Supongo que no es tan fácil hacer una comedia romántica con nostalgia. Aquí no han bastado las lacas, la música y el atrezzo de hace 30 años. Las reglas de siempre dicen que la cosa tiene que complicarse entre el chico y la chica. Después, el guionista lo arregla y nosotros nos alegramos de haber estado ahí para verles acabar abrazados.
Pero aquí, nada se estropea lo suficiente. Y claro, el arreglo parece un poco estúpido. Quizá es porque la fiesta ocupa demasiado metraje. Todo sucede en ella. Y la verdad es que no da para tanto; no es divertida, ni desmadrada, ni original. Y las bufonadas del escudero del chico son lamentables.
Un 6 porque alguna conversación entre él y ella vale la pena. Y porque Teresa Palmer consigue estar guapa incluso con ese peinado.