Sólo vivimos una vez. Tan sólo estamos aquí unos años y luego nuestra memoria desaparece con nosotros y más tarde con la gente que nos ha querido: hijos, amigos, parejas, en algunos casos nuestros padres, nuestra familia...

No voy a entrar a valorar si esta serie defiende o vende el estilo de vida americano. Lo que si defiende es la vida que nos ha tocado vivir. Por suerte no hemos nacido en algún lugar marginal donde el precio de la vida ni existe. Somos lo que somos, estamos donde estamos y, por suerte para nosotros, puede llegar a nuestras manos una producción audiovisual tan brillante cómo "A dos metros bajo tierra".

Ésta serie defiende a capa y espada que elijas vivir la vida como te de la gana. Si no te gusta la hipocresia europea o americana pués entonces vete donde seas de ayuda... Si eso es lo que te hace feliz; porque esta serie, de una forma tan natural como la vida y la muerte mismas, nos desafia a ser felices. Nos cuenta que vamos a pasar momentos duros, que vamos a estar perdidos, que vamos a tener dudas existenciales, que vamos a perder a seres queridos, que por momentos vamos a volvernos locos... Esto es la vida. Y al final todos vamos a terminar a dos metros bajo tierra. Así que tu actitud ante lo que sabes inevitable es lo que te va a permitir ser feliz. Que cada cual se tome esto como quiera. Puedes aceptarlo o no, respetarlo o no. Pero es así.

En lo referente a la serie como producto decir que Alan Ball ha creado una de las mejores series de la historia de la televisión. Los personajes llegan a la perfección tanto por la interpretación de los actores (soberbio Michael C. Hall) cómo por su humanidad. Inevitablemente cualquier persona que disfrute de esta serie se verá reflejado en cualquier personaje o en cualquiera de sus actitudes, pensamientos y miedos. La puesta en escena es plácida, natural... Fluye cómo la vida misma. La familia Fisher se pone a la altura de una generación tan compleja cómo son los Buendía en "100 años de Soledad" de Gabriel García Márquez. La serie, cómo nosotros, no hace más que madurar con el paso del tiempo y cada temporada que pasa enriquece lo que ya hemos visto.

Cómo última observación señalar que el final de "A dos metros bajo tierra" es perfecto y sublime. Pasarán muchos años para que una serie, de un nivel ya de por si excelente, consiga ponerle el punto y final a su historia de una forma tan bella y titánica; tanto, que el final parece pensado y escrito por cada espectador que ha podido deleitarse con esta joya del audiovisual contemporáneo.

Parafraseando a Ricky (West Bentley), el hijo del Conorel Frank Fitts (Chris Cooper), en American Beauty: "A veces hay tantísima belleza en el mundo que siento que no lo aguanto". Es lo que me ocurre con HBO. Después de ver Los Soprano crees que jamás verás algo mejor y entonces descubres SIX FEET UNDER. Entonces piensas y llegas a la conclusión de que no habrá serie capaz de alcanzar su nivel. Y entonces, para deleite de tus sentidos, das con The Wire. Llega a ti por casualidad. Sin prejuicios, sin criticas que enturbien tu opinión... Simplemente llega; cómo cuando pierdes tu virginidad. Y en tu interior das las gracias a la HBO y a su arriesgada apuesta de calidad y contundencia.

El repaso que esta maravilla de serie da a todos los estamentos de la sociedad es preciso, inteligente y sublime. No nos engañemos. The Wire dice todo lo que nadie quiere decir y muestra todo lo que no queremos ver. Y lo hace de una forma tan sutil y paciente que alcanza la perfección. En este caso deconstruye la ciudad y la sociedad de Baltimore, pero podría ser cualquier sitio.

The Wire adquiere dimensiones épicas. Muchos de sus personajes están al nivel de las grandes leyendas de la historia del cine: Stringer Bell, Ommar Little, Jimmy McNulty, Lester Freamon, Marlo Stanfield... Es como paladear western crepuscular; donde los buenos no lo son tanto y los malos no dejan de regalar lecciones de ética y moral envueltas en papel de violencia. Hay momentos de esta serie que no tienen nada que envidiarle a "Sin Perdón".

Como le dice Stringer Bell a Avon Barksdale, y en referencia a todo el caudal de calidad que nos ha ofrecido HBO con series de este calibre:

"We ain´t gotta dream no more, man"...

Adoro el Western Crepuscular. Adoro el Western que se narra cómo realmente sucedió sin perder un ápice de le épica del más puro "Western Hollywoodiano". Adoro el Western que muestra la sociedad americana tal y cómo era -sálvese quien pueda-. Adoro a Clint Eastwood. En definitiva, adoro "SIN PERDÓN" que, sin duda alguna, se haya en la cúspide de este tipo de cine.

Nos cuenta la leyenda que en el lejano, lejano Oeste los malos siempre eran los indios. Que los buenos siempre eran los blancos con el Sheriff a la cabeza. Nos cuenta que se mataba por defender lo que era tuyo (entendido cómo "llego aquí y esto es mio"). Se nos habla de unos valores sin los cuales los Estados Unidos de América no serían lo que son hoy. Pero todos sabemos que clase de sociedad capitalista e imperialista es hoy dia. Así pues deducimos que lo que interesaba y siempre ha interesado por esos lares son dinero y poder. ¿Y qué demonios buscan los protagonistas de "Sin Perdon"? Algunos dinero, otros poder.

Así pues llega Clint Eastwood y rueda su obra cumbre. Aúna lo mejor de la fantasía, la épica y la leyenda (Western Clásico) con la cruda realidad (Western Crepuscular). Coge lo mejor de Ford y lo mejor de Leone y crea lo mejor de Eastwood. El legendario director nos dibuja un Oeste duro... En el cual no existe ni el perdón ni la leyenda. Ni los buenos ni los malos. Sólo personas de carne y huesos que actúan según sus intereses y nunca suegún los de los demás. NUNCA.

Y precisamente es esa falta de épica de William Munny (Clint Eastwood) lo que hace de éste personaje una leyenda. Valga una frase para darse cuenta:

"Cuando se trata de matar siempre he tenido suerte"...