Esta serie de ocho episodios comienza muy bien. Hasta más allá de la mitad consigue captar la atención y mantener el misterio. Luego poco a poco se va desinflando hasta quedar en casi nada. Te preguntan "¿te ha gustado?" y respondes "meh". Se queda en una pequeña tontería digna de "la nave del misterio".

No quiero contar mucho porque parte de la trama es desvelar el propósito de "Tranquilium", el resort de descanso y meditación. Quisiera comentar que una familia va porque su hijo se ha ahorcado. Lo más notable es que el hijo lo interpreta Irene Montero tras dos semanas comiendo en el MacDonalds.

No quiero ningunear a Nicole Kidman, pero se le ve tan estropeada, tan ajada... Y no creo que tenga necesidad económica ninguna de seguir trabajando. Me acuerdo de aquellas folklóricas de los 80 que decían que había que retirarse antes de acabar arrastrándose por los escenarios.

Por cierto, que de joven solía bromear diciendo que no quería drogas, que prefería disfrutar de un cuerpo sano mientras pudiera. Y que las drogas las dejaba para la vejez, cuando ya el cuerpo no diera mucho de sí, y necesitara experimentar con la mente. El rollo este de las drogas psicodélicas me ha molado. Quizás esté llegando la hora de descubrir nuevos mundos.

El principal problema de esta película es que se trata de un producto muy local. Si no eres venezolano y no has vivido los acontecimientos que se describen en el prólogo, la película carece de interés. Y esto ocurre porque básicamente las historias quieren reflejar cómo algunos personajes pudieron vivir aquellos días turbulentos. Por poner un ejemplo, es como si hacen una película española donde el trasfondo es el golpe de estado de 1983, y cómo lo vivió una familia de un pueblo de Soria.

Tampoco ayuda la diferencia cultural, porque la forma de actuar de los personajes y las decisiones que toman, no siempre son comprensibles o vistas de forma natural desde nuestra visión actual.

Sé que la economía venezolana no está como para tirar cohetes, pero podrían haber rodado en lugares reales. Se nota mucho que todo está montado (por no decir encajonado) en un escenario.

Típica película de naves espaciales, donde surge algún problema y comienza el conflicto para la tripulación. Y ese conflicto, en lugar de solventarlo, va a más. Por supuesto, con algún personaje obcecado que desoye a los demás.

Es una película con muy poca acción. Transcurre lentamente, aunque no se hace pesada. Tampoco aporta nada nuevo al género. Podría decirse que, aunque correcta, es una película menor.

No esperaba gran cosa de esta película, la verdad sea dicha. Más o menos imaginaba que iba a ser una película de puñetazos con alguna subtrama para que no quedase tan vacía de contenido. Y eso es.

La subtrama consiste en que un pequeño mafiosillo local quiere apropiarse del bar para derribarlo y construir en sus terrenos. Y para de contar, porque ni siquiera han metido una subtrama romántica como tal, donde el protagonista se enamore y encuentre el amor de su vida.

Básicamente es un producto para lucimiento de Jake Gyllenhaal, que se pasa media película sin camisa para lucir su cuerpo machacado en el gimnasio. Pero que no presuma mucho, que ya sabemos lo que le pasó a Máximo Décimo Meridio... Es una pena desaprovechar a un actor talentoso como Gyllenhaal para una película que bien podría haber hecho Bud Spencer en sus mejores tiempos.

Las féminas se regalarán la vista.

He visto dos episodios. Bueno, uno y medio. Menuda turra... Pensaba que la serie iría sobre superación personal de personajes solitarios o algo así, pero básicamente los episodios consisten en un personaje que se pone a hablar en un monólogo interminable en el que va desentrañando su historia. Por lo general, tirando de sentimentalismos.

No es que las interpretaciones sean malas (sólo hay que ver algunos de los protagonistas). Más bien es el concepto.