Entrega esperada de Guy Ritchie que a más de uno le resultará demasiado comedida. Tenemos a Napoleón Solo, el agente con cara de galán de feria, y a su compañero a la fuerza, Illya Kuryakin, el agente con cara de novio formalote de pueblo, unidos a chica mona y metidos en acción sesentera en plena Guerra Fría.
La apuesta es arriesgada ya que la espectacularidad da un paso atrás a favor de representar el estilo de aquellas series de TV de espías.
Desde mi punto de vista yo estoy y seguiré al lado de Guy Ritchie. Convence el experimento. Las localizaciones y la música elegida para cada momento de acción están muy conseguidas. Los personajes son muy efectivos, el aire aristócrata-peronista del enemigo es atrayente, el vestuario perfecto, el lujo decadente, todo acorde al argumento bien acompañado de los artilugios estrella de aquellos espías: micros y microfilms. Más un buen empleo de canciones románticas en tomas con su punto extraño, que siempre vale.
Así que Guy Ritchie quiere adentrarnos más en el tiempo pasado, a cómo eran las cosas antes, sin tanta acción espectacular. Se trata de mostrar con un poco de melancolía aquellas misiones, y para ello ha tenido que crear un ambiente diferente a todo lo que hay de actualidad.
Detalles como los terrones de azúcar te trasladan en el tiempo y el pelar una uva te introduce en mentes inquietantes y sádicas. Un humor de fondo al que parece que no se puede renunciar en este tipo de rescates de series antiguas, es lo que aleja de la seriedad de las originales. Pero bueno, siempre hay que hacer alguna concesión.
Para mí, una curiosidad aceptable.