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Estados Unidos Estados Unidos · New York
Críticas de Lucien
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Críticas 178
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Somos lo que comemos: Un experimento con gemelos (Miniserie de TV)
MiniserieDocumental
Estados Unidos2024
5,4
344
6
9 de enero de 2024
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta reseña ofrece mi impresión sobre lo que el espectador encontrará (satifactorio e insatisfactorio) en este documental. Ya a partir del título, "Somos lo que comemos: un experimento con gemelos" se hace manifiesta una cierta escisión de intenciones. Nos encontramos con un documental que quiere ser dos cosas a la vez, sin determinarse a ser una cosa o la otra.

De un lado, ("Somos los que comemos") el documental ofrece una mirada crítica sobre la industria animal: su impacto medioambiental, su efecto en la salud. De otro, ofrece tiene su anclaje en una experimento elaborado a partir de la experiencia de cuatro parejas de hermanos gemelos. En mi opinión, lo que hace de este documental un tanto decepcionante es que no termina de ser convincente (o del todo efectivo) en ninguno de los dos apartados. Como crítica de la industria animal, la argumentación, aun siendo justísima, peca de simplismo, efectismo, además de oficiar como propaganda de personalidades demasiado involucradas (políticos demócratas del este estadounidense, chefs, activistas, miembros de Impossible Burgers, etc.) como para ofrecer argumentos convincentes y neutrales. Tampoco establece una conexión importante con dos fuerzas importantes en este y otros tantos temas: capitalismo y colonialismo, así que toda crítica se queda en la parte más superficial de sus propios argumentos. Al mismo tiempo, la presencia de pasajes autopropagandísticos fácilmente deslizan su crítica irrefutable hacia planteamientos sospechosos de ser tendenciosos y sesgados. Y eso es una lástima. No era preciso caer en lo propagandístico para cumplir con un objetivo de denuncia justo. Tampoco es honesto con los problemas autocríticos que también existen en los programas dietéticos veganos (como el hecho de una presencia peligrosa de azúcares y de alimentos altamente procesados como Impossible Foods), ni tampoco desmonta el prejuicio existente en relación con platos carentes de un componente animal. Más productivo hubiera sido romper con el sesgo que preside en nuestra sociedad: toda comida deliciosa lo es y existen suficientes opciones no animales como para circundar el consumo de carne y pescado. El mensaje más efectivo sería: prueba estos platos, porque no necesitas depender en productor animales de cuestionable origen, cuando tienes estas sabrosas alternativas, que son deliciosas, buenas para ti y para el medio ambiente. En su lugar opta por hacer propaganda de falsas hamburguesas, como si ello realmente cambiara el juego del capitalismo y de la explotación colonial (con enorme impacto, además, en comunidades racializadas).

Del otro lado ("Un experimento con gemelos"), el que, personalmente, más alimentaba mi curiosidad (puesto que existen otros productos audiovisuales sobre el primero de los enfoques), el documento podría haber organizado el experimento de manera más atenta. El documental se inicia con esta atención a los gemelos, pero después prácticamente los olvida. Salta semanas enteras sin atender a su rica experiencia humana. Obvia el valor de su experiencia (planes alimentarios, pros y contras, etc.) que tan poderoso pudiera haber resultado. Esta dimensión hubiera podido inspirar a numerosas personas interesadas en situaciones análogas. Hace un buen trabajo cuestionamiento los índices de BMI y la peligrosa identificación entre peso y salud, sin otros factores igualmente importantes (como el volumen de grasa y el porcentaje de crecimiento muscular).

Dicho todo esto, se trata de un producto interesante, informativo, comprometido con causas importantes. Es solo lástima que no hayan organizado el material de una manera convincente u ordenada, y que no hayan tomado partida por una vía u otra (crítica de la industria animal o seguimiento del experimento social con gemelos). Al final se queda como un producto híbrido (ni chicha ni limoná). El producto final no es del todo satisfactorio. Solo convencerá a los ya convertidoss sin darles una orientación a quienes no lo están sobre cómo evitar la centralidad de una dieta animal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lucien
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Las Hurdes (Tierra sin pan)
MediometrajeDocumental
España1933
7,4
7.874
Documental
2
21 de junio de 2023
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Pornomiseria: cine de explotación que transforma a los seres humanos en objetos de exhibición y que los deshumaniza. Hay quien fija el nacimiento de esta forma fílmica en el cine colombiano de los 70 ("Agarrando Pueblo"), pero ya anterior a la acuñación existen "Las Hurdes" de Buñuel. Resulta difícil conciliar el supuesto objetivo de denuncia del director con la utilización exhibicionista y manipuladora de los mismos empobrecidos a quienes se supone intentar ayudar. En el fondo, lo que llama a Buñuel a las Hurdes no es otra cosa que el morbo, el deseo de un incendio escándalo lejanamente basado en hechos reales. No se confunda esto con un documental. Pues aquí no hay selección de datos del natural sino una teatralización forzada de situaciones programadas para hacer de un pueblo y su gente un material surrealista.

Hay mucho que se pueda decir del talento del director de Calanda, pero aquí, por desgracia, se imbrica demasiado la agudeza visual no solo con la explotación humana sino especialmente con la violencia animal, en buena medida provocada y coreografiada por el director. Si bien la pornomiseria tiende a enfocarse en la deshumanización de los seres, aquí también se refocila en la tortura: la decapitación de gallos, burros untados con miel para que sean devorados por las abejas, cabras acometidas a base de pistola o sencillamente agarradas y tiradas a un barranco, para la filmación de instante, con una gratuidad, que, para mi gusto, resulta intolerable. ¿Era esta crueldad realmente necesaria? ¿Por qué no se limitó Buñuel a poner el objetivo en lo real, a dejar hablar a sus gentes? No, eso dejaría al director en un testigo de la realidad y él deseaba todavía ser protagonista. Tenía que ordenar la pobreza ajena para el espectador. Tenía que convertir esos rostros en muñecos para su estigmatización, uso y abuso, y deshecho. Había que poner a un narrador en off, con empaque francófono recitándonos el cuadro moral de un naufragio, por supuesto muy español, porque esta pobreza no pasa en Detroit o en Reino Unido. Había que hacerlo así y después sentarse con un puro habano haciendo chistes sobre la virginidad de un buen vermouth en medio de la pobreza o elucubrar las fantasías sexuales sobre el sacerdote mismo que les prestó techo. Y lo que más faltaba, al parecer, era un espejo con el que mirar Buñuel su propio rostro de voyeurista deformado.

Celebrémoslo pues tanto nos honra. Buñuel va a las Hurdes con su tropa francesa, tras años de bohemia parisina y lleva a Francia una miseria patria prefabricada para el escándalo de las mentes bien pensantes de la capital de la cultura. Seducidos por el clasismo del blanco y negro, de la firma de nombradía, de una autocomplacencia en la "cultura" que no es sino otro perfil del esnobismo, se llena la plaza mayor en esta plataforma de aplausos huecos.

Que sí, que nadie niega ni el talento visual ocasional ni el impacto social que probablemente llevara las ayudas de años más tardes a la región de las Hurdes. Pero nadie se engañe pensando que había un propósito de misionero desprendido en el director, que un día se vestía de monja y otro iba capturando "cretins" con la cámara con un sadismo propio del circo finisecular del XIX. Aquí no hay voluntad por oír, de "rescatar", aquí hay un clínex con rostro demasiado humano.

No le doy un 1 por el oficio y el impacto social. Por lo demás se trata de un ejemplo más de pornomiseria miserable para gafapastas a quienes el esteticismo les duele más que el abuso a los niños, pobres y animales.
Lucien
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8
1 de agosto de 2022
22 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta siempre tentador (y problemático por lo sesgado) ver en cada película firmada por Jordan Peele alguna forma de alegoría racial. Sin embargo, esta vez, pese a la importancia que supone la presencia de un duo afroamericano como protagonista de este western alienígena y el metacomentario revelador sobre el silenciamiento del aporte afroamericano en el medio cinematográfico, el meollo de la cosa no reside (al menos no solo) ahí. Basta hacerle caso por una vez al director, que de manera elocuente ha explicado el objetivo del film en varias entrevistas. A ver, no por ser afroamericano tiene Peele que hacer del discurso racial su santo y seña.

Esta película en realidad ofrece un cuestionamiento irónico de la idea de espectáculo, de la peligrosa relación que hemos desarrollado con aquello que desafía nuestra razón y que queremos controlar y mercantilizar. Nos invita a hacernos varias preguntas: ¿hasta qué punto es ética nuestra insaciable afición por la imagen?, ¿hasta dónde podríamos llegar para documentar con los ojos o la cámara aquello que trasciende lo ordinario? Es por la naturaleza de estas preguntas que "Nope" debería entenderse por lo menos en un doble plano: como un acto celebratorio de lo que puede llegar a plasmar el séptimo arte (sobre todo, ahora que volvemos al espacio mágico de los cines) y como una fábula cautelar de esta hubris tan humana, en especial en la época en la vivimos tan poblada de "tik-toks" y "realities". En ultimo término, Peele comparte con nosotros un metacomentario irónico sobre el cine y el medio audiovisual: qué nos lleva a hacia el entretenimiento visual y en qué sentido ese impulso irracional puede ser enormemente problemático. "Nope" es, en suma, un autocuestionamiento del impulso primario que guía el séptimo arte, bajo la apariencia de un thriller extraordinario sobre extraterrestres.

No entraré en explicar el argumento, porque, además de sencillísimo, puede ser hallado dondequiera. Lo que haré aquí será explicar la conexión temática que existe entre las dos tramas de la historia. (Lo que sigue no es en ningún modo "spoiler"). En una de las tramas, somos testigos del perturbador arranque de violencia de un chimpancé en un plató de televisión. En la otra, asistimos a la lucha que se establece entre los hermanos protagonistas y lo que parece ser una nave espacial. Muchos espectadores se van sentir confundidos por la yuxtaposición de estas dos tramas. Sin embargo, si retomamos el tema inicial, podremos entender el objetivo del director. En ambos casos, nos encontramos con dos temas fundamentales: por un lado nuestra sed de mirar y nuestro deseo amoral de hacer caja a partir de lo insólito. En el contexto de esta lección moral, ambas tramas investigan nuestra relación con la idea de espectáculo, hasta qué punto nos sentimos con el control de cabalgar a lomos de lo inexplicable o lo que nos supera. Que el protagonista sea un entrenador de caballos funciona, por cierto, aquí en varios planos de significado: como guiño del género western (quintaesencialmente "white") y en relación con nuestra voluntad por domesticar lo salvaje.*

En una escena crucial que se repite, la cámara nos invita a examinar cómo, durante el ataque de violencia del chimpancé, el zapato de una víctima inexplicablemente desafía el movimiento ordinario de la gravedad y se queda parado casi por arte de magia. No es baladí, ese zapato es el llamado a mirar lo insólito: una sinécdoque de la raíz de la que surge el cine como arte. En otra escena, asistimos a la inconcebible presencia de extraterrestres en un mundo como el nuestro. Alguien ha habido que ha considerado dos películas en una. En realidad, no es así; son el anverso y reverso complementario de una idéntica preocupación (que además sirve de exposición al retrato psicológico de uno de los personajes, Ricky). En ambos casos, nos enfrentamos a hechos insólitos, casi inconcebibles. En ambos, frente a lo insólito, nuestra primera reacción es ver, luego documentar y grabar, e inmediatamente sacar provecho económico. Como las masas que sacan el móvil para grabar un acto de violencia en la calle en lugar de ayudar a una persona. En lugar de respetar cuanto no comprendemos, intentamos explotarlo, capturarlo morbosamente. Tal arrogancia no está exenta de peligro: como aquel que por hacerse una selfie termina cayéndose por un barranco, también nosotros podemos caer cuesta abajo cuando nos confronte lo inexplicable.

Irónicamente, ¿no es esta misma morbosidad la que nos lleva al cine violento, la pornografía, las confrontaciones baratas de los programas del corazón? ¿No es esa misma motivación la que nos llevó al cine a ver esta película? En efecto, he aquí la irónica propuesta del director. Peele nos da como espectadores la oportunidad de darnos a la glotonería de mirar lo espectacular mientras la película misma que miramos se cuestiona la falta de compás ético que hay detrás de este deseo. Es por ello que una y otra vez los personajes nos recuerdan que, frente a lo sagrado ominoso, debemos bajar los ojos y renunciar a la mirar, casi como si estuviéramos en una iglesia (bueno, y fuéramos creyentes). Quizá para salvarnos, deberíamos agacharnos, admitir nuestra pequeñez.

Asimismo, en lugar de reafirmarnos en la arrogancia de ver, el director nos recuerda el instinto contrario que se produce en las películas de miedo: la de cubrirnos los ojos, seguir mirando por detrás de una mano, torturados por el deseo de ver aquello que no deberíamos ver. La tentación de lo prohibido. Que la película nos diga "nope" debe entenderse en estas coordenadas. No solo funciona como una referencia al habla coloquial afrocamericana, sino también como un recordatorio ético, pues lo mirado, no se puede "desmirar" (unsee), no se puede dejar de ver aquello que fue visto. ¡Qué irónico que para ello, Peele nos ofrezca este festín imperdible de espectacularidad!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lucien
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7
25 de junio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"So Dark the Night" es una esas películas pensadas para los fans del cine negro, una película que raya en el borde de la brillantez, pero que se ve lastimada por algunos defectos inescapables, derivadas de un mal reparto y un guión con altibajos.

El argumento es simple: Henri Cassan es un detective de la policía francesa que ha invertido lo mejor de sus años en su profesión. Cansado de crímenes se refugia en la campiña con el sueño de disfrutar de una vida tranquila. Allí se enamora de una joven, la cual, aunque ya prometida, le corresponde tiernamente. Una serie de crímenes trastornará los planos de la pareja.

La película tiene a su favor una cinematografía excelente. Merecen mención los dramáticos zooms y contrapicados, el brillante uso del marco y reflejos, y el uso original, típico, del noir, de luces y sombras.

La cinta goza además de un Steven Geray (Gilda, All About Eve) en plena forma. Sin alterar el ceño, el actor es capaz de expresar las emociones que transcurren en el corazón de Henri Cassan.

El tercero de los factores que considero positivo es al giro argumental (aunque de seguro exige una suspensión de la incredulidad extremo). Sin que desvele nada aquí, la resolución del caso resulta bastante original para la época, con una vuelta de tuerca psicológica realmente inesperada.

Es lástima que el elenco de esté a la altura. Con la excepción de Geray, el resto del reparto hace un trabajo en general mediocre. La elección de Michele Cheirel es un desacierto para el papel de joven inocente. Tampoco los aspavientos ajenos o la inexpresividad circundante ayudan mucho.

Finalmente, más allá de los aspectos ya avejentados del cine de los 40, puede dar la impresión de que el final se saca un as de la manga. El director podía haber afinado un poco mejor el desarrollo argumental para darle una mayor coherencia a la historia.

"So Dark the Night" es, con todo, una película que merece revalorización. Sirva esta película como reivindicación del cine de Joseph Lewis.
Lucien
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7
24 de febrero de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Finalmente, tras una considerable demora di en ver "Roma". Confieso que se confirmaron mis sospechas, tanto las positivas como las no tan positivas. En esencia, "Roma" me parece un film necesario e importante, hecho con eficiencia artística y técnica, pero en el que se dan cita contradicciones de fondo y forma, éticos y estéticos que socavan sus propias posibilidades.

Del lado de las luces, cabe decir que Cuarón abre la cortina una visibilización urgente de la subalternidad (de género, clase y étnica). Las respuestas racistas y sexistas que se han concitado en la prensa estos meses no hacen sino demostrar cuán necesaria era esta vacuna de diversidad y realidad para nuestro panorama social. No puedo sino celebrar con alborozo el protagonismo de Yulitza Aparicio, pese a las limitaciones de guión, ni la presencia del hermoso idioma mixteco. Tampoco puedo escatimar mi admiración por escenas particularmente brillantes. Acuden a mi memoria la poética toma inicial (que también cierra el filme), el tributo a Proust, las intensísimas escenas en el hospital y la playa y el tributo quizá fellinesco en las escenas del campo de entrenamiento y la fiesta de año nuevo.
Y con todo, confieso que me siento insatisfecho con la película de Cuarón. La aprecio, la valoro, pero me falla en puntos esenciales.

Se ha dicho, y no sin algún fundamento, que una de las fallas de "Roma" radica en su falta de argumento. Ello no me parece exactamente cierto: no es tanto que no haya una trama (que la hay) como que esta es radicalmente plana y casi estereotípica. Inténtese explicar de qué va la película a cualquier persona y uno se verá atorado ante su simplismo. Se podría objetar que la opresión de la mujer indígena por parte de una egoísta clase burguesa en un marco social fundamentalmente sexista y racista requería de una plasmación de una historia tópica. La historia de Cleo debía ser en buena medida una representación de las millones de Cleo que viven en dichas condiciones de anulación vital, no solo en México, sino en Latinoamérica y, con las extrapolaciones necesarias, en otras partes del mundo. Ahora bien, el problema de una representación fundada en la descaracterización individual es que lega la suerte de la protagonista a una suerte de indiferenciación que hace su destino prescindible. Cleo deja de ser un personaje único e individual para ejercer de símbolo social. Ella pasa a ser un espacio vacío donde se concita el prejuicio; es decir, la ausente en esta historia es la propia protagonista.

Finalmente, la raíz de mis problemas con "Roma" parte del punto de vista elegido por el director, uno con el que desde éticamente no puedo concordar. Cuarón decide hacer un homenaje a su niñera, Libo, pero decide hacerlo a partir de SU punto de vista de niño nostálgico. En lugar de ponerse (ponernos) en la piel de aquella a quien se homenajea, se afirma en el terreno de una evocación narcisista. "Roma" es una exploración esteticista anclada en una lente de infancia idealizada. Esta opción, explica los vacíos que reparte la película. Sin embargo, lejos de hacer justicia con un retrato de la opresión de género, clase y raza, se limita a sí misma a ser un buceo poético que contradice y sesga la crudeza de la realidad social de Cleo. La protagonista en este paseo por hermosos fotogramas es una pasajera más a la que no se ha preguntado nada. La estética suaviza una posición ética que requería de otros ojos. Las Cleos del mundo siguen viéndose a través de "Roma" esencialmente como lo mismo, sujetos pasivos de su propia vida, estoicismos sin asomos de vida individual. Cleo vuelve a ser "la india en condiciones de explotación": bienvenidos al cliché. En lugar de hacer una película sobre Cleo, Cuarón la ha hecho sobre sus nostálgicas memorias. (It's about him remembering her; don't be fooled.) Y tal vez esto es lo único que moralmente podía permitirse el director. El problema es que con ello se hermosea lo injusto, se reinvisibiliza al ser invisible y se objetiviza de nuevo por medio de clichés aquel sujeto a quien supuestamente se rendía tributo. La opción esteticista se convierte en apropiación y máscara, tan poderosa visualmente como vacía de auténtica empatía y compromiso.
"Roma" mira a Cleo desde la valla de la incomprensión, desde una externalización por muchos momentos sin alma de la protagonista. Lo que sobra de contemplación behaviorista falta en emoción, lo que sobra en clichés falta en dimensión individual. Y sí, hay clímax emocionales, pero siempre desde una comodificación del otro. Triste es que la gran ausente de este film sea la propia individualidad de la protagonista, cordero sacrificial para su dilentatismo cinéfilo (Wajda, Tarr, Tarkovsky y ecos de neorrealismo italiano).

Si gana esta noche en los Óscars, "Roma" será un triunfo para todos los hispanos, puesto que es una película importante que nos representa. Pero, con todo, no es la película que las Libos o Cleos del mundo se merecen. Aún no. Seguiremos esperando.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lucien
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