La locura del dólar

349/04(06/12/11) Frank Capra nos regaló su primera gran cinta, un compendio de lo que sería su cine, una fábula moral que refleja lo que Capra querría que fuese el mundo, un idealizado lugar donde el ser humano es bueno por naturaleza, donde la solidaridad y amistad nos sacará de cualquier problema. La acción tiene lugar durante dos días en plena Depresión Americana, el casi único escenario es un banco en Nueva York, el Union National Bank, el protagonista es su director, Thomas Dickson (gran Walter Huston), un vitalista e idealista tipo que concede prestamos en base a la confianza que le desprende la gente, para el consejo de administración esto puede arruinar a la entidad, presionan a Dickson para que cambie pero este no cede un ápice, pero tras un robo en la caja fuerte de 100000 $ el pánico se desata entre los clientes que en masa deciden retirar sus fondos, provocando que la empresa se encuentre al borde de la ruina, entre medias se cuela un triángulo amoroso con Thomas, su esposa y un empleado de este. El guión es una delicia de Robert Riskin, un liberal demócrata que escribió la mayoría de grandes obras de Capra, ‘Dama por un día’, ‘Sucedió una noche’, ‘Horizontes perdidos’, ‘Vive como quieras’ o ‘Juan Nadie’, ahí queda eso, mezcla ingeniosamente situaciones románticas, comedia, drama, ello con un desarrollo ágil, son 75 minutos frenéticos, un portento de síntesis, de ir al grano desde su arranque, toca un tema tan Universal y atemporal, se podría trasladar perfectamente a hoy en día, nos habla de la crisis económica, de cómo si no hay confianza nada se mueve, de que si no se mueve el dinero, es una debacle, de que si los bancos no conceden créditos es un cataclismo, justo lo que ocurre hoy en día. (Continua en Spoilers sin Spoilers)

Otra gran película del gran Capra, esta contiene muchas similitudes con dos de sus películas mas conocidas e importantes, Caballero sin espada y la tan ofrecida por estas fechas Que bello es vivir. La locura del dólar habla sobre la fe en los pequeños, y como suele suceder en todas las películas de Capra, la constante lucha de lo justo contra lo injusto

Frank Capra en La locura del dólar (American Madness) pone en escena una disyuntiva que cada ser humano vive en sí mismo de forma constante. Esta disyuntiva no es otra que la polaridad entre el conservacionismo y el progresismo, o dicho de otro modo el refugiarse en lo que uno cree seguro o el aventurarse en nuevos proyectos.

El director del banco Dickson (Walter Huston) dinamiza el espíritu progresista del fluir hacia el futuro mientras que la junta directiva del propio banco representa el asiento de mantenerse en terreno firme.

Dos tendencias que en cualquier decisión humana operan, la mayor parte de las veces, en forma de conflicto, aunque en ocasiones sucede que la una complementa a la otra conformándose un conjunto más rico que la mera suma de ambas partes.

En esta trama la polaridad roza ambos extremos, desde el incesante despliegue de fondos del banco a empresas hasta la retirada incontrolada de los depósitos de los clientes del banco. ¿Qué es aquello que fluctúa entre ambas tendencias? ¿Qué hace que cada uno de nosotros tienda a lanzarse o retenerse?

La confianza es el entorno que equilibra, incluso integra, el vaivén de ambas tendencias. Si la confianza se pierde, o simplemente no la hubiere, es por seguro que uno se decantará por no mover ficha o incluso se arriesgará por apostarlo todo a la desesperada. Tal y como encarnan en cierto momento las posturas antagonistas de la junta directiva y de Dickson.

Es la confianza lo que nos hace avanzar con entereza, es el medio que permite integrar la seguridad con la aventura de lo nuevo. La confianza no es una sensación ilusa, es una determinación interna abierta hacia una aspiración dada.

La confianza aúna lo esencial del movimiento conservador y del movimiento progresista, aflorando en ello la posibilidad de renovación. Renovarse no es cambio rotundo ni tampoco estancarse, renovarse es conservar lo esencial incorporando lo nuevo. Con confianza me renuevo. Sin confianza me estanco o cambio rotundamente que no es más que otra forma de estancamiento.

Esta confianza es escenificada por la pareja de empleados Matt (Pat O’Brien) y Helen (Constance Cummings). En el momento de mayor tensión entre ambas polaridades ambos mantienen su entereza gracias a la confianza, la cual van trasmitiendo de tal forma que logran que los conservadores arriesguen y el progresista no abandone.

La confianza es una palabra que hoy día usamos sin habernos parada en desvelar su esencia. ¿Dónde empieza la confianza?

El guión de R. Riskin -con su interesante combinación de tramas- permite ofrecer una gran muestra del mejor cine de intriga gracias a su ambientación excelente, al ajustado acompañamiento musical y a la cuidada y sugerente fotografía que se exhibe durante todo el largometraje.
Y una labor de dirección rigurosa y concisa, que no deja ningún detalle al azar -F. Capra-, sitúa al espectador en el ámbito de la credibilidad, del empaque y de la consistencia.
La interpretación de W. Huston posee convicción de gran profesional.
El significado y validez de los postulados que se propugnan puede ser objeto de discusión pero, desde el punto de vista de su presentación cinematográfica, hay que reconocer que su factura es irreprochable.

La abuelita Capra en esta película nos demuestra a la perfección el porque de tal apelativo, no me gustaría ser despectivo u ofensivo con un director que sin duda poseía mucho talento, el cual casi siempre demuestra, pero sus películas tienen dos caras, escenas filmadas con maestría de las que no se olvidan, que emocionan, combinadas con otras tremendamente blandengues, o lo que es peor aún, manipuladoras al máximo, pretendiendo hacernos creer que los cuentos de hadas se hacen realidad. Capra lo exagera todo, lo bueno y lo malo de la condición humana y me temo que las cosas no suelen ser así, lo blanco existe y lo negro también, pero la aplastante mayoría de las veces, las cosas tienen otros colores con tonos y matices diferentes.
A veces tengo la sensación de que si viviera en esta época seria un director excelente para esos programas de la tarde tipo Diario de Patricia, donde la gente sufre, llora y se lleva sorpresas inesperadas, aunque si lo pienso bien soy tremendamente injusto con Capra, el era un hombre con mucho talento, capaz de tocar como nadie nuestra fibra sensible, nos ha hecho vibrar y nos ha hecho sentir la grandeza del cine, pero a la vez también nos ha hecho sentir las miserias del cine.
En “La locura del dólar “sigue perfectamente la línea señalada y alterna secuencias notables con otras para olvidar, magistral es la clase de economía que nos da el protagonista y que en estos tiempos de crisis esta tremendamente vigente, extraordinario también su ensalzamiento de la amistad como una de los valores claves del hombre y manipulación pura casi todo el resto, con alguna escena para las lagrimas y alguna otra para la emoción.