Palíndromos es el viaje que emprende una joven niña llamada Aviva (palíndromo al que elude el título del film) cuyo único sueño es tener un niño. Y porque no y si tampoco es mucho pedir, ser feliz, aunque sea sólo un poco. Con cierto aire de cuento "Palíndromos" emprende un viaje que parecer ser más un compendio de los temas recurrentes de la filmografía de Solondz, pues aquí toca temas de pasada en los que profundiza más acertadamente en otros films suyos (La familia como miembro de desunión y privación de sueños, la pedofília, y la libertad libre de hipocresias como método y/o aproximación al éxito personal) pero sorprende y sin lugar a dudas cautiva al adentrarse en esa caravana freak y cruelmente cómica que son los sunshine. Como acertadamente decía el crítico, "Solondz suplica ser odiado... y lo consigue" y eso es lo que más me gusta de su cine, como corriendo sus riesgos y rozando el peligro de la animadversión logra un equilibrio entre la cruel mofa y la más profunda humanidad, llegando a conseguir que realmente nos ríamos de nosotros mismos sin que nos demos cuenta.

Pero lo más interesante es su mensaje, de cómo podemos cambiar exteriormente (genial idea la de cambiar constantemente a la actriz que interpreta a la protagonista) pero nunca podremos cambiar nuestro interior, pues nuestro sino está marcado y somos incapaces de modificarlo, sólo podremos asumirlo. Y me pregunto ¿Está en la negación e ignorancia nuestra felicidad? De triste y dura asunción es la respuesta.

Como si de un regreso al de 'Apocalypse Now' (1979) se tratara, Pablo Trapero evoca la obra de Coppola en el prólogo, emprendiendo un viaje a la selva del amazonas en el que, sin diálogos, presenta el encuentro de sus dos protagonistas, Ricardo Darín y Jérémie Renier (habitual en el cine de los hermanos Dardenne), ambos sacerdotes en sacrificio espiritual frente a la barbarie. La banda sonora de Michael Nyman ('El Piano') realza la enormidad de este viaje, una épica que crece en su vuelta a casa. La lucha contra el sufrimiento cotidiano se presenta todavía más dura y heroica que el mayor de los horrores. Razón no parece faltar tras asistir a esta epopeya diaria que refleja con crudeza las desigualdades sociales en un poblado marginal por la falta de apoyo del gobierno y las altas esferas eclesiásticas a los que más lo necesitan.

Elefante blanco es el simbólico nombre de un hospital jamás terminado junto al que se expande una de las villas más peligrosas y necesitadas de Buenos Aires. Trapero dibuja este paisaje por medio de un largo y dialogado plano secuencia que recorre el espacio fílmico a transitar durante la película. Caminando desde el hospital en ruinas hasta la pequeña Iglesia, elabora una presentación con la que no solo nos integra dentro de la villa, un barrio chabolista marcado por la pobreza y la delincuencia en el que se va a desarrollar la acción, sino que da forma y razón de ser al estilo visual de la película. Alejándose del impacto visual de 'Ciudad de Dios' (2002) o 'Tropa de Élite' (2007), el director de 'Leonera' imprime un tono más naturalista a ciertas secuencias que en aquellas películas habrían tenido connotaciones más espectaculares y efectistas, como en la que el cura Nicolás se adentra en la zona de los narcotraficantes o en los distintos ataques de la policía en la villa, sin buscar el morbo gratuito, con respeto, rechazo e incluso con cierto miedo a la violencia y sus consecuencias.

Si 'Carancho' (2010) era un noir hiperrealista, su última película es un drama social con un similar trazo de hiperrealidad que en el fondo contrasta con el calado de las historias personales que entrelaza (demasiadas) y con la carga dramática que ejerce tanto en la banda sonora o en la dirección, en ocasiones demasiado cercana a la épica en busca de la emoción, algo difícil de encajar en un relato pretendidamente realista (véase el retiro espiritual en el epílogo).

(Continúa en "spoiler")

Más que probablemente "La vieja música" sea una película fallida en cuanto a sus pretensiones argumentales. Todo lo relacionado con el baloncesto se me antoja apasionante y entretenidísimo, pero el seguimiento del personaje de Luppi, pese y por su fría actuación, por más que lo intenté y sobre todo con el paso de los minutos, me resultó tremendamente aburrido, con escenas que sobran (la aparición de Rabal), falto de fuerza y de verdadero interés fuera de la cancha.

Aunque aparte de contar con una brillante y atractiva fotografía, y apreciar una magnífica e introvertida interpretación de Luppi, "La vieja música" si que será toda una delicia para al aficionado al baloncesto más adulto, ya que podrá disfrutar viendo varias escenas de partidos reales de la ACB de la época, mientras trata de identificar en el parquet a jugadores de la talla de Brabender, Corbalán, Romay, Fernando Martín, Biriukov y un largo etcétera.

Camus trata con bastante poco acierto la historia de Luppi, aunque este construya un buen personaje y lo interprete con maestría, el del nuevo entrenador del Breogán de Lugo. El cual realmente ha viajado desde tan lejos a España no para ese menester, pues de baloncesto sabe lo justo, sino para tratar de poner en orden su difícil vida. Con él viaja su hija, una curiosa niña que rapidamente entabla relación con uno de los americanos del equipo, y a la que su madre a miles de kilómetros de distancia trata de recuperar. Mientras, Luppi se esfuerza por aprender a entrenar gracias a los sabios consejos de Díaz de Miguel, sufre disimulando ante su equipo y la prensa su situación, trata de afianzar la relación con su hija, y en su soledad busca esperanzado reencontrarse con un antiguo amor.

Tambien comentar como detalle que Camus se tomó la licencia de rodar alguna que otra escena de baloncesto, al que afortunadamente dedica bastantes minutos, con una especie de slow motion de la época que sin duda resulta muy conseguida y actual.

Un DVD pirata de SAW

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Una videocámara

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Los vecinos de tu bloque

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Poca verguenza y ningún sentido del ridículo ni del gusto

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Imaginación

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Cutrez sin limites

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Are you a bodried? Yes, yes...

Ya sabemos que significa la "L" de Samuel L. Jackson, no es más que el nombre humano de su simbiosis humorística perfecta, que Eugene Levy lo es.

La historia de fondo es muy floja, pero tambien es lo suficientemente sencilla cómo para unir a dos actores que dan lo máximo por crear una buena química entre ambos y por llevar al punto más desternillante sus personalidades. Uno el odontólogo buena persona y tontín, el otro el duro que sabe cómo y cuándo soltar los tacos perfectos que no para de humillar a su compañero.

Hay situaciones la mar de divertidas entre ambos, simplemente mirándose no necesitan más para hacerte reir, y cuando toca que uno de los dos se luzca, lo hacen. No espereis más que eso, una fantástica química entre ambos, poca acción (básicamente es comedia), escenas sensibleras para toda la familia (afortunadamente menos de las que me esperaba) y un final tópico. Entre medias hay muchas risas, los suficientes giros de guión para llamar la atención y dos actores protagonistas que lo bordan.

No sé como será el doblaje porque yo la he visto en versión original, así que he disfrutado de la gangosa y torpe voz de Levy como de la mala leche y crudeza de Jackson como ninguno. Se me olvidaba, no llegueis tarde al cine porque el monólogo inicial que se marca Levy frente a su espejo es descomunal. (Si es que alguno va al cine, que lo dudo)