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Un beso ante el espejo

Intriga Mientras el abogado Paul Held defiende a un hombre acusado de haber asesinado a su mujer, empieza a sospechar que su propia esposa podría estar engañándolo. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
17 de enero de 2021
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debería dedicar un ensayo a esta obra maestra de Whale, pero... creo que él no me lo perdonaría. Me exigiría una crítica corta, algo que se asemejara a un cuento. Para Whale es fácil. En "Un beso ante el espejo" lo hace todo muy fácil. Es como un manual de perfección. Y, para alcanzarla, tengo la sensación de que uno de los requisitos imprescindibles (tal vez lo sea en toda la obra de Whale) es la brevedad. Por supuesto, otra condición indispensable es el talento.
Rafa Nadal suele decir que el suyo es un deporte de errores. El que menos comete, gana. Es decir, es el mejor. ¿Cómo se puede definir entonces esta película de James Whale? Yo no le encuentro error alguno. El director inglés maneja la cámara con la misma soltura y habilidad que Von Karajan la batuta. Llega a ser insultante su dominio. Juega con los espejos, con las puertas, con las luces y las sombras. Oprime, asfixia, ahoga, en los espacios cerrados. Habla... más bien grita, en los silencios. Los personajes disparan las palabras. Sin prisas, pero sin pausas. Se mueven con donaire o con torpeza; gesticulan con ademanes suaves o con brusquedad; se muestran alegres o taciturnos, disparatados o severos, pero... todos actúan al son que marca Whale. Todo a su ritmo. Para crear una obra perfecta.
Bueno sí. Hay un error. En el mensaje. En el discurso irritante y machista del abogado Held. Lo usa en el juicio y lo usa en su vida. No le den mucha importancia. Whale permite al abogado moverse a su antojo hasta que Hilda (su propia ayudante) lo frena en seco: "Como mujer no creo en ninguno de sus argumentos." Yo, como hombre, tampoco. Y añadiría: "Abogado, engañaste a muchos pero...al final tuviste que romper el espejo cuando éste te revelo la verdad."
el chulucu
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27 de enero de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
! Bueno, bueno!, vaya tela marinera la que nos trae ese magnífico director, James Whale, responsable de algunas de las mejores joyas del cine fantástico y de terror como Frankenstein o su secuela la novia de Frankenstein y al que de lo último que se le puede tachar es de vulgar o convencional.
Al revés, me parece que este hombre era terriblemente provocativo y en esta película que, aparentemente, se muestra como una cinta de misterio, no escatima en lanzar una severa pulla a la sociedad de su época, terriblemente misógina, reflejando, precisamente, a la manera de espejo de los que en esta cinta utiliza con soberbia maestría, esa misoginia latente que les arroja la terrible realidad a la cara y que les muestra lo que son. ( spoiler)
Un soberbio arranque lleno de belleza nos muestra un romance adúltero. Los amantes, en cita clandestina, se disponen a hacer el amor. Mientras, oculto tras la ventana del dormitorio, el marido contempla la escena portando un revólver. Aprovechando la leve ausencia del amante le descerraja tres tiros a su mujer y llama tranquilamente a la policía confesándose autor del crimen.
Frank Morgan, abogado y mejor amigo del asesino, va a hacerse cargo de su defensa. Le visita en la celda para obtener toda la información necesaria para preparar su defensa pero, a medida que va oyendo el relato de su amigo, se va a sentir reflejado ( otra vez la metáfora del espejo) en él y la misma sospecha que había embargado a su amigo se irá apoderando de él que comenzará a desconfiar de su propia esposa.
Este personaje va a encarnar toda esa concepción que tenía la sociedad de que un hombre herido en su honor y en su" pertenencia" más sagrada ( su esposa), le asistía un derecho moral aunque no legal, a matarla. Era lo que, entonces, detestablemente, se denominaba crimen pasional.
Pero, no se asusten ustedes. No es Whale quien se postula así sino ese y otros personajes del film. Pero eso sí. Whale no se corta ni media y arroja sin filtros toda clase de barbaridades que, los espectadores de hoy, no podemos dejar de escuchar sin que nos piten los oídos.
Menos mal que también nos presenta la otra cara. Por medio de los personajes de la secretaria y del pasante, Whale equilibra el discurso dotándolos de una soberbia ironía, al tiempo que hace gala de un humor muy, muy negro, que actúa como catalizador para el espectador. Salen menos de lo que me gustaría, pero cuando salen, no hay que perderse los magníficos diálogos que sueltan por su boca y que uff, alivian al espectador.
Y para contarnos todo eso, ! madre mía! qué grande. El magnífico recurso de los espejos como alegoría del engaño y la realidad de la verdad y la mentira del reflejo del comportamiento humano que incita a seguir los mismos patrones en los demás.
La increíble concisión de la que es capaz, ! que esta cinta dura 70 minutos!, ¿ os lo podéis creer?. La elegancia de la que hace gala en sus imágenes, lo increíblemente moderna que me ha resultado. lo barata que se adivina la película, lo políticamente incorrecta que es y sentir que al espectador se nos trata como adultos...Bueno, me callo ya. Creo que ya he dejado muy claro que me ha encantado y no comprendo por qué nos esconden estas películas. SOBERBIA.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Izeta
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15 de junio de 2023
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James Whale, cuyo retrato se esboza en la excelente “Demonios y monstruos” (1998), oscila entre la consideración de autor de culto, sobre todo por sus adaptaciones de Frankestein, y también la de mero operario al servicio de la Universal. Ni tanto ni tampoco pero, en cualquier caso, contaba con buen oficio como se aprecia en este drama.

Constreñida por un escenario que evoca su claro origen teatral, “Un beso ante el espejo” narra la eterna e irresuelta fatalidad del duplo infidelidad-celos desde una perspectiva que hoy puede resultar añeja, pero que sin embargo entraña los resortes psicológicos que operan en la ceguera pasional que nos conducen al delirio y a la obcecación. Otra cosa es cómo se resuelvan esos demonios.

El entramado de la historia es atractivo, apostando fuerte por un lance ingenioso en el que un abogado, el protagonista, convierte la defensa de su amigo íntimo en un psicodrama con el que él indaga en sus propias inseguridades descubriendo así sus represiones y sus instintos.

El planteamiento puede chocar por trasnochado pero estamos apenas en un tiempo -1933- en el que un hombre era capaz de morir por su patria pero también de matar por su honor, y ambos eran igualmente bien vistos por hombres y mujeres. Menos convincente resulta la estrategia urdida para alcanzar los fines cuyo ardid jurídico argumental resulta tan cándido que se presta más bien a los recursos de la fábula que a la de la intriga dramática. Esta debilidad resiente el conjunto en su consistencia y verosimilitud.

Asimismo, la aún cercanía del film con el cine mudo se evidencia en el plano interpretativo: un exceso de gestualidad que en ocasiones roza el histrionismo junto con declamaciones engoladas que empañan la naturalidad del discurso.

Mención aparte merece la presencia de Karl Freund, expresionista alemán, que fotografió prodigios tales como El último (1924) Metrópolis (1927) Drácula (1931) o Las manos de Orlac (1935) y que, para mí, es el artífice de lo mejor de la película: la iluminación, el juego de luces y sombras que resalta la presencia y la acción de los personajes en una animación de claroscuro que transmite tanto o más que las palabras. Particularmente acertada resulta la filmación de los interiores carcelarios que nos evocan las mazmorras frankensteinianas con unos juegos de luces y sombras que de por sí convierten la imagen en mensaje. Y eso, se llama cine.
Interesante y entretenida.
alvaro
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