No me ha llegado a convencer el matón silencioso Delon, ni por el personaje ni por la historia que vive en poco más de 24 horas en París. Hay quien dice que el guión que propone Melville es mínimo porque no le hacía falta mucho más, yo sin embargo miro para atrás, directamente al cine negro yanki, y descubro películas con guiones laboriosos, muy elaborados, tanto, que si no le prestas atención durante cinco minutos ya no sabes que vuelta de tuerca se ha producido. Lo que digo no es demagogia barata, no es comparar por comparar, el cine negro de los USA era así y lo prefiero a la muestra afrancesada que me ocupa. No es que Delon sea un chapucero, que lo es, es que a la historia le faltan muchas más cosas para producir una atracción que yo no he sentido. Si lo que quería era pasar inadvertido con esa gabardina consigue todo lo contrario, pero lo que más me fastidia es que por momentos pueda parecer un matón único, profesional e implacable, y lo que he visto es un tío normal en su profesión. Con sus rarezas (ese pajarillo) pero muy del montón.

Qué le vamos a hacer, el cine francés suele cautivarme más que a la mayoría, este hombre silencioso debe ser la excepción porque la mayoría ven una obra maestra donde yo sólo veo una peliculilla más bien regular. Se me escapan sus virtudes, o mejor, en lugar de verlas allá donde el resto las señalan yo sólo he percibido argumentos pasables.