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Críticas de Gabi Oldman
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Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
2
1 de noviembre de 2015
100 de 155 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine oriental se caracteriza, bajo nuestra mirada occidental y en términos generales, por un especial cuidado de la estética que contribuye a una actitud contemplativa, incluso en el cine de artes marciales donde la acción se hace más protagonista, los silencios cuentan la historia relegando al diálogo como apoyo. Esto hace que, como buenos occidentales obsesionados con etiquetarlo todo, hayamos creado un subgénero llamado “asiático”, que no es otra cosa que una forma diferente de entender un arte. Autores como el maestro Kurosawa, Wan Kar-Wai (Deseando amar, 2000), Park Chan-Wook (Oldboy, 2003) o, en menor medida y bastante más personal, Takashi Miike, han traspasado esa frontera, sin vender su arte.

The Assassin cumple los requisitos de ese cine oriental en cuanto al cuidado preciso de la estética. Una acertada dirección y puesta en escena donde la fotografía tiene el papel de protagonista absoluto. Rodada en un atractivo formato de 4:3, cada fotograma es una delicia visual. Cada imagen por separado podría ser considerada una obra de arte. Y es aquí, en su mayor virtud, donde reside su principal problema: que es una película. Un libro de fotografía le habría salido más barato al director taiwanés Hou Hsiao-Hsien, y yo sería el primero en comprarlo. Pero si hablamos de cine, la exigencia es mayor.

No seamos hipócritas: igual que un típico blockbuster de acción no es malo por sí mismo sino porque suele carecer de sentido y argumento, una cinta con gran poder visual y pretensión de poema metafórico continúa siendo un ejercicio incompleto si no tiene más que eso. Y es que The Assassin tiene un argumento sencillo que se pierde entre las ramas de imágenes y una presencia intermitente de guión. Se trata de una sucesión de bellas fotografías en las que de vez en cuando pasa algo. Literal.

Este tipo de cine, también llamado “gafapastero” (por seguir etiquetando), sea oriental o no, porque ejemplos hay por todo el mundo, tiende más a alimentar el ego del autor, faltando al respeto al público. Unos se sentirán frustrados por creer que no han entendido una supuesta metáfora de hora cuarenta y cinco; otros se indignarán por la tomadura de pelo; y algunos pocos, infravalorando a los anteriores, dirán eso de que se trata de cine para paladares exigentes.
Gabi Oldman
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4
24 de octubre de 2013
52 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas basadas en hechos reales suelen crear polémica; puntos de vista diferentes y miles de ojos que no ven las cosas de igual manera. Pero lo que sí es cierto es que una película no deja de ser buena o mala por el grado de parecido que tenga con esa realidad, de ahí que sea basada y no copiada. No se juzga el qué, sino el cómo.

Dejando de lado la veracidad de los hechos, no del todo correctos según algunas fuentes, el film cuenta la historia del primer barco norteamericano secuestrado en doscientos años, un buque carguero retenido por piratas somalíes, y de cómo su capitán se enfrentó heroicamente a la situación.

Un argumento sencillo, basado en el libro del propio Richard Phillips, que no da para las dos horas y cuarto que dura la película. Sobran minutos por todas partes, desde un inicio que sólo vale para sacar a Catherine Keener en pantalla. Se centra demasiado en el personaje principal, haciéndonos ver lo inteligente y buena persona que es. El resto son personajes completamente planos. Ni siquiera la tripulación, que algo más de importancia debería tener; llegando incluso un momento en el que se deja de hablar de ella, y nadie más sabe.

El director de las dos secuelas de “El caso Bourne”, abusando de planos cortos y secuencias demasiado largas, que producen más aburrimiento que tensión, pretende dar profundidad, creyendo que cambia en ocasiones los roles típicos del género, a una historia que no es más que el diez mil veces visto ensalzamiento a la figura de un héroe. Más un acto de propaganda que de querer hacer cine.

Lo mejor, Tom Hanks. Pero no es ninguna sorpresa viniendo de alguien capaz de bordar un papel aunque le dejes solo en una isla con un cocotero y un balón.
Gabi Oldman
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7
7 de diciembre de 2017
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Continuando la tradición de series británicas dedicadas a la Corona y a la aristocracia británica, con Downton Abbey (2010-2015) primero y Victoria (2016) después, la plataforma por excelencia de las series, Netflix,nos trae su primer gran relato histórico: The Crown, que nos lleva a los primeros años del reinado de Isabel II.
Creada por Peter Morgan, un experto en la figura de la reina, que escribió el guion de The Queen (Stephen Frears, 2006) además de la obra The Audience en la que está basada la serie, y ocuparse de los libretos de otras cintas destacadas como El desafío: Frost contra Nixon (Ron Howard, 2008), cuenta en ésta con el aval de Stephen Daldry (Las horas, 2002) como productor y director de algunos capítulos, para ofrecernos la historia que conocemos desde un punto de vista que no conocemos, o al menos no tanto.
The Crown, tras una poderosa cabecera, no es una serie histórica al uso ni un biopic de Isabel II, sino que va un paso más allá haciendo un análisis profundo del personaje y de las relaciones de poder entre la corona y el gobierno. Todo encaja, hasta la historia más secundaria tiene sentido y, a pesar de las libertades que se hayan podido tomar, se complementa con el resto.
De corte clásico, donde los detalles están cuidados milimétricamente, se nos presenta un drama de época con una ambientación perfecta, por algo es ya la serie de televisión más cara de la historia, con una primera temporada que ha costado 140 millones de euros. Un dato a tener en cuenta en el sentido de apostar por productos de calidad sin que nos engañen con guiones manidos cubiertos de efectos especiales.
Una serie que tiene como principal baza hablar de personas más que de personajes, lo que hay tras la fachada de los nombres que cambiaron el rumbo de la historia, más que sus actos en sí lo que había tras ellos, haciéndolos más humanos, que en definitiva es lo que son. No hay miradas a gloriosos bustos de piedra, ni retratos que representen el esplendor de una nación; aquí los protagonistas se mueven como cualquier mortal, con sus virtudes y flaquezas.
Desde la propia Isabel, a quien da vida una acertadísima Claire Foy que hace propio cada gesto real, hasta el de un personaje tan característico como Winston Churchill en su etapa de decadencia, interpretado magistralmente por John Lithgow, el Trinity de la cuarta temporada de Dexter (2006-2012), que se apropia de cada escena en la que aparece con descarada ironía y malas pulgas. Sin obviar al elegante y orgulloso Jorge VI de Jared Harris, visto en Mad Men; el narcisista Felipe de Edimburgo de Matt Smith, la Undécima encarnación de Doctor Who, quizás el personaje que sufre mayor evolución; la sufridora por su estatus, aunque no lo cambiaría por nada, princesa Margarita de Vanessa Kirby (Everest, Baltasar Kormákur, 2015); el Anthony Eden de Jeremy Northam, secundario de lujo visto en Amistad (Stven Spielberg, 1997) o Invasión(Oliver Hirschbiegel, 2007); la reina Maria de Eileen Atkins, que repite papel por segunda vez tras la televisiva Bertie & Elizabeth (Giles Foster, 2002); o la Reina Madre Isabel de Victoria Hamilton.
Todos ellos componen un cuadro de la aristocracia británica del inicio de la segunda mitad del siglo XX, con más sombras que luces, donde podemos ver que quien ostenta el poder no es tanto como el que presuntamente tiene, o quiere, el poder.
Gabi Oldman
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8
27 de noviembre de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ópera prima de los hermanos Coen, además de una de sus mejores películas, es el rescate del mejor cine negro de los años 40. Una historia oscura y cruda, quizás la más oscura y cruda de los autores, que ya nos anticipa lo que será su estilo. En ésta nos habla del individualismo del ser humano, la codicia y la moral, con una genial ambientación y unos planos que hacen que los silencios no parezcan silencios...
Gabi Oldman
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9
27 de octubre de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roger Corman, uno de los principales nombres del cine de terror y serie b, rodó esta maravilla en tan sólo dos días con un guión escrito, como quién dice y se rumorea que así fue, la tarde de antes junto a otro grande de la serie b como es Charles B. Griffith, a quien Quentin Tarantino dedicó su película “Death Proof”.

Con un presupuesto mínimo, mucha imaginación y ganas de pasarlo bien, la película, aún con demasiadas críticas negativas, está considerada como una de las mejores y más famosas del género y razones para ello no faltan. Es uno de los mayores ejemplos de que no es necesario gastar sacos de dinero para hacer algo bueno.

Una historia disparatada con unos personajes a cual más colgado, mención especial para un breve Jack Nicholson en uno de sus primeros papeles, para un film lleno de humor negro muy retorcido. No existe ese realismo de las películas de terror que conocemos hoy día, y eso le da una fuerza mayor dejando que la imaginación de cada uno juegue su macabro papel.

Una auténtica joya, nada que ver con el remake de 1986, de dudosa utilidad, dirigido por Frank Oz en clave de comedia musical.
Gabi Oldman
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