Historia fascinante de cómo un profesor de química con mucho talento acaba fabricando metanfetamina de calidad suprema junto a un ex alumno suyo que es un yonqui descarriado, metepatas e ido de la olla.

Desde el primer capítulo, flipé. Así como lo digo. Son tres temporadas y hoy he visto el último capítulo de la tercera (va a haber una cuarta); puedo afirmar que sigo flipando. El argumento es tan inverosímil como absolutamente creíble. Te lo cuentan de un modo en que, simplemente, las cosas suceden de un modo natural, con reacciones humanas normales, sin frases estereotipadas, sin moral, sin escrúpulos, sin pelos en la lengua. Te muestran cómo un hombre de familia ve cómo un cáncer de pulmón hace que salga de él su parte más chunga, mentirosa, embustera y mafiosa: eso sí, sin perder de vista el respeto por la ciencia, el amor por la química, por la meticulosidad. Te muestran cómo un yonqui normal de toda la vida se ve metido en el lío de su vida. Te muestran cómo la gente presupone que sus familiares y amigos son buena gente y que no hacen cosas malas; te muestran lo delgada que es la línea entre el bien y el mal, entre matar por defensa propia o matar por venganza y/o intereses. Te cuentan cómo es el mundo de la droga y cómo sobreviven los que están dentro de ese mundo, tanto los peces gordos como los que se tambalean en los callejones. Te hacen ver que las buenas intenciones pueden ser más que eso e irse de las manos de un modo alarmante; te describe con exactitud cómo se siente una persona que está perdida en un mundo de locos. Y en medio de todo eso, te describen con dolorosa exactitud lo que es el cáncer.

La relación de Walt con Jessie es lo mejor de la serie; el vínculo que se establece entre ellos emocionaría hasta a un cyborg. No es porque se lleven bien, al contrario. Pero hay algo entre ellos que a uno le llega. A ambos los han premiado con Emmys, pero yo creo que el que lo hace mejor es el chaval. Él aporta momentos de humor y momentos de drama, a veces lo matarías y otras veces le darías un abrazo. Los secundarios son muy correctos. Todos los personajes evolucionan, aunque destaco al cuñado de Walt, el agente de la DEA. Todo es tan irónico, tan dramáticamente y jodidamente sarcástico en este argumento, que acabas por sonreír.

Por favor, véanla. Aunque sea empiecen por curiosidad. Les prometo que, como mínimo, se entretendrán, y la fotografía es muy buena. Pero es que la serie en conjunto es cojonuda, de modo que no puedo seguir describiendola: simplemente hay que verla y disfrutarla.