Cine de reportaje y denuncia dirigido con hábil mano.
La eterna crisis adopta aspectos variopintos y en cada época, en cada lugar y en cada cultura se dibuja con trazo de singular factura.

Aunque en cualquier esquina puede aparecer una sorpresa.

Muchas vidas se parecen y sus respectivas verdades también y por eso resulta importante saberlas contar bien.
Además hay que agradecer al narrador que no incurra en más concesiones a la sensiblería o al discurso maniqueo que las “estrictamente necesarias”.

La película vale la pena.

Cumple con creces.

Fallida comedia de corte costumbrista que hace aguas por todas partes ya que es anodina en su planteamiento, desustanciada en su desarrollo y trivial en su desenlace.

Salvo las imágenes iniciales en las que una música de guitarra y una preciosa voz enmarcan la escena otoñal de un bosque por el que camina un niño, apenas un puñado de secuencias sueltas pueden salvarse de la mediocridad de la película.

Escasa capacidad de fabulación, caracterización simplista de los personajes y rudimentarios recursos para provocar la risa fácil del espectador representan muy precario aval para asomarse a una pantalla.

Aunque siempre apreciamos la labor de Chaplin en favor del cine y de su desarrollo, esta obra resulta demasiado ingenua, reiterativa en sus gags, poco original en su planteamiento y redundante respecto de películas anteriores del mismo director.

Es cierto que la adornan valores de espontaneidad, frescura y desenfado pero en 1931 ya se producía un cine mucho más elaborado y con técnica narrativa más depurada por lo que, incluso en aquellos momentos, el film no estaba a la altura de los mejores.
Y, sin embargo, ha gozado de una gran consideración en la estima del público y de la crítica a lo largo de los años.

Pero el paso del tiempo no le favorece.

No tiene sentido producir ni dirigir en 2010 este cortometraje porque durante los últimos años hemos visto muchos otros, de análoga naturaleza, en todos los diseños cinematográficos.

Y, por si fuera poco, los recursos que se utilizan aquí para mover la sensibilidad del espectador carecen de cualquier posibilidad de éxito por la misma razón: han sido empleados tantas veces con anterioridad que apenas conmueven.

Te quiero.
El amor es muy bonito pero hay otras formas de expresarlo.

Trasladar hasta América o hasta Europa la magia de otro continente remoto, misterioso, inexplorado y lleno de sugestivas leyendas es la tarjeta de visita que la película exhibe como primer aval.

The Ape Man, el hombre mono, Tarzán de los monos.

Su segunda aval es la destreza narrativa, la capacidad fabuladora, el juego de la seducción.

Tú Jane. Yo, Tarzán.

¡ Sublime !