Daniel Monzón, director de dos de las películas más populares del cine español de los últimos años como son El Niño y sobre todo la laureada Celda 211, hace un homenaje al cine quinqui con Las leyes de la frontera. Un homenaje respetuoso, que reproduce fielmente las peculiares características de este tipo de producciones, tan populares en los años 80, pero con un aire mucho más actual de película rodada en 2021. Además, cuenta con unos actores excelentes, que desprenden una espectacular frescura. Marcos Ruiz, Chechu Salgado y Begoña Vargas no parecen actores, sino simplemente chicos jóvenes de esa Girona de los años 70, basculando entre el bien y el mal, convirtiéndose en pequeños delincuentes entre sexo, drogas y un extraño viaje hacia la madurez.
Lástima que la historia, tópica donde las haya y repetitiva, no sea nada del otro mundo, y que el propio cine quinqui no sea para todos los paladares. Es difícil que la cinta, pese a sus méritos técnicos y artísticos, logre interesar a una amplia masa de público general, pese a la fantástica campaña de promoción que ha tenido, algo en lo que el cine de Daniel Monzón siempre sale ganando. No es de extrañar, pues se trata de uno de los realizadores más comerciales e internacionales que tiene nuestro cine.
Correcta.

Lo mejor: Su autenticidad y su mezcla de homenaje al cine quinqui y modernidad cinematográfica del siglo XXI, y las interpretaciones de sus jóvenes actores.
Lo peor: La historia no es nada del otro mundo, y puede no ser muy interesante para los no iniciados en el particular cine quinqui.

Siete días y una vida es un ejemplo más de lo mal que escogió sus proyectos Angelina Jolie después de ganar el Oscar y otros tantos premios por Inocencia interrumpida.
Poco hay que salvar en esta película de Stephen Herek (qué lejos quedaron sus tiempos como director de Los tres mosqueteros). Quizás el esfuerzo de los actores secundarios, que por lo menos se lo pasan bien y son los únicos que parecen saber dónde están. Lo demás es un desastre con patas. La química entre Edward Burns y Angelina Jolie, ambos espantosos, es inexistente. La trama es bastante absurda. Y, sobre todo, la producción es cutre, pero muy muy cutre. Vamos, hasta el punto de que es casi imposible distinguir la película de cualquier episodio de una sitcom de los 90. Plano, contraplano, escenarios interiores que parecen reciclados de Friends, Seinfeld o Ellen... en fin.
Muy mala. No pierdan el tiempo.

Lo mejor: Los secundarios, especialmente Tony Shalhoub y Stockard Channing.
Lo peor: Es sumamente cutre, vaga y, en una palabra, mala.

El guía del desfiladero es un espectáculo visual, puro y duro.
Marcus Nispel ya había demostrado en La matanza de Texas que tiene un don para retratar la violencia en pantalla, y en Pathfinder hay también para dar y tomar. Pero aquí va un paso más allá y deja de lado la estética sucia y polvorienta que tan bien iba a Leatherface y sus fechorías por una orgía visual de primer orden, con cámara lenta, paleta de azules, blancos y grises para la fotografía y en general un enorme despliegue de trucos para poner en pantalla unas imágenes apabullantes. Aprovecha además Nispel muy bien carisma y el físico de un Karl Urban a quien Ghost le va como anillo al dedo.
Sin embargo, y a pesar de que el resultado es de lo más entretenido, hay que reconocer que la profundidad de personajes y trama es prácticamente nula y que desde luego no se le puede pedir ninguna excelencia narrativa porque no la tiene. Con todo, un espectáculo deslumbrante para no pensar durante 90 minutos.

Lo mejor: Su estilo visual, la realización de Marcus Nispel y lo bien que le va a Karl Urbano el personaje de Ghost.
Lo peor: La historia y los personajes no son nada del otro mundo.

I wanna be your slave tenía que tener vídeo, está claro. Por algo es una de las canciones que más han llamado la atención del soberbio disco Teatro d' ira. Vol 1.
Damiano, Ethan, Thomas y Victoria ponen las cartas sobre la mesa. Y las cartas son rock, estética glam, contenido claramente LGTB, provocación, pero también una producción muy elegante y cuidada. Gran canción y gran vídeo para acompañarla.

Que Michelle Pfeiffer, en esa espléndida madurez actoral que está teniendo, es capaz de salvar cualquier cosa con su carisma y talento está claro. Sin embargo, esta vez, ni siquiera la presencia de la estrella de Los fabulosos Baker Boys es capaz de mantener a flote un barco que se hunde básicamente porque Salida francesa es un despropósito. Tiene cosas curiosas, e incluso graciosas, y se deja ver sin demasiado problema como simple entretenimiento, pero sencillamente no cuenta una historia que interese demasiado al espectador y porque sus decisiones de guion, tan estrambóticas y fantásticas, no casan con nada. Una pena por Lucas Hedges y Tracy Letts, que también, como Pfeiffer, son unos actores de lo más solvente.
Bastante decepcionante y poco atractiva en todo.