mar, las acumula aquí y allá en medio del río. En pocos días, incluso de la noche a la mañana, de estos escollos nacen grandes islas, cuyo suelo es rico y fértil. Un anciano de Abjasia y su joven nieta deciden plantar maíz en una de esas islas. Pero los soldados georgianos andan cerca. (FILMAFFINITY)
<< 1 2 3 4 5 >>
Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
26 de octubre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Blake decía que condujeras "tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos" (Proverbs of Hell), y nada más comenzar, esta cinta lo materializa. La primera escena de Corn Island muestra a un anciano que llega a una especie de islote recientemente creado por el propio río; al desembarcar allí, agarra un pedazo de tierra y lo husmea (llegando incluso a paladearlo) para comprobar que esa tierra es apropiada para la cosecha de ese verano. Al cavar un pequeño hoyo para plantar su "estandarte" de posesión, descubre un pequeño objeto que perteneció a otro agricultor (o incluso a sí mismo), lo aclara en el agua y lo guarda en un bolsillo de su chaqueta.

A partir de ahí, la cinta se desarrolla con un lirismo que el alma del espectador absorbe como si fuera una esponja.

En el plano de los personajes destacan apenas dos: el anciano y su nieta. El anciano es un personaje que en seguida nos despierta una especie de compasión, puesto que viéndose ya tan mayor debe aun de seguir trabajando rudamente cada día para poder abastecerse para el crudo invierno. El anciano personifica el verso de Horacio "carpe diem, quam minimum credula postrera", que reza " cosecha hoy, y no te fíes del mañana". Se nos muestra durante casi toda la película en tres estados: realizando alguna labor agraria (mostrando la conexión que existe entre este personaje y su oficio), afrontando una situación de tensión (que el director soluciona con una mirada airada y tajante) y en último lugar, descansando (durmiendo donde le pille). Por otro lado, la nieta es un ramillete donde convergen varias posibilidades de mostrar a un puber en una contienda bélica: en algunas ocasiones observamos en la cara de la adolescente una mirada inexpresiva, pérdida en los montes o en el horizonte del río que puede significar la impasibilidad de un alma acongojada que siente rechazo por mostrar sus auténticos sentimientos nacidos del horror de una guerra; por otra parte, se nos muestra su lado más tierno, cuando el director busca transmitir con sus bellos ojos la melancolía de una joven que ha tenido que crecer antes de tiempo (puesto que al principio del film, la propia adolescente aparta de sí su muñeca) y la cual su piel y su alma han endurecido.

Siendo la parte hablada del film no superior a unas quince o veinte frases, el espectador capta perfectamente aquello que nos quiere mostrar el director. La imagen habla por sí sola: el río Enguri fluyendo en una especie de calma pomposa, las fases de crecimiento de la casa y posteriormente del maizal, algún pequeño travelling para dar más movimiento a la imagen y mostrar mejor el islote, los rostros del anciano y su nieta, la mirada impasible del capitoste abjasio. La decisión del director es mostrar la isla como una especie de oasis en el desierto de la guerra, puesto que ésta se libra apenas a unos metros del islote. La música acompaña a las imágenes; las hilvana y les proporciona un ritmo, como si se tratase de un metrónomo. Esta música ayuda a potenciar el lirismo de la imagen y dotar de personalidad algunos momentos de la cinta. Frente a la belleza y parsimonia de la música que se mueve entorno al trabajo agrario y a la vida en la isla, encontramos que solo enturbian este aura los sonidos bélicos (sonido de metralla, bombas, lanchas militares) que resultan desagradables puesto que rompen la armonía en la que se encontraba el espectador.

Respecto al concepto de la película, muestra una voluntad por construir una identidad nacional por dos razones: la primera de ellas es la visualización del conflicto abjasio, pero no a la manera a la que estamos acostumbrados (bravatas propagandísticas, férreo estudio del contexto histórico, etc). Se trata de una condena abierta a la guerra solo por el hecho de serlo, sin posicionarse en ningún momento con ninguno de los contendientes. A lo largo de la película aparecen ambos lados militares, asemejándose unos a Caronte (que recorren en su barca el lago Estigia que divide el territorio de los vivos de el de los muertos) y otros a una especie de alienígenas que no hablan el idioma endémico de allí. La cinta recuerda bastante en el aspecto bélico a "La vergüenza" (Skammen, Bergman 1968) pero en esta cinta no se recurre a dramatismos. El director pretende dar a conocer a Europa y al mundo lo que ha sufrido su pueblo (y por ende situarse en el mapa), sin recurrir a los métodos que suelen usarse en la cinematografía occidental. La segunda razón de porque esta película busca construir su identidad nacional, es el ensalzamiento del patrimonio natural. Durante todo el film se observan planos en los que se busca mostrar el patrimonio natural de Georgia (aunque solo sea de una zona en concreto). Eso sí, debemos retirar cualquier atisbo de vanidad de esta loa que el director hace a una zona de su país, puesto que en cualquier imagen destaca la humildad de su tratamiento.

Para acabar hay que reconocer que esta cinta recuerda mucho a otra de hace apenas dos años, Mandarinas (Mandariinid, Urushadze 2013), una obra maestra del cine antibélico que fue rodada por un compatriota de Ovashvili. Tanto a Mandarinas como a Corn Island, se le puede aplicar en su epitafio final otro de los proverbios de William Blake: "El gusano cortado perdona al arado".
Ho Chi Minh
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
28 de mayo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencemos por lo básico: Corn Island no es una película para todos los públicos. Con esto no quiero decir que haya que ser un versado en la historia del cine para disfrutar o sacar algo positivo de la película, ni mucho menos, simplemente señalo que es un género diferente y que, como ocurre en otros ámbitos artísticos, no suele ser del agrado de la masa. ¿Es el cubismo arte? Sí. ¿Se puede disfrutar con Braque al igual que con Velázquez? Sí. ¿Me va a decir mi madre que un cuadro de Picasso también lo puede hacer ella? Pues eso.

Por favor, e insisto en esto, que nadie piense que por “entender” este género estoy insinuando algún tipo de superioridad intelectual con respecto al que no lo hace o, simplemente, no le gusta, si más. Es una forma de expresión cinematográfica diferente a la que estamos acostumbrados a ver en cartelera, de ahí su más que probable indiferencia por parte del gran público. Nada más. Recuerden: para gustos, los colores.

Tras el exordio (es broma, he buscado un sinónimo de prólogo en internet y me ha salido este bonito palabro) vamos a comentar algunas cosillas.

Corn Island dura cien minutos; en apariencia no ocurren muchas cosas, sobre todo al comienzo de la misma –planteándonos nuestra existencia en repetidas ocasiones mientras–, pero según avanza la narrativa esas cosas que no veíamos porque estábamos en la superficie comienzan a salir (o nosotros a entrar) y ahí es cuando Corn Island nos revela su naturaleza. Esto podría ser una bonita metáfora de la propia isla donde todo tiene lugar, verdadera protagonista cíclica de la historia.
Se habla poco y la música brilla por su ausencia, pero ni falta que hace. Es más, es posiblemente lo mejor –y más característico– del metraje. No creo que haya logrado empatizar JAMÁS de la manera en la que lo he hecho aquí. La sobriedad, tan bien llevada, que impera en Corn Island es un caldo de cultivo que da lugar a una atmósfera, por momentos cruda que, con tan poco, en apariencia, nos hace sumergirnos en la vida de sus protagonistas. No somos meros espectadores, somos uno más.

Si hacen un esfuerzo y aceptan lo que propone van a disfrutar, pero de otra forma diferente. Es un placer trascendente, simbólico, conceptual, como quieran llamarlo, que se aleja de lo que solemos ver anunciado. Nos invita a reflexionar, porque es imposible no hacerlo. Si, por poner un ejemplo, la maravillosa Mad Max no nos permite ni un segundo de respiro, Corn Island nos deja a nuestras anchas por la isla para que, como si de un peripatético filósofo se tratase, meditemos. La tormenta y la calma.
CahiersDC
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
30 de mayo de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces parece que cuanto menos cosas pasan en una película, más poética es. Mientras más minutos se graba a un personaje haciendo cualquier actividad cotidiana, cruzando miradas o guardando silencio, más profunda es. Y contra más peñazo es, más tiempo tienes para hacer relaciones metafóricas entre lo que estás viendo y la frase de Paulo Coelho que compartiste el otro día en Facebook.

"Corn Island", a pesar de lo arriesgadísimo de su propuesta, consigue ser interesante y poética al mismo tiempo. Y digo arriesgado porque parece complicado sacar adelante una cinta prácticamente muda, con apenas tres personajes y un solo escenario, y que el espectador no acabe dándose una vuelta por los dominios de Morfeo.

Si bien es cierto que se puede hacer pesada a ratos, su planteamiento principal es muy bueno. “Corn Island” trata el tema de la vida, el trabajo duro y el esfuerzo de cara a una muerte inevitable. O, en este caso, la isla de tierra fértil que surge al bajar el caudal del río y que, al cabo de un tiempo, volverá a desaparecer. No importa el esfuerzo que se haga por cultivar el maíz, por tener un hogar y por sobrevivir; como ha venido, se irá. Lo mismo ocurre con los protagonistas, el abuelo experimentado y harto de trabajar, y su nieta, que está dejando de ser una niña.

El resultado es una bonita fábula que, combinada con la belleza de las imágenes y los silencios, resulta muy grata. En ningún momento se echan en falta más diálogos. Las imágenes hablan por sí solas y los actores llenan la pantalla con sus interpretaciones.

Por otro lado, los temas secundarios no terminan de cuajar, especialmente el trasfondo bélico. A lo largo de la historia, la presencia de los militares, los disparos y, sobre todo, la llegada del soldado herido crean expectativas de que algo va a pasar, pero no ocurre nada. El director prepara el terreno pero no aprieta el gatillo. Es decir, la guerra queda como algo anecdótico y no tiene una repercusión real en el desenlace. En una película con tan poca trama, uno espera que los temas se entrelacen en algún momento y que den algún fruto. No es el caso.

El final en sí es muy bueno porque cierra perfectamente la metáfora de la película. Sin embargo, acabo con la sensación de que falta algo. O quizás sobran minutos, no lo sé. “Corn Island” habría sido un cortometraje de 10/10; el problema es que dura 1 hora y 40 minutos, y los temas secundarios se quedan en nada. Sea como sea, es una película interesante y muy bien rodada. Merece la pena verla para disfrutar de otro tipo de cine y creer que es posible contar una historia poética sin que sea totalmente infumable.
Illanes
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
17 de junio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corn Island -Simindis Kundzuli-, cuenta la historia de un anciano, de su nieta y del río Enguri en primavera. Este río caudaloso en la frontera entre Abjasia y Georgia, arrastra en primavera limo que llega a formar islotes en medio de la corriente. El anciano, como cada primavera de su vida, se instala en uno de esos islotes de limo, construye un chozo y siembra maíz en el suelo fertilizado. Le acompaña una nieta, en la primera juventud, pero apenas sabremos algo más de los padres de la nieta y en general del anciano y de sus circunstancias familiares.
En el film se habla lo imprescindible. La palabra no es necesaria. Todo lo que necesitamos saber está en las imágenes. El campesino es de esa casta de hombres íntegros, justos, trabajadores, tenaces, producto de generaciones de hombres y mujeres que han luchado por vivir en las condiciones más extremas. Y que ha dado mujeres y hombres hechos de esa madera, capaces de pelear para sobrevivir sin perjudicar a nadie, y de arriesgar su vida en nombre de la piedad y de la hospitalidad. Es la vida, sencilla, dura, pero plena, atropellada a veces por esos elementos externos que son las patrias, las guerras y los odios. Una isla no utópica pero con vocación de ser un mundo aparte del Mundo. Aislamiento imposible por otra parte.
Con la llegada del otoño y las lluvias torrenciales las aguas del rio Enguri crecen y se llevan, como cada año, los islotes de limo. Aquí está la verdadera lucha del hombre con la naturaleza. Pocas secuencias habré visto más emocionantes como la lucha de este anciano por salvar su cosecha y los enseres de su chozo. La naturaleza, como todos los otoños, cumple su ciclo. Es ciega como el destino, al contrario que la naturaleza humana, que puede darnos ancianos ejemplares como el protagonista de esta película, o soldados implacables, deshumanizados, embebidos de poder sobre las vidas ajenas.
Cine emotivo, sencillo, muy bien narrado cinematográficamente, con secuencias cargadas de tensión y acción -y de gran complejidad técnica- cuando presenciamos cómo la lluvia y la corriente del río arrasan la isla, la cosecha y el chozo, con un anciano que no se rinde luchando contra los elementos. Épico.
La película me trae recuerdos de Nanook el esquinal de R. J. Flaherty, pero también de Hurancán sobre la isla de J. Ford o Derzu Uzala de Kurosawa. Entre el documental y la ficción, con la fuerza de ambos.
El actor Ilyas Salman da rostro a este anciano. Una composición impresionante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GonzaloyGracias
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
30 de julio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por su gran simbolismo, el planteamiento de la película engancha a cualquiera. En medio de un río, que a su vez sirve de frontera y campo de batalla en una guerra tan absurda como cualquier otra, un humilde campesino se instala en una isla de aluvión para obtener su propia cosecha de maíz. Entre los tiros, el pobre viejo busca sus medios de vida en una estrategia vital que supone adaptarse a la naturaleza, y desafiarla al mismo tiempo. Si a semejante argumento se añade la sobriedad de la película, con un alejamiento del punto de vista que evita cualquier empatía con el protagonista, uno podría pensar que está viendo un documental de la 2. Sin embargo, Ovashvili sale airoso, y poco a poco va dotando al relato de una creciente tensión. La fría relación entre el anciano y su nieta, y las esporádicas alusiones a una casa o una existencia anterior, invitan a pensar que se trata de seres que acaban de perderlo todo. En cualquier caso, las subtramas que se apuntan sobre las relaciones entre los personajes, o sobre el desarrollo de la guerra, quedan desbordadas por un poderosísimo final que dota de sentido a toda la película. Ovashvili plantea una reflexión sobre la irrelevancia de la especie humana ante la fuerza de la naturaleza, el respeto por una forma de vida que se adapta al entorno en lugar de destruirlo, y la evidencia de unos ciclos vitales y universales que a fin de cuentas lo gobiernan todo, lo disuelven todo. Y siempre con un estilo basado en la economía de medios, demostrando que la sencillez y la sensibilidad son términos compatibles, y no antagónicos. Imposible que no venga a la cabeza “Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera”, de Kim Ki-duk.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rober
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 5 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow