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Río abajo

Drama Un agente fronterizo está decidido a detener a un delincuente norteamericano que pasa material de contrabando a ilegales a través de la frontera de México. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
5 de agosto de 2009
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante co producción España/Usa/Australia (los minuciosos y extensos créditos iníciales, aparte de ser una rara avis ya que en la mayoría de las películas solemos verlos al final, te ponen en la frontera antes de empezar la película), dirigida en un largo (4 años) rodaje lleno de incidentes por José Luis Borau y escrita en colaboración con el australiano David Greig, en el que se nos cuenta a la manera “vidas cruzadas”, de forma realista y con las ciudades de Laredo (Texas) y Nuevo Laredo (México) como reales escenarios donde transcurre la acción, varias historias que tienen como eje de la trama la vieja rivalidad entre Bryan (David Carradine), un coyote que antes estuvo en la patrulla fronteriza y Mitch (Scott Wilson), un duro ex compañero de este, que a lomos de su avioneta de patrulla sobre el Rio Grande ha convertido la caza de Bryan en una obsesión, mostrándonos a su vez las debilidades e idas y venidas de los agentes, que lo mismo capturan y zahieren a los inmigrantes que pillan cruzando la frontera, que luego se pasan a la parte mexicana y se nos muestran como unos puteros de tomo y lomo.
Precisamente a través del personaje de Engracia Gómez (Victoria Abril), una desenvuelta prostituta del club “Papillon” y el encoñamiento con esta por parte de Chuck (Jeff Delger) un aspirante a agente que a su vez se ve envuelto en un incidente en el que muere un chaval que intentaba cruzar en el interior de un camión conducido por Bryan y el también encoñamiento de la sensual Engracia por parte de un cada vez mas mezquino Mitch, es donde reside el mayor interés de la película, lo que acompañado de la magnífica y en algunas escenas cuasi documental ambientación y teniendo en cuenta que la vieja rivalidad que al comienzo parecía ser el leiv motiv se queda en agua de borrajas (David Carradine a partir de la primera media hora prácticamente desaparece), nos da como resultado una más que digna película fronteriza (también hay una subtrama político/social sobre el espinoso asunto de la inmigración).
Por último añadir que una joven (25 años) y muy sensual Victoria Abril (Fotogramas de Plata por este papel) realiza un magnífico trabajo, comiéndose la pantalla cada vez que aparece en escena (esta chica a poco que se lo hubiera propuesto podía haberse hecho un nombre en los USA sin despeinarse) y el gozo para los sentidos que supone reencontrarnos con el gran Sam Jaffe (el profesor Erwin Riedenschneider en la mítica “La jungla de asfalto 1951”) en el papel de “El gabacho”, un libidinoso y turbio anciano al que todos le muestran temor y respeto (hay una escena al final en el que le vemos aproximarse a una pared donde hay colgado un almanaque con unas mujeres desnudas esgrimiendo una libidinosa sonrisa que nos hace recordar de forma inmediata su escena final en la película de John Huston).
tiznao
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3 de noviembre de 2016
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué pobreza de todo, qué grisura y tibieza, cuánta dejadez y abandono.
Quizás la causa sean los enormes problemas de producción, lo que se tardó en rodarla, todas esas dificultades que fueron surgiendo. O la falta de pericia de Borau. O la escasez de talento de todos. Todo puede ser y seguramente la suma de muchas fuerzas negativas dio inevitablemente como resultado esta película que no sirve para nada; ni como denuncia, hasta un niño de seis años sería capaz de formular un pensamiento más complejo al respecto (me refiero al enunciado que supuestamente sostiene esta historia en palabras del propio director, ese mantra tan pueril que dice que las fronteras son malas y se acabó -claro, y, si nos ponemos a ello, también los ejércitos y las leyes y los jueces, estados, propiedad privada, madrugones, jefes, muerte, bodas, dinero, cumpleaños... y todo lo que no sea aquel paraíso del que salimos tan injustamente cuando la maldita y costillera Eva se enfangó con la dichosa manzana- , sin profundizar mínimamente en asunto de tanto calado y, sobre todo, a la pírrica representación a la que asistimos como vestido de esa idea a la que alumbra con tan poco calor y discernimiento), sobre las injusticias que deparan las fronteras y todos los negocios sucios que acarrean; ni, lo peor, como simple historia de amor y horror entre un virginal y bastante zote sanote jovencito norteamericano y una puta mexicana que, por cierto, Victoria Abril es de largo lo mejor de la función, preciosísima y majísima, además de buena actriz, aunque no muy creíble su personaje (demasiado pimpollo bonito y alma pura para ese ambiente tan sórdido en el que e mueve) bastante maltratado, la pobre se la pasa entre mamadas, desnudos (no es malo verla, pero suena a cupo de carne joven, a cebo, a obligación de la moda-época) y desvaríos varios.
Serían dos parejas de hombres y una mujer. Dos pares de opuestos: Bryant (Carradine) frente a Mitch (Wilson) y los dos jóvenes con caracteres tan diferentes. La raya en medio, la línea que divide el bien y el mal, la esperanza de la miseria.
El malísimo, a morir, a raudales y a rabiar, como para aburrir a un rinoceronte, es el perseguidor de los ilegales, putero y truhanesco. Mitch. Ese dios de los aires que habla con voz de ultratumba desde los cielos y que cuando baja a la tierra se vuelve cutre y terrible.
Bryant aparece y desaparece de la historia a la buena de dios, personaje sin sentido ninguno tal y como está desarrollado; sería algo así como el hombre romántico, el Cocodrilo Dundee de la zona. Puro arquetipo sin consistencia mínima.
El protagonista, Chuck, el chaval rubio es directo y plano, otro personaje grueso y sin sustancia, vacuo, banal, ridículo. Su némesis amistosa, el otro joven pueril que pasaba por allí no tiene ninguna entidad tampoco, penoso monigote como mucho.
Bueno, pues si los personajes están muy mal dibujados y escritos, lo demás es igual o peor, los diálogos son ralos y esquemáticos, básicos, muy primarios, las escenas se suceden con pereza y desinterés, la fotografía es raquítica, la dirección, rudimentaria, el doblaje es horroroso y en general todo adolece de un aire mortecino y descoyuntado, entre el sopor y la desconexión.
Solo ella, Victoria, las buenas intenciones generales y un final que, aunque muy discreto, es más o menos decente y coherente con lo contado anteriormente evitan el desastre absoluto. Su flojera total, su poca chicha y gracia impiden que ofenda, no es una película agresiva ni sensacionalista, es humilde en su pequeñez lastimosa. No molesta, solo desconsuela, pena y cansa.
La eternamente sangrante herida que significa la frontera USA-México (todavía sigue sin cicatrizar. Esa tensión constante entre el efecto llamada de una sociedad opulenta que necesita carne de cañón, mano de obra barata para aumentar beneficios y permitirse ciertos lujos, y la pobreza en la que vive esa otra gente en sus países de origen y que los mueve a la dolorosa emigración. En medio, barreras y policías que sirven de hipócrita filtrado, ese sí pero no interminable que consiste en evitar la llegada masiva para a la vez cerrar los ojos de vez en cuando con el fin de que logren el acceso los más "aptos", los suficientes para que la maquinaria USA siga bien engrasada y los mexicanos sientan que no es imposible pasar, esa selección artificial que provoca una situación no admitida oficialmente en su crudeza, pero de consecuencias evidentes, muchas malas, crimen y explotación, alguna buena, la incorporación de algunos al país que anhelan o sueñan que les va a mejorar la vida) seguramente merecía una mucho mejor película, qué le vamos a hacer.
Ferdydurke
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25 de julio de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Furtivos” (1975) y “La Sabina” (1979) el director aragonés José Luis Borau decidió completar, en palabras suyas, una trilogía sobre el choque de culturas y el conflicto del hombre con la naturaleza. Pretendidamente menos política que “Furtivos” su aventura americana en “Río Abajo” nos acerca a una visión poco amable y nada aventurera de las consecuentes entradas de inmigrantes mejicanos a los EEUU y el nulo trato por parte de las autoridades yanquis mediante sus patrullas de vigilancia.

En el argumento entran varios personajes que entran en ese choque diferencial en una lugar conocido como “la Zona”: una tierra de Nadie solo para prostitutas, borrachos y asiduos norteamericanos a cruzar constantemente a uno y otro lado de la frontera. Allí se cruzan un recién llegado agente de la Border Patrol (Jeff Delger), un brutal agente de la misma (Scott Wilson), otro que se ha pasado “al otro lado” ayudando a cruzar a ilegales (David Carradine) y una prostituta de nombre Engracia (Victoria Abril).

Pretendidamente parece un trabajo ambicioso como coproducción con los EEUU: más de dos años de rodaje accidental que la pondrían la película de Borau a la altura de films tan interesantes como “Alambrista!” (1977), de Robert M. Young , “Lone Star” (1996) de John Sayles o “Los Tres Entierros de Mlequiades Estrada” (The Three Burials of Melquiades Estrada, 2004) de Tommy Lee Jones.
Natxo Borràs
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28 de octubre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su aventura de producir y filmar una película de temática americana, José Luis Borau se vio arrastrado en una vorágine que a punto estuvo de arruinar su carrera y su vida, finalmente, cuando todo parecía perdido, los caprichos del destino y Pilar Miró, entonces directora general de cinematografía, salvaron de la insuficiente financiación al noble e idealista cineasta aragonés. Borau consigue a pesar de la dificultades, una factura clásica y sin desequilibrios, gracias a su planificación, según el propio cineasta tenía dibujada la película mucho antes del rodaje, demostrando su sabiduría como narrador. Un film coral que presta su protagonismo a la frontera y al río majestuoso que la delimita.

El cineasta siempre fue un gran humanista preocupado por los derechos humanos que defendía la inutilidad de las fronteras y los nacionalismos que hacían infelices a las personas, propiciando negocios sucios y corrupción. Y digo yo..., quizás si erradicáramos la pobreza y la injusticia en sus lugares de origen, pues a nadie le gusta abandonar a su gente, su tierra y su cultura, de este modo, no sería necesario malgastar los recursos en reprimir y perseguir a gente desesperada, claro que hasta ahora resulta extremadamente complejo. El director de “Furtivos” presenta a unos personajes que merodean continuamente ambos lados de la frontera, dos mundos y dos culturas muy distintas pero con las mismas pasiones inherentes a la naturaleza humana.

La película nos ofrece una sincera y descarnada crónica de lo que ocurre en la frontera entre Méjico y U. S. A., las dificultades que sufre un cadete aspirante a agente de fronteras (Border Patrol), que se enamora de puta mejicana. Borau vuelve mostrar una realidad social, ese caldo de cultivo que sigue vigente a pesar de los años, la dramática situación de la pobreza del sur con la opulencia del norte, el “Sueño americano” de llegar a la “Tierra prometida” personas explotadas por las mafias que logran distraer a la policía con el paso clandestino de la inmigración ilegal mientras trafican con drogas y otros productos, lucrándose con el sudor y la desgracia de los desheredados.

Tres personajes articulan este drama a ambos lados del Río Grande: Bryant, alias "Coyote" (David carradine), un ex policía que se ha pasado a Méjico, un traficante con negocios muy lucrativos; Chuck (Jeff Delger), sobrino del anterior, un cadete novato e impulsivo que se ha enamorado de una deliciosa Victoria Abril (Engracia), la joven y bella prostituta mejicana; y Mitch (Scott Wilson), un despreciable policía de emigración que se aprovecha de su posición de autoridad para desahogar sus frustraciones personales. Todo ello propicia y genera conflictos humanos, odio, violencia, humillación y rabia. Como dice el lema del film que suena en dos ocasiones muy concretas, dando sentido a la historia: “Aquello que va río abajo no pertenece a nadie”.
Antonio Morales
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28 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siento criticar a un paisano aragonés, pero "Río abajo" dejó de interesarme desde el momento en que Chuck entra en escena y con él una Victoria Abril que casi siempre está encasillada en un papel en el que por fuerza ha de desnudarse. No digo que me moleste, pero es que como actriz llega a cansar en ellos cuando no te aporta nada a la interpretación.
El comienzo con algo de acción prometía, pero se quedó en eso: En el comienzo.
Luis Miguel
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