Decir que es pronto para emitir una valoración sobre una serie de este calibre en la HBO es una tontería. El episodio piloto no es más que un reflejo del gran potencial de la serie, y a su vez, del gran potencial de los libros en los cuáles está basada la serie. Es cierto, la HBO no es garantía de nada, ahí está "True Blood", un desvarío del fabuloso guionista (y humanista) que está hecho Alan Ball, pero en términos de porcentaje el 90% de las veces es bueno confiar en la cadena.

Dicho ésto, se percibe un enorme nivel de devoción artística desde que aparecen los créditos. La originalidad cogida de la mano del pragmatismo de los creadores, que tal vez hayan pensado que para los espectadores ajenos a las novelas les sentaría bien situar y situarse geográficamente a sí mismos en la historia.

El resto de metraje, de momento, nos dice lo siguiente:

-La historia es un entramado de traiciones, ansias de poder, lujuria desenfrenada, juego de lealtades y todas esas cosas que hemos visto decenas de veces en otras recreaciones medievales o fantásticas. La diferencia radica en que la fuente que proviene a la serie del guión a tratar sabe conjugar todos esos ingredientes elevando la intriga, la excitación y la empatía con los personajes a niveles pocas veces vistos. En "El señor de los anillos", por ejemplo, uno de los problemas radicaba en el maniqueísmo. Pues bien, aquí eso no existe.

-El cast es perfecto. Se había cuestionado a Lena Headey incluso antes de emitirse el primer capítulo. Pues bien, esta señorita de ojos penetrantes y mirada analítica es fría, pasional, calculadora y egoísta y lo ha demostrado en un sólo capítulo. Emily Clarke también ha hecho magia con su mirada. La actriz que interpreta a Arya más de lo mismo. Si unos actores son capaces de hacer grandes cosas con solo su mirada, no quiero ni pensar que harán en plenas facultades interpretativas.

-Ramin Djawadi logra transmitirnos la épica de la historia, pero le recomiendo a este señor que abandone sus, a vece efectistas y monótonas melodías por otras con giros melódicos más sorprendentes.

Y nada más...por el momento. Winter is coming...y también la mejor serie del 2011.

Así es como me quedé yo tras ver la película. Un último aliento, un último suspiro era lo que me quedaba, al igual que su protagonista. En mi caso, metafóricamente hablando. Me refiero a esa intensa y casi exhausta sensación que te puede llegar a producir una película como ésta.

Una película que, al igual que "Six Feet Under", te desafía a que plantes cara a todos tus problemas y que por muy banales o cruciales que sean, no dejes que te superen. Al fin y al cabo, la vida se acaba y merece ser vivida.

La pretenciosidad y el "gafapastismo" de Coixet es cuestionable. Pero la sincera, abierta y transparente emotividad del film, simplemente, es algo no-discutible. A una película debería pedirsele mucho más que entretener. Esta película, entretiene y conmueve.

Gracias, gracias a Sarah Polley, a Coixet, y a todas esas escenas de tardes lluviosas, canciones frágiles y de cristal. Creo que he comprendido el mensaje: pisar la hierba fuerte, porque no será ella quién mañana no esté, sino tú. Yo. Todos.

Muchas veces leo a gente tan ensimismada en describir la grandeza de una serie como si esta fuera lo suficientemente irracional y trascendente que no se pudiese describir de modo racional.

Breaking Bad también es grande.
Y sí, también se puede describir y desmenuzar minuiciosamente, como un lenguado. Bueno, no, oigan. Como el pez más jodidamente lujoso que hayan podido ustedes catar. En un primer vistazo, nos da la impresión de que asistimos a la misma historia de los dilemas morales de siempre.

A veces es un médico, otras veces es un gángster, un policía, y esta vez ha tocado un químico convertido a traficante. La diferencia esencial entre esas tantas historias sobre dilemas éticos se basa tanto en las formas como en el contenido.

En primer lugar, la estética y la ambientación se mueven entre un minimalismo inquietante y sórdido, muy realista. La propia serie ha encontrado su propio estilo visual en este sentido, y eso se agradece. Partiendo de esa base, la serie ya es única. Ahí estan esos inicios tan surrealistas y desconcertantes.

En segundo lugar, está la historia. Una historia que nos han contado mil veces, pero que aquí nos cuentan con una credibilidad admirable. La evolución del personaje principal, a nivel ético, es narrada detalle al detalle. No son los discursos de los personajes los que nos hablan de ellos mismos, sino los hechos en los que se ven envueltos.

Así pues, tras la mirada analítica de las situaciones en las que se ven envueltos, podemos entender a la perfección todas y cada una de las perspectivas y evoluciones de cada personaje. Podemos comprender a un personaje y a su antítesis a la vez. Podemos compadecernos de alguien que en ese momento no merece compasión porque creemos vislumbrar una justificación que el propio personaje ha logrado traspasar de dentro de la pantalla a fuera.

Así pues, es la minuiciosidad de la clásica historia de "El fin justifica los medios" lo que diferencia a Breaking Bad en este caso.

Volviendo a los personajes: no sobra nadie. Todos, absolutamente todos, desde el protagonista encarnado por Bryan Cranston, que por cierto, ofrece una de las interpretaciones más grandes, habidas y por haber; pasando por el carismático abogado de dudosos principios, o asistiendo a las múltiples lecturas de un aparente personaje totalmente plano, como es el cuñado de Walter White, y que finalmente, no resulta ser el típico poli yanki cachondo que cualquier otra serie nos hubiera ofrecido.

Bueno, en realidad, sí resulta serlo. Pero esa no es más que la corteza. La primera capa. Como decía, hemos pescado una auténtica gozada de pez. Pasamos a la siguiente capa. Puro caviar.

Ni excelente ni nefasta, me parece bastante normalilla. No seré yo quien diga que esta serie está a años luz de ser una gran serie, eso se lo dejo a otros. Está claro que la serie no pretende llegar a ser más allá de lo que ya ha logrado ser:

Un peplum con aires modernistas en la puesta en escena, exactamente como ya hiciera Zack Snyder con 300. De hecho, podríamos tomar esta serie como una prolongación de los logros y objetivos de aquella película. Equipararla con Gladiator para alzarla o rebajarla creo que sería un error.

Pese a pertenecer al mismo género, Gladiator es un clásico épico que juega en una liga y con pretensiones distintas. El efectismo de Gladiator jamás se pretendió conseguir mediante el arte de la espada, sino mediante el dramatismo de sus personajes, sus emociones, sus ascensos a la gloria o sus descensos a los infiernos, y como no, mediante una de las mejores bandas sonoras que se van a crear jamás.

Spartacus es pura exhibición de sexo y sangre, algo así como la versión extendida de aquel capítulo de Roma en el que Tito Pullo y Lucio Voreno combatían en la arena. Evidentemente, Spartacus está a años luz de Roma: ni tiene sus diálogos, ni su ambientación tan jodidamente realista, ni sus personajes(Spartacus tiene suerte de tener a un John Hannah capaz de hacer olvidar a su personaje de La Momia).

Spartacus quiere ser 24 en la época de los coliseos. Y lo consigue. Es decir: puro entretenimiento. Pero absolutamente NADA más. Que nadie pretenda vender lo contrario.

Pretender relegar la enrevesada, compleja y mágica historia que es LOST a una concatenación de sinsentidos y atrayentes misterios me parece una manera muy patética de definir lo que esta serie ha supuesto.

Evidentemente, uno puede juzgar toda la serie como una muy entretenida serie de aventuras, cosa que tampoco deja de ser cierta. Pero yo soy de los que piensan que esta serie ha ido más allá, y creo que es una de las series de televisión que ha logrado un mejor retrato y desarrollo psicológico de sus personajes.

Sí, soy de los que piensan que la grandeza de la serie se debe a los personajes. También a los misterios, por supuesto. Pero todos sabemos que los misterios, al igual que Laura Palmer en Twin Peaks, no eran más que la excusa, el McGuffin perfecto.

Lo que ha supuesto LOST para mi ha sido una descripción de una paleta inmensa de personajes ambiguos, atractivos, complejos, con sus errores, con sus fantasmas del pasado.

Personas que sufren, personas que necesitan resarcirse, personas que reciben las consecuencias de lo que dan, y personas que se estrellan, una, dos, y mil veces más, porque así de cruel es el universo y sus gentes.

La poesia y el lirismo subyacente de la obra es lo que hace que esta serie sea algo más. Con la redención como esencia vital de la propia serie y como fuerza motriz, se nos brindan reflexiones morales y metafísicas tan complejas como "¿El fin justifica los medios?", "La venganza", "La redención", "La búsqueda del sentido de la vida", "Fe vs Razón"...

De la mano de una de las mejores bandas sonoras que se han creado para televisión, con ese épico Michael Giacchino. De la mano de uno de los casts más completos y variados, con auténticos monstruos de la interpretación como Terry O'Quinn o Michael Emerson. De la mano de una ambientación que deambula entre el surrealismo y lo exótico.

Y sobretodo, de la mano de unos personajes y unas historias enternecedoras, duras, complejas, conmovedoras, penetrantes, atractivas y sobretodo, insisto, poéticas. La propia historia de John Locke, el alma de la serie, ya se merecería una serie para sí.

No se trata sobre si te gusta una serie con muchos tiros, helicópteros, y ciencia ficción. Se trata de si eres un humanista, un idealista, y buscas una serie que hable del ser humano. Esta es, desde otra faceta que la que ofrece "Six Feet Under", tu auténtica serie. Disfrútala.