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España España · Madrid
Voto de MigueL:
9
Acción. Aventuras. Drama En el año 180, el Imperio Romano domina todo el mundo conocido. Tras una gran victoria sobre los bárbaros del norte, el anciano emperador Marco Aurelio (Richard Harris) decide transferir el poder a Máximo (Russell Crowe), bravo general de sus ejércitos y hombre de inquebrantable lealtad al imperio. Pero su hijo Cómodo (Joaquin Phoenix), que aspiraba al trono, no lo acepta y trata de asesinar a Máximo. (FILMAFFINITY)
19 de junio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Gladiator' (2000) no solo es un simple relato sobre la venganza. Narra a través de la ficción, el significado de la heroicidad a través del coraje y la gallardía. Ridley Scott se vuelve un amante de la evasión más que nunca, y bajo una dirección caótica, debido a los problemas de producción y de como iban improvisando sobre la marcha, nos hace regresar atrás en el tiempo para volver creíble lo increíble. El Coliseo cobra vida, y Roma también. Técnicamente a dia de hoy sigue siendo perfecta, y más si observamos el enérgico montaje junto con unos planos de cámara eléctricos que consiguen avivar los duelos en la arena, haciendo partícipe a una lograda tensión. Ocho piezas de acción tiene 'Gladiator' en total. Dos prácticamente bélicas, una justamente nada más comenzar, y la otra, todavía más vibrante, que tiene lugar en el Coliseo romano. Esta larga secuencia llena de dinamismo finaliza en uno de los momentos más emocionantes del cine moderno y en general. Con el protagonista y el villano intercambiando una serie de deseables diálogos. El órdago definitivo de uno de ellos se une a la banda sonora de Hans Zimmer segundos después, y aquí solo queda rendirse a la grandeza del celuloide, a ese instante mágico e inmortal. Las otras cinco piezas de acción restantes en su mayoría, son combates engrandecidos por la dirección de Scott, el movimiento de cámara y la presencia de Crowe. Pero más allá de lo técnico, y de la infidelidad histórica (aspecto que resaltan los detractores de la cinta), lo imprescindible, y lo que provoca que los amantes de este espectáculo épico caigamos rendidos una y otra vez cada vez que la vemos, es el corazón de la epopeya.

El hombre, que tras ser traicionado, castigado vilmente, y enviado al ostracismo más cruel, nos obliga a acompañarle en su condenada travesía. Russell Crowe, el actor que encarna al "Hispano', a nuestro héroe "Máximo" se enfrenta a la injusticia de las injusticias, y al más doloroso destino posible. Esto, en favor de la historia, de entrada, favorece la empatía hacía el personaje y su situación, para continuar hasta el final. Y de por medio, el malvado, el villano, la figura opuesta al héroe. Joaquin Phoenix no puede estar mejor, fácilmente definido como uno de los canallas más importantes del cine. Lo más interesante de su personaje, es que siendo la némesis, el malo de toda función, es una figura atormentada, frágil y eternamente condenada. La conexión que une a ambos es la clave del film, y el deseo de verlos en un posible enfrentamiento final crece en nuestro interior. En otro rincón del guión, surge una trama secundaria política y conspirativa entre catacumbas y sombras de Roma, que se volverá cada vez más imprescindible para acabar enlazando con la trama central. Y aparece la preciosa Connie Nielsen, junto a Oliver Reed y Derek Jacobi, totalmente entregados.

'Gladiator' es una película llena de detalles. Eso es lo que la engrandece, y la sitúa en el podio de obras de su director. Detalles como el de un padre que quiere a su hijo pero que nunca quiso tenerlo, un guerrero que ansia paz, y solo encuentra sufrimiento, un romance entorpecido en el tiempo y descrito en miradas, deseo y un efímero beso. O dos hermanos que se esconden, y alternan secretos inconfesables. Y si soy honesto, Incluso es imperfecta. Algún capricho del guión surge por el camino, pero obviando esa imperfección, nace algo inaudito. No sé si es la música de Zimmer, la dirección de un inspirado Ridley Scott, la omnipresencia de Russell Crowe, el gran villano de Phoenix, o que, que cada vez que me siento delante de la pantalla y me dejo llevar por sus casi tres horas, la emoción me embarga, y tras los créditos, vuelvo a estar siempre dispuesto a repetir el viaje una vez más.
MigueL
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