El terror ya no es lo que era. Será que sobrevaloramos cintas como Tiburón o Los Pájaros, o será que los directores actuales no tienen ni idea de cómo hacernos temblar poniéndonos delante a tres o cuatro animales furiosos. "Aullidos" es un ejemplo evidente de esta “corriente”.

Un grupo de actores jóvenes y atractivos, música cañera, una historia tópica y mil veces vista, personajes estereotipados (tía buena, el listo, negro gracioso, el guaperas, ex-novia sexy pero cabrona, bla bla)... En teoría Nicholas se inspiró en cintas clásicas como "Cujo", pero la verdad es que la cosa no le ha salido bien.

Terror nunca lo causa, tensión tampoco y apenas da sustos. Y lo intenta. Lo mejor de la película son sin duda los perros, adiestrados magníficamente para que realmente parezcan fieros y rabiosos. La escena de los canes sobre las alas del avión está de lujo, así como cuando el mastín entra por una ventana y... mejor verlo. Salvo esas dos tomas y alguna escena donde Michelle o Taryn lucen tipazo, lo demás es tan tópico como malo. No recomendable en ningún caso, parece más un telefilme o producto de videoclub que una producción digna de estrenarse en cines.

Ir a ciegas da como resultado en ocasiones comerse truños de mucho cuidado. Y esto es básicamente lo que me ha pasado con "La France", película que al parecer ganó el Premio Jean Vigo 2007 en Cannes... a saber por qué. La idea era cojonuda: una mujer no acepta que su marido militar la deje, así que decide disfrazarse de hombre e infiltrarse en un pelotón que se encuentra en medio del bosque. Esta lluvia de casualidades da como resultante una falta de verosimilitud que roza lo patético, como el hecho de que durante meses los soldados no se den cuenta de que a la amiga no le salen barba o bigote. Yo al menos a los 17 años ya tenía que afeitarme, no sé cómo sería en la Francia de los años 20.

La película nos cuenta el devenir de este pictórico grupo, que avanza por el mundo dando palos de ciego continuamente hasta llegar a un final precipitado -lo cual tiene cojones, después de 100 minutos-, en el que todo acaba como era de esperar, con un final bonito y ñoño hasta rabiar. Lo más curioso de la película es la mezcla de géneros, incorporando pequeños elementos de musical en los que el pelotón decide cantar una espantosa canción unas cuatro veces durante toda la película. Debe ser para que el espectador despierte, por que el desarrollo es tan coñazo que es fácil cerrar los ojos.

Y total, todo para contar una historia que daba para un corto o para un largo si el director y el guionista supiesen mover los hilos. Mulán (si, la de dibujos), por ejemplo, tiene esa idea como eje y sabe desarrollar a su alrededor una cantidad enorme de elementos. En fin, viva La France, viva La Merde y viva Le Cinéma

La verdad es que no esperaba nada bueno y no lo he encontrado, tampoco malo, sólo un entretenimiento.

Como película es muy floja, los personajes a excepción de un par son excesivamente planos y no llegamos a entender qué les motiva para seguir ahí, pero bueno, comprimir una serie de televisión a priori con buen argumento en dos horas es un poco difícil.

Los actores cumplen lo poco que pueden hacer y hay algunas buenas escenas, quizá menos de las esperadas. Música simplona, escenarios bastante simples, efectos especiales tirando a malos... Pues eso, otra del montón que sólo entretiene si te la tomas como tal.

Quizá para los seguidores de la serie Firefly sea un peliculón, pero no para mi. Me esperaba bastante más del guionista de Buffy, que sin ser demasiado bueno al menos construye capítulos bastante meditados.

"C'est pas moi, je le jure!" va de mucho y se queda en poco, bastante poco. Empieza muy bien, partiendo de una idea original como contarnos la historia de un crío que forma parte de una familia disfuncional, con problemas. Su respuesta es llamar la atención de diferentes formas, siendo su preferida el suicidio: la primera escena que abre la película es él colgado de un árbol, sin ir más lejos. El problema del film es querer ser algo que no llega a ser, busca ser mordaz y se queda en curiosa, trata de ser trascendente y, por supuesto, es raquítica en cuanto a ideas, tampoco es visualmente nada especial. Queda pues lejos de su principal inspiración, la oscura Lèolo o de la fantástica "Toto el héroe", ambos films sobre la infancia narrados de forma personal, diferente y alejada de los convencionalismos.

No es un problema de realización (Falardeau deja algunas secuencias bellamente filmadas, generalmente los planos aéreos), tampoco del reparto (que sin ser sólido, tampoco está del todo mal) sino de guión: el niño empieza siendo curioso, entrañable, pero pronto se hace cansino, pesado. Se le puede entender al inicio del film, pero poco a poco todo se torna en capricho, y finalmente casi se desea que se muera de una vez en uno de sus intentos de quitarse la vida. Lo peor de todo es que el realizador -por medio del guionista- busca ser extremo y distinguirse de los demás, pero cuando llega el momento de la verdad se raja y presenta un final totalmente alejado del tono general del film, bañado en moralina barata, que más que cabrear simplemente deja frío. Un quiero y no puedo, en general, que al menos tiene un par de cosas destacables y, dentro de lo que cabe, no es demasiado aburrida.

Los españoles nos quejamos mucho del cine de nuestro país, pero la verdad es que el resto del cine latino es casi siempre para darle de comer aparte. Exceptuando México, Argentina y Brasil, que cada año entregan alguna obra digna, o quizá Colombia, que últimamente está descubriéndose como una potencia, el resto de países dan por lo general bastante pena cinematográficamente hablando. Que "Ilusiones ópticas" sea una de las mejores obras chilenas de los últimos años sólo sirve para confirmarlo. Una comedia con un punto de partida brillante, con algunos gags antológicos y una crítica al sistema empresarial bastante buena, pero que se pierde en sus excesos tras los primeros veinte minutos y que nunca, en ningún momento, es capaz de levantar el vuelo.

Siendo una comedia coral, el peso de la película recae en un reparto que no parece muy entregado a la causa, si bien el irregular guión tampoco ayuda. Afortunadamente, pese a ser mediocre, Cristián Jiménez, su director, consigue que no se haga del todo pesada. Como se suele decir, menos es nada... aunque desde luego no merece la pena recomendarla.