Haz click aquí para copiar la URL

La pícara puritana

Romance. Comedia Jerry y Lucy Warriner están a punto de divorciarse y luchan por la custodia de su perro, Mr. Smith. Antes de que el divorcio se haga oficial, Jerry decide volver con Lucy, pero se entera de que ella va a casarse con un hombre que se ha hecho rico gracias al petróleo. Jerry contraataca anunciando su compromiso con la aristocrática Molly Lamont. (FILMAFFINITY)
1 2 3 4 5 >>
Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
9 de octubre de 2009
40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia clásica de estilo Screwball, "The awful truth" (me resisto a mencionar el título en castellano, verdaderamente deleznable) de Leo McCarey es un ejemplo del nuevo lenguaje humorístico asumido por el cine estadounidense de los años treinta.

En dicha década, con la generalización del cine sonoro, las antiguas comedias cómicas basadas en gags de gran potencia y creatividad visual, tocaron definitivamente a su fín. Es cierto que algunos de los grandes cómicos (Chaplin entre ellos) se resisitieron a abandonar el método que tan buen resultado les había proporcionado en el pasado, y a pesar de que aún realizaron obras de gran mérito, a lo largo de los treinta se generalizaría un nuevo tipo de comedia, basada en los diálogos ocurrentes, la lucha de sexos y cierta crítica de costumbres (muy ligera, eso sí), todo ello desarrollado en ambientes burgueses o acomodados. No hay que olvidar que aquellos años eran muy duros para la sociedad, en plena Depresión, por lo que las comedias tenderían al optimismo y a la evasión.

Este nuevo estilo encumbró y consagró a nuevos directores (Capra, Cuckor, McCarey, Hawks) y, sobre todo, a nuevos intérpretes, que ahora precisaban, además de expresividad gestual, buenas dotes en los diálogos, así como capacidad de improvisación. El mejor ejemplo de todo ello lo representó Cary Grant, protagonista del presente filme, en el que encarna a un personaje tipo con el que repetirá fortuna en múltiples ocasiones, apoyándose en su magnífica presencia y sus grandes dotes interpretativas.

La película presenta una lucha de sexos en un matrimonio en trance de separación por culpa de un equívoco y los subsiguientes celos. La separación sólo se consumará al término de un periodo concreto, y mientras éste se agota los Warriner discutirán la custodia del perro (genial la secuencia del juzgado) y entablarán sendas relaciones con ánimo de provocarse el uno al otro. El reparto hace una labor magnífica, con el ya citado Cary Grant, a quien da la réplica una no menos maravillosa Irene Dunne (divertidísima en toda la secuencia que protagoniza en casa de la pretendiente de su casi ex marido); los secundarios están a la altura, sobre todo Bellamy, brillante en su creación de un paleto millonario enamorado de Lucy Warriner.

Para McCarey el filme supuso la consagración definitiva, recibiendo el Oscar al mejor director, y consiguiendo así un prestigio que ya por entonces merecía, pues no en vano había sido el máximo propiciador de la asociación entre Stan Laurel y Oliver Hardy, además de director del clásico "Sopa de Ganso", con los hermanos Marx.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10 de enero de 2009
46 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es de Lubitsch pero podría serlo. Con ello, creo que estoy elogiando a un excelente director, Leo McCarey y a una magnífica comedia, La pícara puritana, película que, a pesar de los años transcurridos desde su estreno consigue una amplia sonrisa de los espectadores gracias sobre todo a unos diálogos tan oportunos como inteligentes, a un ritmo que no decae en ningún momento y a unos actores (Cary Grant e Irene Dunne) cuya relación cinematográfica irradia esa química imprescindible en toda comedia que se precie.

No es cuestionable el Oscar de 1938 al mejor director de Leo McCarey y muy merecidas las nominaciones de Ralph Bellamy e Irene Dunne. Si a todo ello le sumamos la nominación a mejor película, mejor montaje y sobre todo mejor guión, pues agua tan bendecida tiene que tener algo y aunque a veces los premios no guardan relación con los verdaderos méritos contraídos, en este caso sí.

Y quiero detenerme en lo que hace referencia al guión, porque miren ustedes, hacer reír al espectador nunca ha sido tarea fácil y los guionistas con escasez imaginativa han recurrido ( y lo siguen haciendo) a las tartas en la cara, a los tropezones y similares. Y eso está demasiado visto. El espectador busca un humor que no sea un atentado contra su inteligencia. Y ese humor lo encontramos en Lubitsch, también en Billy Wilder y en esta película de McCarey.

Las "salidas" de la tía Patsy son magistrales:

El marido y el profesor de canto abandonan corriendo la habitación de Lucy (Irene Dunne)
El rico pretendiente (Bellamy), a la vista del paño, exclama: "He aprendido a conocer a las mujeres"
La tía Patsy le entrega la carta de despedida de Lucy que ya tenía preparada: "Aquí tiene el diploma".

Y muchas más. Hasta nos reímos con Cary Grant de patoso en el concierto. Y les aseguro que no soy de risa floja.

Habrá quien diga que este tipo de comedias se quedaron anticuadas, que la sociedad ha cambiado mucho, que los roles masculino y femenino son muy diferentes. Y tendrá razón. Pero miren, lo mismo me digo yo a mí mismo, pero no sé bien lo que me pasa, me sigo riendo.
FATHER CAPRIO
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8 de enero de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertida, ingeniosa, sutil y elegante, entre otros calificativos, son los que merece esta maravillosa comedia de Leo McCarey que pone en pantalla a dos de los mejores intérpretes de la comedia clásica: el infalible Cary Grant y una acertadísima Irene Dunne, actriz muy del gusto del realizador. La atmósfera de coquetos pisos en Nueva York, suntuosos salones de fiesta e imponentes salas de tribunal encuentra un agradable relieve en el tramo final: carretera polvorienta, viaje en moto con las cabelleras al viento y rústica cabaña en las afueras, donde el círculo de amor-desamor de los protagonistas se cierra alcanzada la medianoche de su divorcio en ciernes.

La sinopsis versa cómo no, sobre la guerra de los sexos y las solapadas infidelidades y traiciones, pero McCarey encara el tema, a través del acerado guion de Viña Delmar, con una madurez propia de un cineasta experimentado y curtido. El conflicto, siempre bajo el prisma de la comedia sutil, es afrontado con profundidad, contagiando a la trama de ciertos momentos de amargura y melancolía (el brindis final de la pareja poco antes del compromiso entre Jerry y Barbara Vance es el ejemplo más claro). El guion está salpicado de comentarios mordaces y los enredos en los que basa todo el argumento resultan ágiles, amén de equilibrados y nada exagerados. El discurso glosa con enorme sutileza las diferencias de costumbres entre los urbanitas de Nueva York y el fantástico dueto que forman Daniel Leeson (Bellamy) y su madre (Dale). A destacar las fulminantes apariciones de la tía Patsy (Cunningham), entre las que sobresale la tronchante escena del ascensor.

No resulta necesario aclarar si la película arroja o no un mensaje final al espectador, pero en todo caso resulta un muestrario del juego de apariencias y simulaciones en el que caen los personajes todo el tiempo. Una vez disuelta la pareja, Lucy Warriner intentará demostrar su bienestar a su exmarido emparejándose con un vecino con el que muy poco tiene en común, para finalmente darse cuenta de que lo que en verdad intenta es despertar los celos de Jerry. En cuanto a este, una vez consumado el enésimo desengaño en la memorable escena de la trifulca en el dormitorio, encuentra refugio en Barbara, una rica heredera mediante la cual intenta olvidar a Lucy. Es entonces cuando surge la mejor versión de Irene Dunne. La secuencia en casa de la familia Vance, con una Lucy beoda y desmelenada, resulta de las más graciosas y divertidas de todo el film, y se da en ese momento clave en el que queda de manifiesto que el remplazo apresurado de pareja puede resultar la mayoría de las veces inconveniente, y que por lo general un clavo no termina de sacar definitivamente a otro clavo.

Por supuesto, el film nos regala unos cuantos momentos de Cary Grant que, como todo lo que ha hecho este hombre, resultan impagables. Sus jugueteos con el perro, su gesto transido de sorpresa ante cada puñalada verbal de su mujer, su sonrisa maliciosa cuando la empuja al risible espectáculo en la pista de baile y especialmente su aparatosa caída durante el concierto en la sala del profesor de música dan forma a un compendio de todo lo bueno que Grant nos ha regalado una y otra vez como actor de comedia.

Película ejemplar, extraordinariamente narrada y resuelta. Con los celos, la desconfianza en el matrimonio y la infidelidad como columna vertebral temática, elabora una deliciosa comedia de enredos llena de empaque, glamur y elegancia.

Muy buena.
Arsenevich
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
19 de enero de 2012
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo McCarey era especialista en el género del humor y del romance. Aunó ambos en una burbujeante fusión que funcionaba bien, y un ejemplo de ello es “La pícara puritana” (horrible el título que le impusieron al pasarlo al castellano).
Una comedia de los años 30 no necesita presentación; si se ha visto “Vive como quieras”, “Sucedió una noche”, “Vivir para gozar”, “La fiera de mi niña”, “Ninotchka” o un puñado de las de los hermanos Marx, se intuye cuáles son las premisas generales para que se garantizaran el éxito: un guión que recurre sin complejos a las situaciones absurdas, disparates varios, risa abierta, los personajes pasando por trances ridículos, diálogos ingeniosos, ironía a raudales y picardía disfrazada. La procacidad no debía ser evidente, porque la cinta corría el riesgo de no pasar el tijeretazo del puritanismo censor tan extendido por Norteamérica. Ni escenas de alcoba, ni palabrotas, ni desnudos, ni siquiera un matrimonio durmiendo en la misma cama. Como súmmum de lo explícito, besos más bien afectados y formalitos (vamos, que nada de morreos de tornillo con lengua). El erotismo se incluía por otras vías, recurriendo a miradas, gestos, conversaciones veladas y vestuario correcto pero con su toque de sensualidad.
El cine, como todo arte, se influye por los tiempos que le tocan, y por eso refleja una concepción vital de su época, unos valores concretos concentrados en un rollo de celuloide. El tema del divorcio según la visión de McCarey hoy puede resultar de lo más anticuado e ingenuo, y Cary Grant e Irene Dunne caer ante la audiencia actual como dos pacatillos tontines. Mas no olvidemos que si hoy día la ruptura matrimonial es tan natural como respirar, setenta y cinco años atrás era un escándalo o poco menos.
Un ameno viaje al pasado donde reír sin preocupaciones y deleitarse con la vena payasa de Grant, que le iba como anillo al dedo.
Vivoleyendo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6 de abril de 2010
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra comedia clásica, dentro del estilo de screwball comedie aunque con tonos notoriamente más románticos e incluso un humor alejado del juego de palabras y más apegado al slapstick, en primera medida y, principalmente, a la incomodidad.

La incomodidad es un elemento nuevo: lo cierto es que los personajes construyen situaciones que, ya sea por sus propios errores o por desatinos del azar, o bien deben esconderse o bien hacer el ridículo. Esto genera, siempre dentro del género cómico, una cierta tensión en el espectador, una suerte de verguenza ajena por los personajes que se salvan como pueden del meollo ocasionado.

El matrimonio cobra aquí un papel curioso, aunque muy manido en la época: imposible no dar cuenta de que nos encontramos ante una pareja especial, con códigos internos que se le escapan incluso al espectador. Esto genera, junto con las miradas que los protas se reparten más las formas de tratarse, una química íntima que funciona a la perfección. La cámara no nos muestra todo, ni siquiera el pasado sospechoso de ellos en cuanto a la fidelidad, y esto juega muy a favor, puesto que la peli se maneja también desde esos secretos.

Rendirse a la opinión social y a las convenciones culturales o armar un mundo propio y el resto que se cague... eso pretende transmitir esa peli, con o sin código Hays. Quizás el perro fox terrier sepa la verdad, "La terrible verdad", pero seguro que no nos la dirá.
Juan Rúas
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 5 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow