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Críticas de Talamasca
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
9
1 de junio de 2013
325 de 403 usuarios han encontrado esta crítica útil
El insoportable peso de la vejez, la corrupta pátina que otorga el tiempo, la vida resistiéndose a sucumbir ante la llegada de la decadencia, Peter Pans refugiados en temas de Rafaella Carrá e inyecciones de bótox, desertores del reino de las sombras fingiendo felicidad en decrépitos banquetes, el cinismo, la muerte. La grande bellezza no es sólo un brillante ejercicio formal por parte de su director, el napolitano Paolo Sorrentino, también es un retrato, a veces mordaz, a veces henchido de belleza, de una ciudad y sus gentes, de una Roma que niega su agonía buscando en la gloria de su pasado un antídoto a lo efímero del presente, la Roma del Panteón de Agripa y de la Capilla Sixtina, sí, pero también la Roma de las tetas operadas y de Berlusconi, esa Roma entre dos mundos que se mezclan en la figura de Jep Gambardella (excelente Toni Servillio) cronista, bebedor, atesorador de recuerdos, re dei mondani, con su terraza de fiesta perpetua colgada sobre el Coliseo, toda una metáfora de lo que pretende el film. Un film que quizás por esa necesidad de redención a través de lo artístico construye las imágenes más bellas de Roma nunca vistas en cinta alguna.

Sorrentino construye su edificio cinematográfico de la misma manera que lo hacía con el de Il divo, biografía fragmentada de ese oscuro personaje (¿acaso alguien no lo es en la política italiana?) llamado Giulio Andreotti, un collage de recuerdos e impresiones que huye del relato lineal, del camino trillado por el biopic al uso. Y es que el cine del director trasalpino parece responder a la lógica misma del proceso mental, al modo en como nos persiguen nuestros recuerdos: es, en definitiva, tan caprichoso y tan poco sometido a la lógica como éste. Habrá pues quien acuse (y de hecho lo hace) a su cine de cierta intermitencia e irregularidad, de ser caótico en su estructura sin tener en cuenta que dicho caos forma parte de la esencia misma de su estilo, que es una elección consciente por parte del autor. Sí, Sorrentino es napolitano y en su cine palpita la vorágine y el desenfreno de la metrópoli del sur.

Dicho todo esto resulta en parte comprensible que el Jurado de Cannes 2013 se olvidara de mencionar La grande bellezza entre los galardonados, de incluir su nombre en el Palmarés. La del italiano resulta quizás una apuesta demasiado arriesgada en su arrebatadas formas, en su desinterés por la narrativa tradicional. Algo que, por cierto, compartía con otra de las películas que más polémica y opiniones encontradas causó en su paso por el Palais de festivals, la muy radical Only God forgives. Ambas fueron obviadas por otros relatos más convencionales en su sintaxis narrativa (los riesgos de La vie d’Adele van por otros lados) en lo que supuso una decisión coherente por parte de Spielberg y compañía aunque algo conservadora a nuestro entender. Esto nos llevó a plantearnos si debíamos recomendar el film de Sorrentino universalmente aún siendo nuestro favorito de esta edición del Festival, la respuesta es un absoluto sí. Sí porque creemos en el poder de fascinación que emana de sus imágenes, sí porque entendemos que forma y contenido alcanzan una conjunción sobresaliente, sí porque pensamos que muchos de los que nos leen sienten, como nosotros, la necesidad de comulgar con un código visual dotado de un valor propio, sí finalmente porque consideramos la osadía y el riesgo como una virtud universal. No sabemos si en el ilegible mapa de la distribución nacional La grande bellezza tiene su espacio reservado pero por el sagrado enlace de las Mamachicho y Miguel Ángel que vamos a reclamarlo, son ustedes testigos.
Talamasca
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Llegada del tren a la estación de La Ciotat (C)
CortometrajeDocumental
Francia1896
6,6
6.525
Documental
10
18 de junio de 2011
175 de 192 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios...

Después viajamos en un cohete espacial que se incrustó en el ojo de la luna, fuimos víctimas del diabólico doctor Caligari, estábamos tan hambrientos que comimos sin dudar una bota en los yermos de Alaska, fuimos pisoteados en la escalinata de Odessa, mezclamos nuestras lágrimas con las de la Doncella de Orleans al ser testigos de su pasión, caímos de lo alto del Empire State al descubrir que el amor hace más daño que las balas, fuimos recogidos por un pescador llamado Manuel y que tenía un gran parecido con Spencer Tracy, a Dios pusimos por testigo que jamás volveríamos a pasar hambre, soñamos que la noche pasada habíamos vuelto a Manderley, recordamos a Rosebud mientras agonizábamos entre las lujosas sábanas de Xanadu, cantamos la Marsellesa en el Rick's, brindamos por George Bailey, corrimos junto a Orson Welles por las cloacas de Viena, fuimos felices al volver a pisar los verdes campos de Innisfree, como alcaldes suyos que éramos le dimos a Villar del Río la explicación que le debíamos, nos batimos en el barro junto a siete samurais, aprendimos junto a Apu el significado de la canción del camino, jugamos al ajedrez con la mismísima muerte, descubrimos que el patriotismo es el último refugio de los canallas, conseguimos que Kim Novak volviera de entre los muertos, subimos en ascensor con Shirley McLaine, echamos una mano al tute con Viridiana, apuramos un JTS Brown con Eddie Felson "El rápido", HAL 9000 nos cantó una canción infantil al sentir como se iba entregando al olvido, pasamos mucho miedo en los pasillos de la nave comercial Nostromo, besamos a Fredo Corleone con el beso de la muerte y remontamos un río para encontrar al coronel Walter E. Kurtz.

Sí, vivimos muchas vidas y gracias a los Lumiere...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talamasca
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8
28 de abril de 2008
179 de 226 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez en el cartel lea: "Está usted llegando a Twin Peaks", pero no se engañe, donde está usted llegando es a David Lynch.

Tal vez usted piense que lo importante es saber quien mató a Laura Palmer pero debería darse cuenta que es el mayor Mcguffin de la historia.

Tal vez debería saber que aqui habitan mujeres que llevan leños como si fueran bebés, enanos y gigantes, espíritus del mal encarnados, mancos que guardan terribles secretos... después de todo, este es un lugar sin iglesias.

Seguidores de Jessicas Fletchers y Colombos, no tomen el desvío de la autopista perdida, éste no es su pueblo, digo, su hombre.
Talamasca
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1
6 de abril de 2012
104 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hola amiga emo
suicidarse es de memos,
para que veas que no te escupo,
aquí te presento a mi grupo.

Pintxo, Gazpatxo y Motxilo siempre van contigo,
Cafeolé y Cruasán siempre te ayudarán,
Si hace falta un feo te presento a Morfeo,
con su ayuda sideral nada te puede ir mal.

Si te persiguen las sombras,
no te metas bajo una alfombra,
si te canea el profesor,
no le des una hostia con un extintor.

Mejor hazte grafitera y guarrea las VPO's de Usera,
con tu arte rompedor, parecerán Marina D'Or

Deja los estudios, memoriza el Quijote
mézclalo con rap y monta un buen pitote
Y si tu profe no mola vete a dormir a una chabola
si tu vieja no se calla y tiene voz de cazalla,
revisa sus orejas a ver si tiene agallas.

¡Busca a un Latin King y deja de estudiar,
que tú pa lo que vales es para pintarrajear!
Talamasca
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7
8 de noviembre de 2012
95 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un inicio que podría recordar a la divertidísima saga literaria protagonizada por ese frustrado novelista y profesor de literatura llamado Henry Wilt, En la casa nos sitúa en un instituto cualquiera repleto de típicos alumnos cuyas inquietudes se centran más en protagonizar escarceos sexuales con el sexo contrario o en ser protagonistas de hazañas deportivas que en tratar de discernir la magia oculta tras la prosa de James Joyce, Shakespeare o Cervantes. La empatía con el profesor Germain (interpretado magníficamente por Fabrice Luchini) es casi inmediata, su resignación ante la apatía que provoca sus frustrados intentos de embutir el amor por las letras a ese grupo de hormonados adolescentes es también la nuestra, como lo es la fascinación que siente ante la lectura de la redacción, cruel y ferozmente divertida, de uno de esos muchachos donde cuenta como pasó su fin de semana en el burgués domicilio de uno de sus compañeros de aula.

Esa fascinación hace que la película de François Ozon se adentre en un nuevo territorio, en el de la Scheherezade de Las mil y una noches, el de Alfonso Van Worden de El manuscrito encontrado en Zaragoza, el de Geoffrey Chaucer de Los cuentos de Canterbury es decir, el irrefrenable interés que nos provocan las historias y sus protagonistas y saber como van a desarrollarse aquéllas: ¿será una comedia? ¿una tragedia? ¿una cruenta fábula de terror? Al igual que el Sultán se veía incapaz de cumplir la diaria promesa de decapitar a su joven desposada transportado por sus exóticas narraciones, asido en volandas por las alas de la fantasía, el profesor Germain (y nosotros con él) se ve arrastrado por el maelstrom de saber que pasará luego, como discurrirá la próxima aventura del joven Claude García en la casa de esa familia con el inconfundible olor de la clase media. Quizás en la película de Ozon este poder de fascinación se acrecienta al ser el propio profesor un novelista frustrado que verá en Claude una oportunidad de revolverse contra su destino, de parir no sabemos bien si un Pigmalión o un Doppelgänger y es que, abriendo un nuevo camino de todos por los que transita En la casa, aquí cada personaje tiene unas motivaciones diferentes.

Esta pluralidad de motivos para justificar los actos de los protagonistas cubre un amplio abanico; desde las mencionadas anteriormente para el profesor a las de Claude, en el que la creación literaria parece en muchos casos más un medio que un fin. En él la prosa es una vía de escape que le ayuda a fugarse de una realidad cotidiana poco agradable, una carretera de un solo sentido que le aleja de la mugre diaria y le acerca a la normalidad burguesa representada por la familia de su amigo Rapha. Su interés erótico por la madre de éste es más bien fruto de su obsesión proletaria que un impulso genuinamente sexual. Esta diferenciación clasista le permite a Ozon adentrarse en el terreno de la sátira social para burlarse abiertamente de las obsesiones pequeñoburguesas tan frecuentes en la historia de la cinematografía francesa: su desmedida aparición por aparentar, su frívolo y superficial acercamiento al arte, la búsqueda de escarceos sexuales como vía de escape a sus frustraciones vitales, etc. Todo este juego cruel, que alguien podría considerar excesivamente cínico, queda atemperado por un final (no vamos a revelar ningún detalle argumental, tranquilos) en el que en una nueva vuelta de tuerca nos retrotrae a la idea del ser testigos de las historias, aquéllas que nos narran las novelas, el teatro, el cine… es la válvula de escape que nos permite huir de nuestros propios fantasmas interiores.

En la casa es por tanto un fabuloso plato que puede degustarse en muchas de sus facetas y que es apto para diversos paladares: en el de los interesados por ver en pantalla un ensayo sobre las causas que originan y delimitan el proceso creativo, en el de aquéllos que disfrutan con la sátira social entendida como una falsa comedia o incluso también para ser vista como un thriller con sus momentos de intriga y tensión. Un apetitoso menú que Ozon, como buen chef, cocina a fuego lento, alejándolo de la rigidez teatral que podía esperarse dados sus orígenes y al que finalmente convierte en algo tan genuinamente cinematográfico como indudablemente gozoso, sin duda una de las películas del año.

Reseña escrita originalmente para http://cinemaadhoc.info
Talamasca
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