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España España · Valladolid
Voto de Marcos B:
8
Drama. Romance Dos triángulos amorosos interrelacionados, la de las parejas formadas por los compositores Faye (Rooney Mara) y BV (Ryan Gosling), y la del productor musical Cook (Michael Fassbender) y su novia camarera (Natalie Portman), persiguiendo todos el éxito mientras tropiezan con la obsesión y la traición en el mundo de la escena musical de Austin, Texas. (FILMAFFINITY)
18 de enero de 2018
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La capacidad de un cineasta no reside sólo en su mirada, sino en la experiencia global provocada en el espectador. Cuando asisto a los territorios de Terrence Malick, siento que mis sentidos se agudizan: necesito más tiempo para observar cada plano, necesito más tiempo para comprender sus palabras; para compartir sus diálogos, y fundirme con sus canciones. El tiempo se dilata y dejo de percibirlo tal y cómo es, si es que realmente existe un durante.

Me siento mecido en lugares de ensueño que parecen mucho más extensos, mientras me pierdo en mis propias experiencias vitales, sin dejar en ningún momento de sentirme hechizado, por las hiperrealistas situaciones que viven sus intérpretes. A veces puede ser un lugar, otras una mirada o un gesto; acompañadas por sentimientos y actitudes, que no pueden ser otra cosa que La Vida. La Vida, ese estado permanente de consciencia, que se adereza con la compañía de otras personas. Con el rozar de otra piel. Sintiendo que te deslizas, en una espiral de amores y desamores, casualidades y traiciones. Encuentros, desencuentros y muerte.

Malick nunca ha dirigido estrictamente a sus actores. Prefiere inocular estados de ánimo, y a partir de breves indicaciones dejar que el torrente de emociones empiece a fluir. No permite permeabilidad, y prefiere que las situaciones crucen cauces con distintos grados de profundidad. Y en esta ocasión más que nunca, decide arrullar yendo de canción en canción, mientras nos esboza con pinceladas largas el ascenso y la caída dentro de la industria musical. Una muy poco banal excusa, para seguir desnudando almas solitarias, en un permanente estado de soledad habitada. En el que conocer a alguien, lleva a otra persona, mientras que sin darte cuenta estás conociendo a la siguiente. En un juego de decisiones, que parecen seguir un extraño hilo invisible con destinos, muchas veces inexorables.

Un demiurgo que juega a su antojo con sus criaturas, permitiendo en ocasiones que escuchemos sus pensamientos. A veces lejanos, otras cercanos. Con abundancia de planos largos, minuciosamente planificados; cuidados hasta el último detalle. Cámara que parece captar lo más íntimo, y que provoca cierto reparo a mirar, por miedo a que podamos interferir dentro del relato. Todo en un mundo de incesantes cambios. Repleto de picos y miserias, en el que la sensación de espejo es inevitable. Malick no nos deja ver, nos exige Mirar. Más que nunca quiere que escuchemos y dejemos de oír. De productor a compositor, de cantante a oyente. Susurrando. Viajando de un escenario a otro, de concierto en concierto; boca con boca y a corazón abierto. Mimetizándome con canciones que palpitan, mientras acaricio tus mejillas.

Más allá del mundo entero, más allá del universo. Pasó una noche, pasó una mañana; la siguiente pista del reproductor había comenzado. Madre, Vida, Pareja y Caballero. Y bajo su sombrero tejano, parecía oírse sólo un “te quiero”.
Marcos B
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