UNO: Es una serie sobre lo que sentimos de la vida a medida que pasa la vida. Y lo que sentimos y nos marca, se convierte en sentimientos. Six feet under, es esencialmente una serie sobre los sentimientos. Sentimientos de sus personajes que se estrellan de lleno sobre el espectador moviendo sus sentimientos. El acto de identificación es tan intenso, que frente a la pantalla tenemos la sensación de que somos nosotros y no Allan Ball, su productor, el que está creando los personajes. Un maestro Ball, nos participa en su osadía de construir los personajes. Sus personajes no son de él, son también nuestros. Por esto, eternamente agradecido.

DOS: La estrategia de movilizarnos desde una funeraria como lugar de fin de ciclo, de finitud terrenal y espacio del último acto humano, es una táctica de desacralización de la muerte, de sacarle el áurea obscena, sagrada, mitológicamente protocolizada a lo largo de la historia. La ritualización de la muerte, en cada episodio, es apenas un disparador para decirnos lo altamente aleatoria que es la vida en el planeta tierra. La Parca, juega a los dados. “Sépanlo”, nos dice Ball en cada episodio.

TRES: Y esta aleatoriedad es a su vez el basamento filosófico de la serie, de que la única certeza es de que no hay certezas. Lo que existe son solo aproximaciones a las verdades incontestables de la vida mientras esperamos la muerte. La búsqueda de la verdad es lícita, pero no hay garantías de que la encontremos. Y en el mientras tanto, intentemos hacer algo con nuestras vidas. Pedazo de patada a la matriz hollywoodense pochoclera, de la que Ball se ha servido solo de sus métodos formales en el ataque de la cámara: teatralización de las escenas, mucho interior, y planos puestos al servicio del diálogo que hubieran despertado admiración al tano Rosellini y al sueco Bergman. Aquí no triunfa la vida, ni la muerte. Triunfa la duda.

CUATRO: Los EEUU no solo son hamburguesas, carreteras, camisas a cuadros y divanes de psicología conductista. Es un lugar mucho más trágico que lo que pueden evocarnos estos iconos. Six se aparta del uso y abuso de la construcción del héroe al que nos acostumbraron las series americanas. Six no tiene héroes, porque tiene humanos. Los héroes no dudan, los humanos, saludablemente sí.

CINCO: hay un paneo sobre las representaciones ideológicas, culturales y sociales del hombre medio americano respecto a su lugar de origen y su relación con el mundo. Ball no está cómodo con su país, ni con Busch ni con el imperio contraataca, y mucho menos con la industria del prejuicio como factor aglutinante y de control social. La apelación al sexo como droga y a la droga como escape de lo real en sus personajes, arrecia con fuerza en cada capítulo porque nos insinúa una sociedad americana peligrosamente desfilosofada. Ante problemas mundanos se hace difícil saltar sin paracaídas. No hay ejercicios introspectivos para salir del naufragio cuando hemos visto mucha televisión y hemos creído en ella. El éxito es un espejismo americano, la felicidad es una conquista mundial. También nos dice Ball.

SEIS: Creo que por todo lo anterior, los antecedentes de Six los encuentro más en el cine que en el largo legado de las series de televisión americanas. Comedia negra o comedia sombría. No puedo evitar pensar en los claroscuros de Woody Allen desde la era Manhattan hasta aquí, o en Tarantino y su enorme contribución de sacarle solemnidad a los actos trágicos. También sobrevuelan Robert Altman en los diálogos y Jim Jarmusch en los recursos oníricos. Los Fisher,

apellido que encabeza la serie, serán recordados por sus papeles dramáticamente desopilantes. Un legado.

UNA Razón para evitarla: Si usted considera que el vértigo y la acción están en los autos lanzados a toda velocidad, en las balaceras que dejan los cuerpos como coladores y en imperios fantásticos que mueven ejércitos en reinados donde nadie se queda sin empleo, Six feet under no es para usted. Si para usted la TV es entretenimiento, le recomiendo cambiar de canal. El tipo de adrenalina al que apela Six es emocionalmente honesto y muy peligroso para quienes no están acostumbrados a mirarse a un espejo