La vida de los peces

No podemos saber que pretende el guionista con esta historia, un relato corto y cotidiano, que pareciera reflejar los problemas existenciales de un puñado de jóvenes latinoamericanos proveniente de familias acomodadas. Es sin duda el NO RELATO, ya que no dice mucho, por no decir que nada, exalta lo particular casi despreciando a lo general.

Simplemente, la vida de los peces es una vida bastante tranquila, aburrida y reducida.

Me gusta decir que esta es una película de acción aunque todos acaben riéndose de mí. Algunas películas, quizás la mayoría de las más puntuadas, te atrapan por la diversidad de escenas, por la rapidez con que pasan de una a otra sin darte tiempo a pensar en que tan cómodo te sientes, la vorágine, los diálogos de múltiples tonos, los engranajes dinámicos de la trama, la risa, la ansiedad...nada de eso pasa con esta película. Mientras algunas películas te atrapan con lo que ves, otras te atrapan con lo que sientes, pasas de un sentimiento a otro, sin que los actores hayan cambiado si quiera de habitación, esa es la vorágine y no es para cualquiera, claro. Solo pueden disfrutarlo las personas empáticas, que explotan sus sentimientos, se sienten cómodos con ellos e intentan llevarlos a su estado más profundo. Todos los sentimientos llegan y se van de manera tan pausada que hasta puedes identificar el momento de su (des)aparición, anímate.

Empezó mal porque no entendía nada de nada de lo que decían los actores y me planteé si en lugar de chilena, no sería brasileña. No, luego ya se les aclaran las voces o a mí se me acostrumbra el oído.
Continuó de habitación en habitación y de conversación en conversación, sin el más mínimo interés, aunque yo, que fabulo, imaginaba que cada pequeño diálogo era la pieza de un puzle. Tampoco.
Me cabrea sobremanera la conversación sobre sexo y drogas con dos adolescentes recién conocidos. Me parto y me troncho.
Y luego la historia pues de lo más normal y plana que he visto.
Los actores ni fu ni fa, del tipo progre que no llega.

No paguéis por ella. No perder el tiempo en ella.

Andrés (Cabrera) regresa de Alemania a su Chile tras 10 años. Es periodista y trabaja para una revista de viajes haciendo guías. Viaja mucho, conoce mundo y lugares exóticos, pero lleva una vida itinerante y desvinculada.
En este regreso se reencuentra con Beatriz (Lewin) en la fiesta de cumpleaños de uno de sus amigos. Beatriz fue, es y, probablemente, sea su único gran amor...
Muy buen relato de soledades, de desamor, amargo (aunque con acertados toques de humor), espléndidamente interpretado por Santiago Cabrera. Es creíble, melancólica poco afectada, demostrativa del valor e importancia del daño emocional como herida. Sus diálogos son intensos, la música de Diego Fontecilla más que correcta.
Cuarta película de su autor.
Comprendo perfectamente a Andrés/Cabrera, a su vida en la pecera que lo da vida y lo asfixia a la vez, en el ancho mundo nadando libre pero a la vez atado por cuatro paredes de cristal. Me veo en los primeros planos de Andrés, en su lucha penúltima por salir de la pecera para nadar y nadar, amar y amar...

Muy decente película de bajo presupuesto y notable factura.
Es un claro ejemplo de lo que se puede hacer conjugando muchos sentimientos y algo de música.
La recomiendo.