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Voto de Juan Marey:
9
Drama. Romance. Western Letty (Lillian Gish), una inocente joven de Virginia, se traslada desde el Este a las praderas de Texas, donde parece que el viento nunca deja de soplar y la arena llega a todas partes. Allí vive con unos parientes, pero, como no se siente querida, se verá abocada a un matrimonio que no desea. (FILMAFFINITY)
14 de abril de 2019
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El viento” (1928) es la sexta película americana del gran Victor Sjöström, director sueco que tras llegar a Hollywood, convocado por Louis B. Mayer en 1924, desarrolla una corta carrera bajo el nombre de Victor Seastrom. Considerada con toda justicia como una de las cimas del cine mudo, justo es señalar que en esa élite del séptimo arte la mirada de Sjöstrom supo aportar una singularidad al mismo tiempo cercana con los mejores modos expresivos de aquellos años grandiosos para el cine, y al mismo tiempo una mirada personal de lejanos ecos europeos. En cualquier caso, “El viento” es –y el paso de los años lo viene ratificando-, una auténtica obra de arte del cine mudo. Es decir, el de siempre.

La película es una clase magistral, donde se combinan de forma soberbia la técnica fílmica con la narración. El guion fue escrito por Francés Marion -una de las grandes guionistas del siglo veinte-, basada en una novela de Dorothy Scarborough; La historia de Scarborough presentaba las condiciones idóneas para que Sjöström hiciera de ella una pieza memorable que recordara aquellas primeros filmes daneses y suecos, donde los elementos naturales parecen planear oscuramente sobre los grandes amores: rayos, incendios, arenas movedizas, protagonistas de esos primeros dramas mundanos. Sjöström es capaz, a través de un gesto, de una escenografía, de la pobreza, de los ropajes, dotar a sus personajes de una vida interior, de una profunda caracterización sin perturbar el desarrollo de la narración, enriqueciendo infinitamente el contexto subyacente del filme, en el que, además, maneja elementos de carácter surreal y localista, como las leyendas de los Injuns –nombre peyorativo que se le daba a los nativos americanos-, según los indios, el viento del Norte es el fantasma de un caballo que vive en las nubes, una bestia blanca y salvaje que da coces entre las nubes, versión que se expresa a través de una sobreimpresión que alcanza grandes grados de lirismo.

No sería posible dejar de mencionar el curioso hecho de que este filme se pusiera en marcha inicialmente gracias a la iniciativa de la propia Lillian Gish, cuando la fémina artista se encontraba próxima a abandonar los estudios de la Metro Goldwyn Meyer, fue de ella de quien nació el primer esfuerzo para que el proyecto fuera tomando forma, consiguiendo posteriormente la colaboración como director de orquesta del titán cineasta sueco. Y la legendaria actriz, muestra las razones por las que fuese considerada por no pocos años por la otra luminaria del cine, ícono del cine yanqui y mundial, el mítico David Wark Griffith, como su fiel musa. La Gish, curtida, hermosa, plena, nos deja una actuación memorable, uno de los pilares del filme, una entrega a la cámara, a Sjöström, y al cine, conmovedora, una de las actrices referentes del cine mudo nos deja otra de su actuaciones para el recuerdo.

Un film magnifico de un cineasta magnífico, formidable obra de arte de un director formidable. Cine del mejor, cine de los albores, una pieza de arte de cuando el cine era sólo imágenes.
Juan Marey
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