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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 374
Críticas ordenadas por utilidad
5
11 de octubre de 2014
82 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
El éxito de “Perdida”, tal y como esperaban sus productores (entre los que se encuentra la actriz Reese Whiterspoon), es un hecho, tanto a nivel de público como de crítica, desde el mismo día de su estreno como ya algunos pronosticaban, y todo parece indicar que figurará entre los films elegidos para los futuros Oscars: película, director, actriz, montaje, sonido... incluso sumará más apartados, supongo. Por ello creo que las pocas referencias que no sean tan entusiastas vayan a hacerle mella, incluso las que la pongan a parir. Hoy por hoy no serían tomadas en cuenta ante tal “boom”. He realizado noventa y nueve comentarios, o críticas, o como quieran llamarlas, siempre respetando el no reventar nada importante de ninguna película, independientemente de si me había gustado o no, y, haciendo una excepción, “Perdida” es mi único comentario hasta la fecha con spoiler- destripador que he hecho, así que si no la han visto debo pedirles que dejen de leer aquí.
SPOILER:
Y esto del spoiler es porque, aunque me parece correcta, no seré yo quien la ponga a parir, no hay nada que destaque por estar mal, creo que sería más interesante comentar sus entrañas e intenciones, que son más dudosas. Su guión, basado en un best seller, no inventa nada nuevo. Para el diseño de lo más importante de su historia, su protagonista femenina, en esta traslación a la pantalla, se ha bebido del mejor “melo” americano de la década de los treinta y de los cuarenta, sobre todo me viene a la memoria “Que el cielo la juzgue”, de John M. Stahl, que también provenía de una novela, (Ben Ames Williams), se toma del cine noir francés, desde Truffaut o Chabrol, pero sin la habilidad de lograr su disección social ni su pasión desaforada, ni siquiera al principio de la relación de sus protagonistas. Tiene gotas de sexo y punto “gore” a lo Verhoeven pero más recataditos, no hay desquicies divertidos como en “Atracción fatal” pero sí que hay evocaciones a Haneke. El personaje de Amy es lo más entretenido de la película, bien llevado por Rosamund Picke. Kim Dickens destaca sobre el resto, que sin más cumple sus cometidos. Las licencias y agujeros de su guión, empiezan a ser evidentes desde que seguimos a Amy tras su desaparición o sobre todo desde que a Amy se le da cobijo en una “casita” megapija, donde se raya en la inverosimilitud. Se maquillan estos deslices con “giros inesperados” de su guión, más pendientes de forzar la sorpresa al público que de analizar el ámbito donde se desarrolla la acción o la psicología de sus personajes. Su dirección formal intenta seguir ese clima desazonador tan de moda ya, como en el fim “Prisioneros”, a su vez combinado (porque Fincher es buen conocedor del medio televisivo) con los ambientes sinuosos de “Twin Peeks” o de la sorpresiva serie francesa “Les revenants”. Todo está bien adobado, pero para llegar a un final, que evita ser el “happy end” habitual aunque huele a chamusquina, no lleva a ninguna parte y hasta quizás encierre un mensaje reaccionario tanto de conformismo personal (más que de hipocresía social) como de cierta misoginia. Dos horas casi y media para esto es mucho tiempo, por ello Fincher hay momentos que intenta darle profundidad en su ritmo, pero eso es parsimonia, no es introspección. Y como en muchas películas actuales su ambiente sonoro está cuidado, más que su banda sonora. Creo que es un film pasable pero en absoluto creo que se trate de algo más destacable, porque hay mucha trampa y cartón, bien escondidas, pero sin talento. Incluso sus propios títulos de crédito se asemejan más a un telefilm que a su “Seven”, que tenía uno de los mejores créditos iniciales vistos en mucho tiempo. Y todo ello me parece el resultado de un buen merchandising más que de un buen film, arropado por una gran legión que arropan a Fincher, que está de moda, algo que ya ocurrió cuando encumbraron a Lynch y lo sutituyeron por Tim Burton, o cuando adoraban a M. Night Shyamalan y lo sustituyeron por Nolan, que junto a Fincher, parecen ser los que hoy ocupan el podio.
Maggie Smee
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3
21 de octubre de 2017
72 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada he de aclarar que, aunque soy fan del cine de catástrofes, no me terminan de gustar las actuales, si no las de antaño, como “San Francisco”, o “La calle del delfín verde”, por poner algunos ejemplos. Incluso mi debilidad alcanza a los años setenta, que es cuando este género alcanza su esplendor, con, entre otras, “La aventura del Poseidón”, “Terremoto” o “El coloso en llamas”, película que desde algún tiempo creía que iba a tener su “remake” y que fue uno de los títulos emblemáticos del género. Las actuales producciones, sean para cine o televisión, están repletas de efectos digitales, confeccionadas sin la más mínima gracia, con pésimos guiones y sin ni siquiera un buen artesano tras la cámara, creando en consecuencia productos impersonales, sin ningún encanto y olvidables, por lo que muchas producciones se encaminan al cutrerío con descaro para, al menos, provocar la carcajada, evocando al cine nipón, como pudieran ser “Megatiburón contra pulpo gigante” o “Megatiburón contra crocosaurio”. “Geostorm” escapa a ese barniz basura, pero no a su aire televisivo, más cuidada que otras aberraciones, eso es verdad, pero sin llegar a parecer cine. Tiene cierto aire a “Independence Day”, de la que su vulgar director fue el productor del film de Emmerich, mezclándolo con dosis de “Armageddon”, “Deep Impact”, algo de “Gravity” y el catastrofismo de “2012” pero sin tanto lucimiento de efectos. Es decir, nada nuevo. Yo tampoco buscaba innovación, ni por supuesto cine de autor, solamente un cine de evasión, pero lo básico ni siquiera está cuidado.

Me ha llamado la atención, que el público, cada vez más borrego, no haya respondido a la llamada de “Geostorm” como tenía pensado su productora, la Warner, y me alegro por ello. Ya está bien de llenarles a los de siempre las arcas a la primera de cambio, porque aunque sea cine puramente comercial, hay que exigir un mínimo de calidad. Al menos en mi caso, que iba con la mayor predisposición de pasarlo bien y punto, me ha resultado decepcionante.

Verla en pantalla grande, al menos ciertas secuencias, resulta más espectacular que en cualquier pantalla casera, pero hasta ahí su ventaja. Hay mucho despliegue de efectos tanto visuales como sonoros, pero sin igualar lo ya conocido. El resto del equipo queda muy atrás, ya que “Geostorm” era una excusa para lucir tales efectos.

El reparto da un mediocre resultado: Gerard Butler va de machote testosterónico, muy en la línea de Stallone, tanto que hay momentos en que parezca que simule una parálisis facial para transmitir de la manera más rústica su virilidad. Jim Sturgess, como Max, su hermano, está más perdido, intenta componer un personaje que sirva de antítesis pero le hubiera ido mejor más edad. Su acompañante, Abbie Cornish, se nos ofrece como una sustituta de Chalize Theron para nuevas generaciones, pero se queda en eso, en sucedáneo, a la que quedan años para adquirir “cuerpo”. Alexandra Maria Lara, tras una larga carrera en Alemania y a la que todavía recordamos en su notable “El hundimiento”, aprovecha para meter cabeza en Hollywood pero sin posibilidad de hacer un personaje serio, como Amr Waked como Ray, personaje de una sola cara y evidente. Peor es para el resto del elenco en el que figuran, desde actores más jóvenes, como Zazie Beetz a actores con más “prestigio”, como Mare Winningham, que aparece poco y mal, Ed Harris, el cual parece que ya se presta a cualquier producción con el único fin de lucrarse más, otra razón no le veo, o Andy García, que se quejó durante mucho tiempo que solamente le llamaban para hacer de cubano o italiano (no sé qué quiere con el físico que tiene, si hacer de vikingo o yanqui de la América profunda) aquí se quita la espinita haciendo de presidente de Estados Unidos. Puede que eso le haya colmado de orgullo, pero tampoco su labor pasará a la historia.

El guión, que parece inspirarse en ciertos momentos en “Estación polar Cebra” pretende abarcar demasiadas cosas y ser un film de aventuras, denuncia, thriller, catástrofes y con misivas ecológicas, todo muy “Benetton”, igualando a ser posible el número de hombres y mujeres y por supuesto contando con muchas razas, aunque obviando a los de siempre sean albinos, amazónicos o esquimales, porque ya puestos, les podrían haber hecho un hueco.

Y no hay mucho más que señalar. La maquinaría técnica cuida sin alardes el producto, que cuenta con algunas escenas de sentimentalismo barato imperdonables, así como un falso patriotismo, que en esta ocasión, al llevarla a cabo mejicanos, podrán molestar a Trump y eso nos divierte, pero que a fin de cuentas tales ingredientes desfasados la devalúan aún más. Más que cine palomitero es cine de plástico, que se olvida tan pronto como se engulle. Quizás en un futuro, y en buenas manos, sepan crear un producto comercial que luzca un gran presupuesto, que sirva como cine de evasión y que su calidad no provoque sonrojo, pero para eso hay que currárselo, aunque sea un poco, pero hay que trabajarlo.
Maggie Smee
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10
17 de mayo de 2018
53 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agradezco que exista la ficha de la serie “Secretos de un matrimonio”, porque aunque parezca lo mismo, existen diferencias entre el montaje creado para el cine y lo que es la serie, íntegra, tal y como fue concebida por Ingmar Bergman. El montaje de cine ha sido una de las estrategias empleadas para que resultasen más rentables las series del maestro sueco, a los que sumaban en sus beneficios los ingresos obtenidos en taquilla, fórmula que luego se han seguido utilizando para otros proyectos. En este caso se trata de una serie rodada en cuarenta y cinco días para la televisión sueca, modesta tanto en su presupuesto como en el personal empleado, dividida en seis partes y de casi cincuenta minutos cada capítulo.


Tal y como se cuenta en “En torno a Ingmar Bergman” de Roberto Laurenti (Ediciones Sedmay) el propio autor afirma que : “La escribí para poner en orden un armario colosal de experiencias de distintas clases. Una especie de limpieza general de cajones, de un armario en el he metido experiencias propias y de otros; de allí he sacado dos personajes, dos seres humanos (….) que describen un proceso ; con rapidez astronómica se alejan uno de otro para, después de recorrer largas e increíbles curvas, encontrarse otra vez...”


Las condiciones para su rodaje fueron óptimas. Según se puede comprobar en “Imágenes” (Tusquets Editores), las memorias de Ingmar Bergman, él mismo dice que “Nos encontramos prácticamente con una película sin gastos, lo cual nos venía de perilla, pues no teníamos dinero, aún no habíamos vendido “Gritos y susurros” (…) A Erland Josephson y Liv Ullmann les divertían sus papeles y se lo aprendieron rápido, se rodó sin el paralizante peso del rodaje de una película para el cine, fue un gozo.”


Todo lo que siguió fue un “boom” inesperado, que si en su época fue difícil, no sé si hoy día, tal y como anda el mundo de la exhibición, se pudiera haber producido: “Gritos y susurros” a pesar de ser cine de autor puro y duro, arrasó internacionalmente y consiguió ser nominada para cinco “Oscars”, llevándose el de mejor fotografía para el gran Sven Nykvist, colaborador con el director en muchas ocasiones y pieza fundamental en sus producciones, como la presente. Tras ese éxito, “Secretos de un matrimonio fue otro fenómeno. El montaje cinematográfico tenía una duración de 168 minutos, a los que se le habían suprimido casi dos horas. Cabe recordar que cuando se estrena en España, la distribuidora habitual de los films de Bergman, aficionada ella a sumar cortes por cuestiones de censura, como ya ocurrió con “Gritos y susurros” o luego con “Cara a cara... al desnudo” o, como en este caso, casi por capricho, porque tan larga no les venía bien para su explotación comercial según su ambiguo criterio, y le amputaron más de veinte minutos. Aún así en nuestro país fue un éxito de crítica y público, e incluso, como detalle curioso, se trataba de uno de los films favoritos de Miguel Delibes.

El hecho de haberse pasado por la televisión sueca impidió que pudiera ser nominada a los “Oscars” aunque pudo optar al resto de premios. Este hecho originó en 1974 una de las protestas más sonadas que se recuerdan, como se narra en "Inside Oscar", de Wiley & Bana (Ballantine Books). Muchas actrices pertenecientes a la Academia de Hollywood, como Gena Rowlands o Ellen Burstyn, hicieron una carta publicada en Los Angeles Times pidiendo a la Academia que Liv Ullmann pudiera ser votada. Los directores, entre los que figuraban Coppola, Scorsese, Fellini o Frank Capra, enviaron otra carta pidiendo que Bergman pudiera ser nominado. La Academia finalmente no cedió, pero todo esto magnificó la carrera del film y de sus responsables. Tras la adaptación de “La flauta mágica”, Dino de Laurentiis se benefició de todo esto cuando produjo “Cara a cara... al desnudo”. Hollywood, como si se hubiera tratado de una deuda pendiente, aprovecha la ocasión y no se olvida de nominar ni a Bergman ni a Ullmann.

Pero bueno, volviendo a lo que importa, es que “Secretos de un matrimonio” (o “Escenas de un matrimonio” como más acertadamente se tituló en otros países) es una de esas series cuyo estilo difícilmente se podría repetir. No ya porque haga falta un pedazo de director, si no que también los tiempos han cambiado, transformando los gustos del público convencional. Los tempos y estilos televisivos son diferentes y no creo que pudieran encontrar producción, por muy barata que aparente ser, que ese no sea el tema.


Por la longitud de este comentario utilizaré el espacio del spoiler pero que sepa el posible lector o lectora que no voy a destripar absolutamente nada de su trama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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2
29 de junio de 2019
108 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que haya entrado el verano con fuerza, aunque a mí el calor no me sienta bien. Ni que me atosiguen ciertos usuarios, cual buitres carroñeros, plagiándome, bien con el corta y pega habitual o extrayendo frases de mis críticas para insertarlas en diferente orden en sus estúpidos comentarios. A lo mejor es que he de invertir mi tiempo en otras actividades que tengo “aparcadas” y me distancien más de esta. Recuerdo las dos últimas críticas, magníficas, que hizo (hasta la fecha) el usuario Normelvis Bates (“Siempre hay un mañana” y sobre todo la de “Blue Jasmine”) donde se quejaba de un impresentable que le andaba fastidiando, y que por desgracia hizo que optara por no seguir escribiendo.

Prometo que en las circunstancias descritas y en otras más, siempre intento no perder la objetividad y tomármelo todo con la mayor filosofía, pero el haber visto “Los muertos no mueren” lo he recibido como un mazazo, casi como una humillación, de ahí el título del comentario.

Jim Jarmusch, a lo largo de casi cuatro décadas, que se dice pronto, ha ido rodando películas al margen de las modas. Las ha hecho muy buenas, menos buenas, interesantes... ha habido de todo pero siempre dentro de cierta calidad. Ahora con “Los muertos no mueren”, ha errado el tiro más que nunca, y de forma inesperada, ha hecho su primera mierda. Pero no pequeña, qué va, grande, enorme, para ser más exactos. Suena muy duro decir esto, y sin sentir compasión o que te tiemble el pulso, pero al pan pan, y al vino vino. Si “Los muertos no mueren” viniera firmada por un alumno suyo, por un desconocido o un director del montón, las críticas hubieran sido furibundas, pero al venir del mismo Jarmusch como que muchos lo han justificado y han sido condescendientes.

“Los muertos no mueren” podía haber sido una revisión del cine de “zombies”, como por ejemplo fue su incomprendida por muchos la curiosa “Sólo los amantes sobreviven”, que daba su peculiar visión del mundo de los vampiros. No ha sido así. Que Jarmusch haya optado por hacer una película de “zombies” con sus amigos, arropada por una multinacional, era muy lícito y tenía todo el derecho del mundo a hacerla, sobre todo porque los sueldos habrán sido más generosos. Se lo podía haber currado un poco, pero y la dejadez y el egocentrismo han aplastado esta mierda (segunda vez que conscientemente digo la palabra que mejor la define), que no había por donde agarrarla, plagada de supuestos “gags” sin ninguna gracia y que parecía no terminar nunca, porque además daba la impresión no saber cómo salir de un atolladero, que por cierto, era más simple que un tirachinas.

El primer error es su guión: lo que se inicia planteándolo bajo las coordenadas más clásicas del género, como lo hacían muchas de ciencia- ficción de los años cincuenta, se empieza a perder al desviar su línea presentándonos unos personajes carentes de interés y que incluso parecen plagiados del “Fargo” de los Coen, pero sin su retranca, con diálogos estúpidos y aderezados por unos “gags” más manidos y más muertos que los “zombies” que aquí aparecen, incluso se recurren a “salidas” hechas desde hace décadas por Woody Allen o Dusan Makavejev.

El cúmulo de errores prosigue con una dirección nada inspirada e impersonal, que deja cobardemente toda responsabilidad a los amiguitos actores, que están perdidos, que intentan ser graciosos, ya que están marcados sus personajes se supone que en clave de comedia, pero que en algunos momentos, más conscientes que su director, tan solo les hacía falta pedir perdón a cámara. Valga como ejemplo una de sus escenas iniciales, cuando van llegando uno a uno a la única cafetería del pueblo donde ha ocurrido un hecho escabroso, que los va colocando a la entrada, en fila, como si de una obra de teatro “amateur” se tratase. Qué incomodidad y qué vergüenza. Falta gracia y resolución.

Con todo esto, ya nadie puede salvar esto de ser una catástrofe. Su música, mejor la original y no tanto las canciones que la integran, aunque recuerden a otras del género “zombie”, es correcta, como sus maquillajes y simples efectos especiales en la mayoría de las escenas. En el “spoiler” diremos en qué escena los efectos especiales no cumplen.

El extenso reparto se queda a medias. Mientras en algunos casos se tratan de simples y desaprovechados “cameos” como son los casos de Iggy Pop, Carol Kane o Rosie Pérez, otros hacen los arquetipos a los que están acostumbrados, como Steve Buscemi. Larry Fessenden opta por llevar un “look” que tendría que ser denunciado por Jack Nicholson al que remeda de mala manera. Selena Gómez y sus acompañantes no aportan absolutamente nada. Quizás Tilda Swinton parezca la menos encorsetada pero su personaje de Zelda es poco para lo que puede llegar a dar. Tom Waits a su rollo, cumple, sin más, como Danny Glover, y con más desaciertos que aciertos los más protagonistas: Chloë Sevigny, también poco aprovechada, Adam Driver y Bill Murray.

No comparto la opinión de que algunos pretendan comparar “Los muertos no mueren” con otros films de gran reparto, aparentemente “fallidos” como “Mars Attacks!”. Ni siquiera me valdría la comparación con la burrida “Ellas también se deprimen”, de Gus Van Sant. Creo que lo más cercano que se me ocurre, por más molesto que resulte, sería “El oro de Moscú”, de Jesús Bonilla. Si por mí fuera tendríamos una candidata a figurar en los futuros "Razzies" a lo peor del año.

No hay mucho más que decir. Me temo que ni a los que prefieran el cine de autor, ni el comercial y ni siquiera a los incondicionales del género “zombie” les pueda interesar esta patraña, pero si no estoy en lo cierto y la disfrutan pues me alegro, porque eso quiere decir que hay unos espectadores que no deberían quejarse nunca por lo que ven, ya que quedarían satisfechos con cualquier cosa, lo cual debe ser muy reconfortante para cualquier director, responsable o irresponsable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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6
23 de junio de 2018
80 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que lo primero que debo dejar claro es que, “Hereditary” no se trata de un film de terror. Al menos para mí, es una película dramática en la que se tratan diferentes temas inquietantes y aunque no se profundice nunca en ellos, podría resultar interesante en algunos aspectos. De hecho, a la salida, viendo la disparidad de opiniones de los espectadores, me hizo recordar “Amenaza en la sombra”, una controvertida película de “suspense” con la que no guarda ningún paralelismo, excepto el utilizar como punto de arranque el drama, para luego ir sumergiéndose en otro género, con la diferencia de que en el film de Roeg la intriga estaba bien administrada, no se demora y marcó una cierta renovación del género por su tratamiento, convirtiéndose con el tiempo en “película de culto”.


“Hereditary”, nada más que por el hecho de haber pasado por el Festival de Sundance, un festival por cierto cada vez menos independiente como ya en su día recriminaron DiCillo y otros, se le ha pretendido colgar el honor de “película de culto”, pero la distancia entre la mencionada y la “ópera prima” de Ari Aster es abismal. Incluso con las películas que algunos tan ligeramente la comparan, sea “El exorcista”, “El resplandor”... son exageradas y me temo podrían ir en detrimento del “disfrute” de “Hereditary”. El caso más evidente es de donde más bebe, del Polanski de “La semilla del diablo”, una obra maestra, quizás la mejor de su autor, y que solamente mencionarla hace empequeñecer a “Hereditary”. El pretender igualarla es casi ofensivo.


Así que creo que lo mejor que se podría hacer en el caso de querer comentarla objetivamente es dejar al lado las comparaciones, que muchas veces pueden ser odiosas, pero en este caso para mí serían injustificadas, aún insistiendo en que hay cosas en ella que puedan tener valía. Sundance parece que se ha convertido en lanzadera de películas de terror de bajo presupuesto, donde también comenzó la buena carrera comercial de “La bruja”, de Robert Eggers, que tuvo tantos fans como detractores, y cuyo resultado final fue superior al presente.
A mí el terror me interesa en cualquiera de sus variedades: desde el cine cochambre o serie Z, pasando por el comercial o desembocando en su vertiente pretendidamente intelectual como el caso presente. En cuanto a valorar el género exclusivamente he de confesar que “Expediente Warren: The Conjuring” ha sido la última película buena de terror que vi en el cine.


Dicho todo esto, “Hereditary” denota que es una “ópera prima”: no ha calculado bien los espacios de tiempos dedicados exclusivamente al drama o la tardía inclusión del posible “suspense”. La historia se puede seguir con interés pero no agarra en ningún momento al espectador, a pesar de contar con un par de escenas impactantes. Sus aspectos formales técnicos están cuidados, en especial la fotografía de Pawel Pogorzelski. Los actores hacen un buen trabajo, creyendo en sus personajes, y en lo que el proyecto suponía, desde Alex Wolff a Milly Shapiro, de rostro inquietante y personal, como los hijos. Sus dos protagonistas incluso se hicieron coproductores: un comedido y eficaz Gabriel Byrne y Toni Collette, convencida en que el personaje de Annie le podía facilitar un lucimiento mayor de lo que habitualmente le ofrecen.


En conclusión, lo que le hubiera venido bien a “Hereditary” era una revisión de guión. En sus algo más de dos horas, que ya son, se dejan cabos sueltos, hay cosas que no se terminan de explicarse, incluso la aparición de la perra que posee la familia, más bien parece la mascota de alguien del equipo técnico que aparece casi casualmente y cuyo papel que también se desaprovecha. Si se hubieran limado ciertas imperfecciones hubiera ganado más. La toma que abre el film, una idea muy bonita, también ofrece ciertas expectativas creativas que luego tampoco se producen. Eso sí, como es habitual en muchas producciones nada risueñas, cierran sus créditos finales acompañados de un tema de Judy Collins algo almibarado, su célebre “Both Sides Now”, aquí en un intento de abarcar la idea de su creador, el abrazar los dos lados en el constantemente nos movemos: el bien y el mal desde el cinismo, cosa que se echa en falta en muchos momentos del film.
Maggie Smee
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