Permítanme la broma del título. La película me gusta. Quizá es que tenga cierta debilidad por la Coixet. Tal vez me haya dejado llevar por esa ola constante de imágenes y música que se desparrama aquí y allá sin dar tregua al espectador. Para empezar me resulta chocante que la peli se parezca tanto al cine de Wong Kar-Way, concretamente a "2046": Una orgía de imágenes con música occidental pasada por el tamiz de oriente. Se ve que a la directora la interesa mucho ese modo de hacer cine y ha querido ponerlo en práctica. La verdad es que en lo formal lo consigue. Si nos vamos a la historia la cosa empieza ya a hacer aguas, porque el argumento está bastante cogido por los pelos. Da la impresión de que, con tal de justificar la puesta en escena, valía cualquier peripecia. Los hechos narrados resultan un tanto incomprensibles, sin apoyatura en el pasado de los personajes. Pero, con todo, uno se deja llevar por la sucesión de escenas. El personaje del narrador da coherencia e introduce la poesía en forma de esos "sonidos" que justifican el título y dotan a la historia de un fondo lírico y sugestivo.

No puedo por menos que comparar con la peli de Kubrick. Aquí los delincuentes son más dicharacheros, el guion más chispeante, la cosa es en colores y la violencia es mucho más evidente. Realmente la película mantiene al espectador atento utilizando pocos medios y una muy buena planificación. La tensión se va graduando sabiamente. Los golpes de efecto se dan en el momento justo, como un timbal en la partitura de un concierto. Ya habíamos tenido en "El padrino" y otras pelis posteriores un acercamiento "humano" a los delincuentes, pero aquí son aún más cercanos. Asistimos a los preparativos del golpe siguiéndolos de cerca, con sus anécdotas, sus chascarrillos y sus manías. Todos se comportan como currantes que estuviesen haciendo sus trabajos rutinarios. La muerte forma parte de las reglas del juego. Hay diálogos notables, como cuando un delincuente dice de un presunto soplón: "No puede ser él, es demasiado asesino para ser policía". Los prejuicios de Mr. Pink con su nombre tienen también su gracia.

Si le doy aprobado raspado es por la idea del argumento que, aunque descabellada, tiene su punto y entretiene. Osea, un poli bueno (Travolta) intercambia su cara con un malo muy malo (Cage) y aprovechan la coyuntura para darse leña con todo lo que encuentran a mano, por tierra, por mar y por aire. Hay explosiones a go-go y todas las situaciones tópicas de este tipo de películas, al por mayor y por triplicado. Nicolas Cage nos obsequia con su limitada panoplia de gestos y Travolta idem de idem. Y yendo al asunto del título, mueren tantos polis del FBI que la cosa se parece a esas películas de kung-fú, o a tarantinadas del tipo Kill-Bill. Claro que lo de Tarantino es mucho mejor con gran diferencia. (Voy a tener que revisar las notas para reflejar esto).

No sé como llegó hasta mí la existencia de esta cinta, recomendada por alguien como la versión oriental de "Salvar al soldado Ryan". Me puse a verla por curiosidad. Y, bueno... Si el referente tiene su dosis de ternurismo y antibelicismo baratos, esta es mucho peor y técnicamente no hay comparación. La primera parte nos presenta a los personajes en tiempos de paz: dos hermanitos que se aman tiernamente y una chinita (coreanita, vaya) que quiere a uno de ellos. Estalla la guerra (nunca mejor dicho, porque viene de repente) y el hermano mayor se empeña en cuidar del más pequeño. El resto es una ensalada de tiros y, sobre todo, de maporros al más puro estilo Bud Spencer en "Le llamaban Trinidad". La acción relata hechos terribles, pero abunda tanto en ellos que al final ya te dan como igual. Solo esperas que ganen los "buenos", machaquen a los comunistas del Norte y a los chinos de las banderitas rojas y aquí paz y después gloria.

Una mamá joven de buen ver está pasando el verano en una de esas colonias de vacaciones americanas, en que un altavoz está dando todo el día la turra con músicas y actividades. La chica tiene un marido muy bueno, pero un poco pan sin sal; muy manitas él arreglando radios y televisores, pero que cuando la mujer le insinúa hacer algo distinto en la cama no se le ocurre otra que disfrazarse de cowboy. En estas llega Viggo Mortensen vendiendo blusas y entra a probarse una y bueno, pues eso. Así que ahí tenemos a la casada que no tuvo adolescencia, a la hija que empieza a tenerla y a la suegra que vela por que la cosa no se salga de madre (política). De fondo está el famoso macroconcierto de Woodstock, con sus aires de jipismo y libertad, y el primer hombre pisando la luna. Una fotografía preciosista y cuidada, alguna escena de sexo con estética de anuncio de jabones y voilà: una peli bonita para la hora de la siesta.