Película redonda. Los diálogos llenos de sustancia. La interpretación, sublime. La soledad, la confusión, la amistad, los celos, la crueldad, el machismo, la injusticia y el dolor de vivir magistralmente puestos en escena. Un clásico eterno.

Lo siento. Tras ver esta película preciosa no puedo sumarme a los entusiasmos de las excelentes críticas que ustedes han hecho. La historia no se tiene en pie y, personalmente, sigo esperando una historia cuando voy al cine y no sólo, aunque lo disfruto, hermosísimas imágenes y fantásticos actores.

Pues a mí me gustó mucho la película y me hizo pensar, algo que se agradece tanto en estos tiempos de cine banal, todo acción y distracción. Sí, las preguntas del concurso decepcionan y los alumnos quinceañeros son anormalmente formalitos e infantiles. Pero es igual. El film nos habla de un profesor que quiere EDUCAR a través de los clásicos (qué bien traído en estos momentos de ministros empollones y derogadores), convencido de que la biografía de un sujeto está en su carácter y que éste puede ser moldeado. Pero la familia imprime su marchamo y el niño tal vez no podrá liberarse. Y el profesor puede ser injusto y puede equivocarse. Se disfruta la calma y la serenidad en las que transcurre la historia, excepcionalmente protagonizada por Kline. Yo quiero más cine de esta calidad, aunque el empolvado del cabello resulte patético.

Azucarada, cursi, muy austriaca y siempre un placer. Hay números impagables y todo rezuma un regustillo muy vienés. No lo puedo evitar, veo el exceso de acaramelamiento y me sigue gustando este clásico, con su dosis de drama. La escena de las marionetas es una maravilla.

Pues, miren, la película topiquera y de grueso trazo me hizo reir una, otra, otra, otra y otra vez. Poder hacer bromas con lo que ha causado tragedias sin cuento es todo un logro y hacer reir a los malagueños, gente amable y sufrida donde las haya, es un mérito. Lo señalo porque, siendo de origen vasco, vi esta película en Málaga. Excelentes Carmen Machi y Karra Elejalde.