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Little Joe

Drama. Fantástico Alice (Emily Beecham) es una madre soltera que cría plantas en una empresa que busca desarrollar nuevas especies. Es la responsable del exitoso último diseño de su compañía: una bella planta de gran valor terapéutico: si se encuentra en las condiciones óptimas, garantiza a quien la consuma sentir algo parecido a la felicidad. Un día, Alice decide ir en contra de las normas de su empresa y lleva una planta a Joe (Kit Connor), su hijo. ... [+]
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
3 de mayo de 2020
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película en realidad juguetona, mucho más sugerente de lo que aparenta por la narrativa lánguida de su realizadora. Posiblemente entre mucho mejor en la propuesta el espectador que tenga muy presentes las referencias de clásicos como “El pueblo de los malditos” o “La invasión de los ultracuerpos”. Está claro que es otro enfoque, más femenino y menos académico, sobre la misma idea.

Tiene mucho cuidado de aprovecharse de las elipsis y de unos personajes ambiguos para crear incertidumbre, para permitir que el espectador pueda elegir entre dos interpretaciones de todo lo que está ocurriendo. Se podrá ver como la reacción negacionista de una madre ante la desconexión con su hijo, o bien como si el destino de la humanidad se estuviera decidiendo en el jardincito de la abuela. O mucho me equivoco, o la mayoría de nosotros sacará a relucir su perfil más conspiranoico. Quizás alguien con más inquietudes que las mías en el campo de la psicología profesional se decante por lo contrario.

Indirectamente, plantea muchas preguntas interesantes. ¿Podría ser la felicidad la pérdida de todo sentimiento humano? ¿Importaría tanto perder nuestra identidad, convertirnos en hormigas zombie esclavas de su pulgón? ¿Acaso no estamos ya buscando eso con las drogas, los videojuegos, las redes sociales… los radicalismos políticos? No son cuestiones nuevas, ni baladíes, pero nunca está de más replantearlas.

El problema que puede tener es lo extremo de su desarrollo estético y narrativo. La imagen salta bruscamente entre lo aséptico (el centro de trabajo) y lo colorido (el hogar); la música entremezcla el sonido suizen japonés con ladridos de perros y un soniquete parecido al chiflo del afilador ambulante (decir “arriesgado” es lo mínimo que se me ocurre); los sentimientos de la protagonista, que se debate entre su maternidad y su profesión, entre destruir el trabajo de una vida o reconocer su probable locura, podrían haber aflorado intensamente en muchas escenas, pero se ven constantemente coartados por la directora (algo claramente intencional). Si alguien le cuelga el cartel de inaccesible a Hausner, puedo llegar a comprenderlo.
jastarloa
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4 de mayo de 2020
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, "Little Joe" es una cinta lenta, lentísima, y encima absurda, ¿el mundo manipulado por unas simples plantitas? Venga ya! Hace falta estar mal de la azotea para imaginar semejante cutrez, ¿en esto gastan el dinero?

Pero el caso es que miras la planta y fea no es, incluso hace bonito, pero de ahí a lanzar esa trama rebuscada ya va un trecho. No se lo cree nadie. Esperad un momento que voy a olerla, sólo un poquito...



Una de las principales actitudes que Hausner ha cultivado como narradora ha sido la ambigüedad. Ya en "Lourdes" nos hablaba tanto de la mercantilización de la fe como de la posibilidad que existan los milagros. No sólo deja espacio al espectador para que decida, también le sirve para abordar el tema de la subjetividad: en último término se deja abierta la posibilidad que la trama de la narración haya surgido como una mera fabricación de la mente de sus personajes y no como una construcción en términos absolutos.
En esta ocasión podemos ver "Little Joe" como una historia de como la ciencia queda pervertida por el mercado y la falta de escrúpulos y la ambición personal, lo que ocasiona un pequeño gran desastre (también esto queda en lo ambiguo: puede que en verdad que no sea tal); también puede que nos hable de la desesperada necesidad de crear emoción en un mundo aséptico y apático, o simplemente del conflicto de una madre que prefiere el trabajo a su hijo y se niega a reconocer sus sentimientos... e incluso, accidentalmente, dada la situación mundial, puede que salga alguien que vea aquí una representación de cómo el Covid-19 fue soltado al mundo: se da la coincidencia que una cepa de virus empleada para mejorar el olor muta y consigue infectar fácil y masivamente a los humanos, provocando así una situación que casi sería análoga con "La invasión de los ultracuerpos".

Personalmente yo me quedo con la parte del conflicto entre Historia y naturaleza. La Historia por supuesto la representa la ciencia, el progreso del conocimiento humano, que aquí degenera en un intento por manipular la obra de la naturaleza. Los escenarios de la película destilan asepsia, un mundo uniformado y desapasionado, y de cómo se pretende sacar rédito comercial de esa situación sintetizando un producto que cree artificialmente esas sensaciones que parecen faltar. La ciencia pervertida por el mercantilismo. Cómo escribió Don Delillo, la tecnología y la ciencia son ya una fuerza de la naturaleza. Algo imparable. Uno de los motivos que impide frenar en seco y finalizar el peligroso proyecto es que otra empresa podría llevarse el gato al agua y enriquecerse, cosa que estos científicos prefieren no pensar. También en la concepción del proyecto se plantea antes como una operación comercial antes que no una empresa humanista. La soberbia, inconsciencia y exceso de ambición, representado sin remarcados excesivos, conduce a desafiar el orden natural de las cosas, pasando por alto que también la naturaleza tiene mecanismos para defenderse y no es tan fácil de manejar como las hormigas de un terrario.

La historia personal de Alice también nos sirve para vehicular esa dificultad de manejar las emociones y crear relaciones sanas y fluidas en un mundo constreñido por la ambición personal y el trabajo, hasta el punto que merma el sano desarrollo personal. En otro momento vemos que ella siente cierto interés por su compañero interpretado por Ben Wishaw, persona que se ajusta a su concepción de la vida, sólo que ella no parece capaz de aceptar sus sentimientos respecto a éste y su hijo, lo que sería imprescindible para afrontar esta situación. Estas dos líneas, la personal y la científica, se entrelazan con habilidad, de forma que vemos que esas carencias emocionales representan el tipo de situaciones que propiciaron ese desquiciado proyecto de ingeniería genética que queda amplificado y condicionado por las condiciones económicas que lo hacen viable, lo sustentan y finalmente lo justifican.

Todo lo anterior, insisto, es como lo he visto desde mi punto de vista. Pero hay más posibilidades. Aparece Bella, una científica interpretada por Kerry Fox, que es estigmatizada por sus compañeros como "loca" porque ha sufrido un colapso nervioso y que por ese motivo podría haber influenciado falsamente a Alice, que se aferra a esa idea que las plantas se plantean dominar a los humanos para no aceptar que no necesita a Joe, su hijo. O puede que no, que en verdad la mente de Joe sí ha sido poseída por las plantas y desea irse a vivir con su padre porque éste vive en plena naturaleza.

Esa estructura narrativa tan abierta, unido a un estilo de Hausner, me han convencido. He detectado incluso algunos puntos de conexión con ciertas películas del griego Yorgos Lanthimos, particularmente "Canino", dónde se empleaba la educación de los hijos para crear un mundo artificial, y con "Alps", dónde sus apáticos personajes deben recurrir a los servicios de una empresa para proporcionarse las emociones que no son capaces de producir. En ambos casos creo que se habla oportunamente de los peligros de manejar erróneamente las posibilidades que el humanismo ha abierto. Ciencia, educación, comercio, grandes empresas si son manejadas con moderación, sin perder de vista la naturaleza, que cualquier día de estos nos va a dar un correctivo en forma de desastre a escala planetaria.
Jean Ra
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4 de mayo de 2020
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un baño de estética, que prevalece por encima del fondo y del mensaje. Una película efectista, que busca llamar la atención del espectador constantemente, espetándole "mira qué rara soy" (la música llega a ser molesta). El hecho de que no haya compensación entre forma y fondo no hace sino que la persona que esté viendo la película se recree en los colores y en la fotografía, alejándola de otros aspectos que, para muchas personas, son más importantes. El mensaje que pretende dar es bueno, la búsqueda de la falsa felicidad (en esta sociedad se repite con la presencia de Mr. Smile hasta en las tazas de desayuno) provoca eso mismo, la falsa felicidad. Pero de esto ya han hablado series como Black Mirror con un mayor equilibrio entre forma y fondo, superando en guión, fotografía e interpretaciones a los de esta aceptable película.
gpiqueras
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3 de mayo de 2020
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peculiar 'Little Joe', acerca de una científica que, junto a sus compañeros, intenta criar una flor que garantice el bienestar de las personas que la adquieran, es la última obra de la cineasta austriaca Jessica Hausner, de cuya aun breve filmografía hace una retrospectiva el D'A Film Festival que se puede ver estos días en Filmin.

La historia se tuerce cuando la protagonista percibe un cambio de comportamiento en aquellos que han estado expuestos al polen emitido por tan peculiar florecita de diseño, y esto incluye a varios de sus colegas y hasta a su propio hijo preadolescente, al que casi no reconoce ya, llegando a dudar -tanto ella como el espectador- de su propia cordura.

Se podría decir, por tanto, que esta extraña y por momentos hipnótica película (de cuidada y colorista estética en decorados, vestuario y atrezzo), es como un capítulo de 'Black Mirror' pero pasado por la túrmix del cine de autor europeo. Curiosa, cuanto menos.
Amor Perro
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5 de mayo de 2020
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La invasión happy flower

Se puede considerar a Little Joe como un remake apócrifo de La invasión de los ladrones de cuerpos o de los ultracuerpos según sea la versión que prefiramos entre las cinco adaptaciones existentes de la novela escrita por Jack Finney. Aquí las vainas llegadas del espacio se sustituyen por una flores que inoculan un sentimiento de felicidad que transforma a sus huéspedes, lo que también nos llevará a recordar el futuro propuesto en Un mundo feliz de Aldous Huxley.

Estamos ante una obra de ciencia-ficción atípica. A través de una puesta en escena minimalista que juega con el contraste en su paleta de colores, la directora austriaca Jessica Hausner, nos introduce en un relato distópico, pero absolutamente reconocible. Haciendo uso del ritmo contemplativo y autoral de una película indie, se sirve de los códigos del cine fantástico para generar un suspense que flota constantemente en la atmósfera.

*La maternidad culpable

La historia de Little Joe resulta tan perturbadora como satírica. La búsqueda de la felicidad se vuelve una trampa que convierte a las personas en seres alienados que viven al margen del contacto real con los sentimientos humanos. Eso sirve a Hausner para reflexionar sobre el mundo actual y la manera que tenemos de relacionarnos. En una era tremendamente tecnológica, las apariencias y los disfraces ofrecen una visión distorsionada de nuestra verdadera realidad emocional.

La sociedad del happy flower (nunca mejor dicho), se muestra aquí como una secta terrorífica que abduce nuestra capacidad de sentir y disentir. También, hay en la película un tratado sobre la maternidad y la educación de nuestros hijos. La obligación social que tienen las mujeres de anteponer el cuidado de sus hijos por encima de sus aspiraciones profesionales, genera un conflicto de culpabilidad.

*El negocio de la felicidad

Esta extraña y sutil fábula social o, si se prefiere, esta alegoría sarcástica sobre el conformismo colectivo, transita con sutileza por el territorio del cine fantástico. Su puesta en escena es arrebatadora. Little Joe contiene una fotografía estupenda de Martin Gschlacht (Goodnight Mommy, Spiele Leben), entre lo bello y lo aséptico. Así como un tratamiento sonoro y musical tan arriesgado como provocativo. En ese aspecto se acerca al cine experimental o incluso puede recordar a los bunraku (teatros de marionetas japoneses).

La banda sonora de Little Joe no es una composición original para la película, se han escogido con esmero algunos temas compuestos por el músico japonés, ya fallecido, Teiji Ito. En concreto los compuso en 1971 para su álbum Watermill, que servía como música para un ballet de danza contemporánea de Jerome Robbins. Como curiosidad extra, comentar que la canción de los títulos de crédito finales es de Markus Binder y nada menos que se titula HappinessBusiness (El negocio de la felicidad). Toda una declaración de intenciones de la directora sobre la invasión comercial de los llamados productos saludables y una buena bofetada al postureo espiritualista.

*Conclusión

Little Joe es una fábula satírica y perversa sobre la obligatoriedad social de mostrar nuestra felicidad a los demás. La directora austriaca Jessica Hausner utiliza los códigos de la ciencia-ficción, para regalarnos un remake apócrifo de La invasión de los ladrones de cuerpos, con el componente botánico de La tienda de los horrores, donde le importa más el concepto que el desarrollo intrínseco de una trama.

Con una tremenda sutileza y una mala leche casi imperceptible a primera vista, nos habla sobre la desnaturalización del ser humano en la sociedad actual. Sobre como la necesidad de mantener las falsas apariencias, nos transforman en seres alienados que se relacionan entre ellos de manera superficial. El dolor se oculta, la felicidad resulta artificial. También busca hacer un retrato inusual sobre la maternidad. Sobre el deber impuesto a las mujeres de cuidar a sus hijos por encima del crecimiento personal o profesional.

Little Joe tiene un tratamiento estético y sonoro hipnótico. Todo sucede en un entorno que incide en lo aséptico y minimalista, pero la fotografía utiliza el contraste de los colores para resaltar los detalles y crear unos planos de gran belleza plástica. El carácter experimental de la banda sonora te transporta a un mundo donde lo tangible se vuelve onírico. La película será como una semilla que germinará en tu cerebro. Más allá de las sensaciones que te provoque mientras la veas, se convertirá en un organismo vivo en tu recuerdo.

Escrito por Daniel Farriol
Cinemagavia
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