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España España · Sabadell
Críticas de DrChandra
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
6
22 de junio de 2019
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
O "De dioses y robots"... Y aunque hubiera sido un puntazo titularla "I, Mother" (homenaje al gran Asimov), el título de "I am mother" también le cae bien y entronca con el mensaje subliminal más evidente de esta historia, en el fondo una alegoría sobre la maternidad responsable. Pero más allá de esto, hay algo que ha pasado un tanto desapercibido en los comentarios y que me ha llamado mucho la atención, y es el hecho de que en el relato se cierra un curioso círculo que encierra un mensaje, a mi juicio, preocupante. Es el siguiente:
- El ser humano crea a las máquinas, y desarrolla en ellas la IA.
- Pero el ser humano es destructivo: el hombre es lobo para el hombre.
- Y los peores presagios se cumplen: la catástrofe global y, con ella, la práctica extinción del ser humano y de la vida en la Tierra.
- Pero las máquinas sobreviven, y merced a su IA trazan un plan: regenerar la vida en la Tierra.
- Y las máquinas crean al ser humano, y desarrollan en él una nueva inteligencia, supuestamente cooperativa, no competitiva.
MORALEJA: da igual lo mal que lo hagamos, la tecnología nos salvará.
Un mensaje propio del "homo tecnologicus", muy esperanzador para geeks, nerds y amantes de toda clase de gadgets en general. Pero no. No creo que vaya a ser la tecnología la que nos convierta en el "superhombre nietzschiano", sino que más bien trascenderemos nuestros propios límites (y nuestra dependencia de la tecnología es uno de ellos) cuando seamos capaces de hacer un cambio de paradigma en nuestras vidas, es decir, un cambio de sistema de valores. La protagonista (Hija) se queda a medio camino, promete, pero no se compromete... Lo explico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
DrChandra
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9
8 de enero de 2020
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Messiah”, la reciente propuesta de Netflix, puede ser abordada desde sus carencias o desde sus virtudes, es decir, puede molestar o decepcionar, o, por el contrario, cautivar o motivar, pero lo que me resultaría difícil creer es que a alguien pueda dejarle indiferente. La serie presenta a un personaje central de extraordinario carisma conocido como Al Masih (el “Mesías” del título) quien, aparentemente surgido de la nada al principio, es capaz de suscitar voluntades, remover conciencias y hacerse seguir por heterogéneas masas de gente en diversas partes del mundo sin otra ayuda más que un discurso ambiguamente profético, una rectitud moral que parece incorruptible y algunas acciones que, en momentos clave y desafiando toda lógica, podrían ser calificadas de milagros. En paralelo, conocemos a los coprotagonistas. Un joven sirio huérfano de la guerra, para quien el protagonista se convierte en una especie de padre espiritual; dos agentes de Inteligencia (estadounidense e israelí) de oscuro pasado, escépticos ante el fenómeno social de imprevisibles consecuencias políticas que representa Al Masih, que tratan de desenmascararlo con desigual táctica; y un predicador baptista con una familia disfuncional que arrastra una profunda crisis de fe, pero cuyo encuentro con Al Masih va a cambiar sus vidas.

Todos estos ingredientes se mezclan hábilmente en una narración ágil y ponderada que nos permite conocer la evolución de cada una de las tramas, de las que poco a poco se nos revelan detalles que supuestamente las han de hacer converger con la principal, que no es sino cuál es la verdadera naturaleza y propósito del protagonista. En este sentido, creo que la serie hace de su necesidad virtud, ya que lo que podría ser criticado como falta, ambigüedad o inconsistencia de discurso, o incluso de peso en pantalla de dicho protagonista (Mehdi Dehbi, el actor que encarna convincentemente a Al Masih, no es quien de más minutos goza), los guionistas lo aprovechan para que sea el espectador quien se vaya creando y recreando a lo largo de los capítulos su propia idea acerca del personaje y cuál puede ser realmente su objetivo o “misión”, en una especie de juego en el que sin duda, al igual que les sucede en la serie a todos los personajes principales y secundarios, intervienen las creencias personales. En mi opinión, ese “juego” que proponen funciona a la perfección y, de hecho, es fundamentalmente el que sostiene el interés por la historia.

Otra de las carencias que se podrían aducir (y que se aducen en otras críticas) es una teórica falta de rigor a la hora de presentar a un personaje del calado histórico-religioso de Jesús, trasladado a un contexto actual. Creo que la serie no aspira a ser ni una ficción documental de orden teológico, ni tampoco una estricta trasposición histórica de hechos acaecidos hace dos mil años. Sin embargo, de esos (supuestos) déficits vuelve a hacer virtud porque nos muestra a un protagonista que, a pesar de haber adoptado el genérico nombre de Al Masíh, que lo asociaríamos al concepto que desde el Islam se reserva a la figura de Jesús de Nazaret como profeta, su idiosincrasia es lo suficientemente abierta, indeterminada o “transversal” para que puede ser igualmente asimilable a la de una segunda venida de Cristo redentor (hablando, obviamente, desde el punto de vista cristiano), a un falso profeta, a un astuto embaucador o a un perturbado al que alguien está manejando, y en la propia serie se juega inteligentemente al “despiste” con detalles que podrían avalar cualquiera de las hipótesis que nos planteemos. No creo que sea algo muy distinto a lo que se pudo vivir en la Palestina del siglo I. Lo que sí resulta muy interesante es situar al protagonista en el mundo que conocemos o creemos conocer, como propuesta en la ficción de un experimento sociológico, que obliga al propio espectador a “tomar partido” y cuestionarse sobre sus propias convicciones.

En resumen, en mi opinión es una serie muy recomendable capaz de establecer rápidamente complicidades con el espectador, y entretenerlo en el sentido más amplio de la palabra, es decir, no solo “hacerle pasar el tiempo” sino “hacerle tomar conciencia de nuestro tiempo”, mostrando cómo una sola voz que, literalmente, comienza predicando en el desierto, puede llegar a generar un impulso de cambio en lo personal, en lo social y en lo político. ¿No es eso lo que han perseguido tantas y tantas voces a lo largo de la historia de la humanidad, de entre las cuales quizá sea hoy en día Greta Thunberg la cara más visible? Es cierto que, acabada la primera temporada, hay muchos frentes abiertos y la presunción de que todo está muy “disperso”, pero, ¿qué mejor receta para esperar con interés una segunda? Posiblemente sea una de las mejores series “tapadas” de Netflix en la actual temporada.

Terminaba hace siete meses la reseña calificando la serie como una de las mejores "tapadas" de la temporada en Netflix. Al parecer, una mayoría de usuarios de la plataforma discrepan de este juicio, lo cual, sumado a las expectativas incumplidas de los productores, ha llevado a suspender "sine die" su continuación. No habrá, por tanto, más capítulos: un palo a todos los que sí creímos en las posibilidades de este proyecto. Imagino todo lo que una historia como la de "Messiah" hubiera podido aportar incorporando en su guión los múltiples argumentos socio-políticos y filosóficos de una pandemia mundial como la que vivimos. Hombres y mujeres de poca fe... pero bueno, como dijo nuestro inolvidable Rick Blaine en "Casablanca", "we'll always have Paris": esperemos que Netflix mantenga al menos esta primera (y única) temporada disponible en la cartelera...
DrChandra
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6
27 de abril de 2021
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marte, o, mejor dicho, el viaje tripulado a Marte, está de moda desde hace décadas, con la diferencia de que hoy ya no es mera ciencia ficción sino una posibilidad real sobre la que agencias espaciales públicas y privadas trabajan con vista al medio plazo. Las productoras aprovechan el “tirón” informativo de las misiones no tripuladas que periódicamente alcanzan esa nueva frontera del planeta rojo y explotan en sus ficciones, con mayor o menor acierto, algunos de los problemas que los futuros cosmonautas enfrentarán en su particular odisea, como la soledad absoluta del vacío cósmico, la limitación crucial de recursos a bordo de sus naves, la enorme distancia que les separará de casa, los peligros inherentes a un medio externo hostil para el cual no ha sido “diseñado” el ser humano, la inevitable convivencia en un entorno que podríamos calificar de claustrofóbico, etc., etc. En este sentido, considero que “Stowaway” (‘Polizón’) es una especie de “versión largometraje” de la reciente serie también de Netflix protagonizada por Hilary Swank (y tristemente, ya oficialmente cancelada) “Away”.

Al margen de la homofonía de sendos títulos, creo que las historias tienen muchos puntos de conexión (el ‘leitmotiv’ es el mismo) y, por tanto, comparten algunas virtudes y también carencias. En mi opinión, la muy repetida en reseñas precedentes “falta de ritmo narrativo” no estaría entre los “debe” de esta película. Que el ritmo sea lento, pausado, tranquilo (como lo era también en “Away”) no implica ni ausencia ni inconveniencia. Por muy veloz que sea el ingenio espacial, las distancias son tan incomparablemente enormes que todo se mide con el rasero del largo plazo, y lo más probable es que el día a día a bordo sea lo más similar a nuestras propias rutinas cotidianas, sin sobresaltos, de perfil bajo. La forma narrativa que ello adquiere en la historia es ese ritmo que en algunas reseñas se ha calificado de “cansino”.

Otro de los argumentos que ha llevado a algunas personas a decir de ella que es “aburrida” es el hecho de que “no pasa nada”. Vamos a ver. Todo es una cuestión de expectativas. Si uno afronta “Stowaway” a la espera de encontrar una versión de “Alien” o de “Diez negritos” de Agatha Christie, se ha equivocado de película. Hay incluso quien comenta que el polizón del título le convidaba inicialmente a ver una película de crímenes espaciales, y no lo que al final termina visionando. No es un film de “aventuras espaciales” en la prolija línea de “Star Trek”, “Star Wars”, la mencionada “Alien” o ni siquiera de la actual “The Expanse”. Nada que ver. Se trata más bien de un drama ambientado en el espacio, en el contexto de un viaje, más en la línea (y salvando, naturalmente, las inconmensurables distancias) de “2001: odisea en el espacio”. Obviamente, ni desde el punto de vista conceptual ni menos aún desde el artístico se puede comparar esta película con la obra magna de Kubrick, pero sí que ambas comparten el enfoque de plantear al espectador, con verosimilitud plausible, las dificultades que entraña la exploración de un medio inhóspito como el espacio, y los dilemas morales, éticos y emocionales que en el contexto de situaciones extremas límite, que abocan al ser humano a decidir a cara o cruz, blanco o negro, sin matices, se recrean para los pioneros de esa ardua tarea de descubrimiento, en la que se enfrentan a “lo desconocido”, o, al menos, a lo poco conocido, algo a lo que naturalmente no estamos acostumbrados desde nuestra más o menos confortable posición en el seno de las sociedades más ricas y opulentas acá en la Tierra, en las que muy raramente nos vemos obligados a optar por el todo o nada. Cuando al inicio de la actual pandemia, la saturación de pacientes en los hospitales y la escasez de recursos frente a una amenaza nueva y en buena medida desconocida, obligó al personal sanitario a aplicar protocolos extremos de triaje, en los que se dirimía quién tendría oportunidad de sobrevivir y quién no, hubo gran conmoción social, y el estrés acumulado entre los profesionales les pasó factura. Pues bien, esas situaciones en la inmediata exploración espacial serán probablemente muy frecuentes.

Y ése es el verdadero valor de “Stowaway”, como ya se ha dicho, sugerir una reflexión en torno a esto. A bordo de la Atlas en “Away” se plantearon también dilemas similares. ¿Será necesario redefinir una “nueva ética” válida únicamente para su manejo en la arriesgada exploración espacial que el ser humano apenas está iniciando? Si es el caso, ¿tendrán la capacidad de adaptarse las tripulaciones, los colonos de futuros asentamientos en la Luna o en Marte, a los “nuevos valores” que plantee esa hipotética “nueva ética”? ¿O bastará con definir únicamente estrictos protocolos de actuación, teniendo en cuenta la amplia casuística en relación a los riesgos que se asumen? ¿Cómo redefiniremos el “principio” nunca escrito del “mal menor”? La “gracia” del dilema es, como escribía en mi reseña de “Away”, trasladar al espectador ese "¿y qué haría usted en esa situación?".
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DrChandra
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6
8 de mayo de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El reinado de Cómodo lo tenía todo para ser un tiempo de relativa prosperidad para Roma. Su primera gran decisión como emperador, el tratado de paz con las tribus marcomanas, fue bien acogida por la plebe; eso, sumado al aval de buen gobierno con que durante más de ocho décadas sus predecesores Antoninos (desde Nerva a su padre, Marco Aurelio) manejaron el Imperio, en lo que se ha dado en llamar el ‘siglo de oro’, eran una inmejorable carta de presentación.
Sin embargo, la juventud del nuevo emperador (comienza su reinado en solitario con apenas 19 años), que lo hace poco proclive a ocuparse con responsabilidad de los deberes de la administración, su desconfianza en una institución secular como el Senado, que le crea profundas animadversiones entre las ‘gens’ más notables, su desconocimiento inicial de los mecanismos ocultos del poder, los sucesivos complots, traiciones y falsas lealtades de los que es víctima, el ejercicio despótico y a veces cruel de su poder omnímodo como emperador, y, al fin, una paranoia egocéntrica y megalómana que lo lleva a identificarse con el dios Hércules (una excentricidad que termina resultando ampliamente molesta), hicieron que su reinado de 13 años se caracterizara por continuas tensiones, disputas y revueltas.
Aunque de forma sucinta, dicho bagaje se muestra en esta miniserie semi-documental que, como reza al final, se basa en hechos históricos, conocidos sobre todo a partir de los textos de uno de los personajes encarnados en la serie, el historiador Dión Casio, y del también escritor Herodiano, si bien es cierto que añade elementos de ficción en aras de la enjundia dramática que los guionistas consideran oportuna (como si la vida de Cómodo y su descarnado contexto histórico no la tuvieran ‘per se’). Así mismo, hay también a mi juicio importantes omisiones, como el papel de inusitada tolerancia de Cómodo con los cristianos, que incluso hizo posible la liberación de muchos de ellos esclavizados en Cerdeña, probablemente por influencia de la filocristiana Marcia; la mal reflejada desafección total que sentía por su esposa formal, la emperatriz Brutia Crispina, quien es más que probable que terminara ejecutada en el exilio; y el hecho de que Cómodo fuera zurdo, cuando en la serie aparece diestro. Son algunas… Hubiera sido una buena oportunidad también para contrastar (desde la parte documental) el insólito hecho de que un emperador quisiera devenir gladiador, cuando éstos se regían por estrictos códigos de conducta y llevaban una vida casi, diríamos, monacal, algo obviamente muy alejado del modo de vida de Cómodo. En este sentido, estoy de acuerdo en que el formato escogido no es el más adecuado, ya que las aportaciones de los profesores y autores, a medida que avanza la serie, cada vez son menos relevantes, al margen del juicio sobre la idoneidad de los mismos, cuya elección parece hecha muy en clave del país de la producción, es decir, Estados Unidos (ausencia total de especialistas europeos).
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DrChandra
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6
9 de septiembre de 2020
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
De acuerdo, la serie no es una obra maestra, pero no me parece que sea tan horrible como quieren dar a entender la mayoría de los comentarios de esta sección. Netflix es una plataforma netamente comercial, y compite con sus rivales (HBO, Amazon Prime, Disney, etc.) más en la cantidad y variedad que ofrecer en su catálogo que por la calidad de las producciones. Tal y como está concebido, el "target" del streaming es el bombardeo constante al usuario con estrenos que ni en tiempo de pandemia se ha detenido, al contrario, el consumo de esta modalidad audiovisual se ha disparado en todo el mundo con el confinamiento. Cuando una serie no alcanza las mínimas expectativas aceptables de sus productores, dará igual la calidad de sus guiones o los recursos invertidos, se le dará carpetazo y a otra cosa, dejando quizá a decenas de miles de seguidores con la miel en los labios y sin nueva temporada, ¿quién no se ha encontrado con algún caso? Es lo que estuvo a punto de suceder con "The Expanse", la que seguramente es una de las mejores "space opera" de los últimos años, hasta que, afortunadamente, Prime la rescató de SyFy cuando ésta estaba por cancelarla después de su segunda temporada. Debido al parón en los rodajes, quizá será ahora cuando experimentemos una cierta ralentización en el ritmo de estrenos y podamos así buscar, seleccionar y juzgar mejor las diferentes propuestas.

Y puede ser un buen momento para detenerse un poquito más en "Away". Lo que para otros puede que sea una carencia, para mí es una de las principales virtudes de la serie, y es que se trata de una propuesta muy clásica, sin los alardes ni artificios de la "nueva narrativa" que otros títulos tienen por bandera. No esperemos giros inesperados de guión, superposición de planos temporales, subtramas aparentemente inofensivas que acaban siendo determinantes en la principal, personajes complejos, ambivalentes o desconcertantes, etc. La narración es absolutamente lineal y apenas se permite algunos breves flashbacks, los personajes son arquetipos y los acontecimientos bastante previsibles, y tanto esta primera temporada como cada uno de sus capítulos funcionan bajo la premisa tradicional de planteamiento, nudo y desenlace. Sin embargo, esto la hace una serie accesible a toda clase de público, poco atrevida, sí, pero perfectamente inteligible y, en mi opinión, que "conecta", apelando más al corazón que a la razón.

Además, el buen trabajo interpretativo sobre todo de Josh Charles (Matt Logan) y Mark Ivanir (Misha Popov) abunda en los aspectos dramático-familiares de la historia, efectivamente, más relevantes que los "fantacientíficos", lo que en mi opinión equilibra el peso narrativo de las "tramas terrestres" y las que se desarrollan en la Atlas. Pese a ello, es lógico que las que más nos interesen sean esta últimas, pues no deja de resultar curioso en los tiempos que corren ver cómo reaccionará un grupo de profesionales supuestamente formados y preparados para ello, a un confinamiento total y absoluto de tres años. Es evidente que, aunque en el plano físico el viaje a Marte lo inician cinco tripulantes, pronto nos daremos cuenta de que en plano emocional el viaje está mucho más concurrido: traumas y fantasmas del pasado, conflictos morales, la sensación (real) de aislamiento, la lucha entre el deber y el sentir, el enorme peso de la distancia en las relaciones, etc. Sería deseable que en una próxima temporada se ahondara más en estos aspectos dramáticos, que son lo más relevante de la epopeya.

"Away" no es una serie documental sobre el viaje a Marte. Para eso Netflix ya tiene la serie semidocumental "Marte", de National Geographic, el estreno de cuya tercera temporada parece haberse visto afectado por la pandemia. Quizá por ello el rechazo de una parte de la audiencia, la más afecta a la sci-fi más pura y dura. Sin embargo, que los problemas científicos o pseudocientíficos no sean los más relevantes no significa que no se debieran haber cuidado más. La falla más gruesa que cualquiera puede apreciar es la de las comunicaciones. Hasta bien avanzado el viaje no se comienza a manejar el concepto de "delay" en las mismas, derivado de las grandes distancias recorridas. Pero el retardo en las respuestas, en las conversaciones por radiofrecuencia, tendría que haberse ido revelando de forma progresiva a medida que la Atlas se alejaba de la Luna; hay que pensar que cualquier tipo de señal emitida desde la Luna tarda ya más de un segundo en ser recibida en la Tierra, y otro tanto se demora una señal de respuesta. No es posible que la nave se encuentre a decenas de millones de kilómetros del sistema Tierra-Luna y las comunicaciones entre la tripulación y Control de Misión o sus familiares tengan la misma inmediatez que quien llama a la familia desde su destino vacacional en el Caribe.

Pero tampoco está especialmente cuidado un aspecto dramático como los flashbacks de los protagonistas, lo que les resta credibilidad, especialmente a los de la comandante Emma Green (Hilary Swank). En ellos, ésta aparece con otro peinado, sí, pero con un rostro que en nada nos hace pensar que estemos situados al menos 16 años atrás. Nada que no pudiera resolverse con los preceptivos efectos de maquillaje.

Comprendo que, con todo, a veces pueda dar la impresión de ser una serie sin buenos acabados, como terminada a la carrera, y sería muy deseable que en una próxima temporada (si la hubiera, que espero la haya) estas cosas se cuidaran más. Pese a todo, creo que tiene la capacidad de poner en situación al espectador, hasta de empatizar y cuestionarle "¿y qué harías tú en esa situación?", y de compartir con él ciertos momentos de gran emotividad y hasta de una cierta melancolía y desazón.

En conclusión, una serie hasta el momento discreta pero que cumple su función de entretener, y que, sobre todo, promete, con un buen potencial dramático, unos personajes que aún pueden dar mucho de sí y un elenco carismático.
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DrChandra
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