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Las herederas

Drama Narra la historia de dos mujeres de alta alcurnia de la sociedad paraguaya que heredaron suficiente patrimonio para vivir cómodamente. Pero a sus 60 años, el dinero ya no alcanza y la situación de ambas cambia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
2 de julio de 2018
30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ópera prima del director paraguayo Marcelo Martinessi, y ganadora del Premio Especial del Jurado, Mejor Actriz, y FIPRESCI, en el Festival de Berlín 2018: Las Herederas. Y por ahora, una de las mejores películas que he visto en el 2018.
Cuenta la historia de dos mujeres, Chela y Chiquita, quienes viven como pareja, y que heredaron bienes y dinero de sus familias, lo que les permitía vivir cómodamente. Pero a los 60 años, el dinero se ha acabado, y deben de tomar nuevas decisiones para afrontar la situación. Pero contrastando con su difícil situación, también se encuentra la situación de la casa, de la cual deben empezar a vender objetos para poder solventar las deudas y poder mantenerse.
Chiquita es enviada a prisión por deudas contraídas, por lo que le toca a la frágil y más conservadora Chela ponerse a trabajar y afrontar la situación, a la que le había sacado el cuerpo por el momento. Asume el papel de conductora de otras señoras de edad de alta sociedad, que se encuentran a jugar cartas. En ese nuevo papel y esas nuevas responsabilidades contraídas, Chela descubre cosas de sí misma y cambia muchos aspectos de su vida.
Es una película tan bien hecha, minimalista pero muy detallista, con un gran trabajo de dirección, que explota cada plano como elemento narrativo. Es un retrato social y humano, lleno de humor, decepción, amor y descubrimiento. La perspectiva utilizada es poco habitual en el cine, con mujeres mayores de protagonistas, de voces narrativas, que demuestran su gran riqueza como eje central de una historia, y como a través de su retrato y análisis, se puede ahondar en muchos aspectos psicológicos y humanos de la sociedad.
Y gran parte del mérito pertenece a Ana Brun, la actriz que hace de Chela, es el punto central de la narración y a través de ella pasa y sucede todo. Y la actriz asume con gran habilidad este reto, entregándose al personaje y haciendo que el espectador empatice, sienta y sufra con ella. Es un experimento intimista y psicológico, tratando con pinzas, con delicadeza, con sutileza, y con verdadera maestría humanista.

Reseña de la película en:
https://asbvirtualinfo.blogspot.com/2018/07/critica-pelicula-las-herederas-marcelo-martinessi.html
Alejandro
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19 de junio de 2018
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
En clave subjetivista y casi como un susurro, en la película lo más importante -en mi humilde opinión- no es la historia narrada, sino el contexto que queda silenciado pero qué –no obstante- nos permite pensar en dos preguntas: ¿Qué heredan las herederas presentadas? ¿Qué puede heredar una pareja de lesbianas mayores?

Por una parte, lo que exhibe el film es que existe una situación económica de decadencia ciertamente, pero aquel silencio instalado sobre el contexto, el predicado -sin embargo- se inscribe en el cuerpo de la pareja; en una, con el abuso de ansiolíticos que la mantienen durante toda la película en estado de constante obnubilación (excelente la interpretación de Ana Brun). Mientras que en la otra -aún más grave- el predicado -no exhibido- se instala en su cuerpo con la forma de barrotes, cárcel, encierro, reclusión, cercenamiento de su libertad.

Es cierto, la pareja hereda la decadencia económica de una clase social -sin lugar a dudas- pero también hereda de parte de la sociedad que la rodea -aquel contexto intencionalmente silenciado pero que sin embargo traspasa esa invisible barrera hasta instalarse en sus cuerpos-: discriminación, exclusión, lesbofobia y farmacodependencia, rasgos sociales demasiados característicos y normalizados en la sociedad en la cual transcurre la historia narrada: la sociedad paraguaya.

No es extraño que cauce tanta indignación en ciertas comunidades conservadoras de Paraguay, la película de Marcelo Martinessi a base de exquisitez, sobriedad y respeto disputa victoriosamente el imaginario hegemónico conservador instalado en las pantallas de la sociedad paraguaya, imaginario sobre el cual se sostiene el heteropatriarcado capitalista vigente.

Adorable el personaje de Pituca interpretado por María Martins. Completan el reparto enormes actrices paraguayas: Margarita Irún, Ana Ivanova, Nilda González, Alicia Guerra, Yvera Zayas, Clotilte Cabral, Marisa Monutti y Patricia Abente.
Miguel Méndez
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14 de diciembre de 2018
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con tres cortometrajes en su haber, debuta en el largo Marcelo Martinessi con Las Herederas, un film de una madurez, una rigurosidad técnica y una historia que entusiasma. Los resultados obtenidos fueron inmediatamente reconocidos en el último Festival de Berlín desarrollado en febrero pasado. La película se alzó con el premio Alfred Bauer al mejor film.
Chiquita y Chela son sus protagonistas principales. Ellas han sido amigas durante toda su vida y se intuye mantienen una relación lésbica. Viven juntas en una antigua casa familiar. La edad se les ha vuelto encima, al igual que los costos de mantener una casa que necesita reparaciones urgentes. El dinero no alcanza. La cuestión hace crisis cuando el Estado las embarga. Para saldar la deuda, Chiquita decide entregarse e ir a la cárcel. Chela queda sola. Algo tendrá que hacer para poder sobrevivir.
Metáfora sobre las dificultades que plantea la vida, Las Herederas, no solo muestra un caso de una familia venida a menos, sino también el empobrecimiento general de todo un país. En la descripción de esas dos soledades, no solo hay miedo, sino también desesperación. Esas dos mujeres han sido criadas en otra época, su educación clásica, seguramente religiosa, solo las ha preparado para ser esposas y madres. El destino les ha deparado otra cosa: soledad, paso del tiempo, carencia de aceptación de los cambios.
No obstante, entre ellas existe un espíritu solidario que las enaltece. Chiquita es la más fuerte de las dos y es la que toma las iniciativas. Chela, más etérea, ama el arte y su afición es la pintura. Cuando el Estado las demanda por falta de pago de una deuda, Chiquita es la que decide ir a la cárcel y saldar la cuenta. Chela siente culpabilidad pero sabe que para sobrevivir tendrá que tomar medidas drásticas. Ante semejante sacrificio de su pareja, decide ocultarle las penurias que la realidad y la soledad le están exigiendo. La relación entre ellas ya no volverá a ser la misma porque ellas ya no serán las mismas.
En la casa hay un auto que todavía funciona. Chela toma una decisión. Comienza a ofrecerlo como remise. Es decir, Chela se vuelve remisera de señoras de la alta sociedad de Asunción que se reúnen para tomar el té y jugar a las cartas. Así descubre que existe otro mundo más allá de su casa donde ella puede ocupar un lugar diferente.
La aparición de Angy, una mujer joven y liberada, como cliente de su servicio de remise, transforma a Chela en otra persona. Chela comienza a emprender un cambio, a valorarse, a perder el miedo, libera sus intimas represiones, valora el logro de alcanzar un objetivo, siente la satisfacción de poder comunicarse con el resto del mundo, elevando su autovaloración de saberse capaz. Chela eleva su autoestima.
Resultará también una mujer sorprendida a la que se le ha abierto un nuevo mundo, la capacidad de sentir mínimamente aunque solo sea el gusto de un cigarrillo, un paseo en auto con Angy, el disfrute de un día en el campo. Comienza a percibir que entre tanta soledad puede haber una compañía.
Hay en el film una permanente dualidad. Por un lado, parejas de mujeres que desarrollan sus vidas en forma independiente de los hombres a los que parecen ignorar. Por otro, una necesidad de salir del encierro, de asumirse tal cual uno es, mostrarse y actuar de acuerdo a las propias convicciones. El film muestra en detalle este proceso. El salir de un lugar que aparenta comodidad implica necesidad de generar un cambio personal, algo así como una pequeña revolución que nos saca de nosotros mismos, de nuestra intimidad y nos coloca desnudos frente al mundo diciéndonos “sin miedo, sé tú mismo”.
Estamos ante un film de autor. Martinessi escribió un guión que más tarde llevó a la pantalla con resultados excelentes. Sus herederas no recibirán una fortuna sino una posibilidad de cambio. Ese retrato de dos mujeres que parecen haberse detenido en el tiempo pero están al borde de una verdadera revolución hubiera sido imposible sin la colaboración de esas dos actrices descomunales que son Ana Brum y Margarita Irun. De hecho, la señora Brum también se hizo acreedora del Oso de Plata a la Mejor Actriz en el último Festival de Cine de Berlín en Febrero 2018.
Charly Barny
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2 de agosto de 2019
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine sudamericano generalmente ofrece grandes películas con pequeñas historias, que el propio tratamiento las encumbra, y a muchas de ellas las sitúan nominadas a premios.

Las Herederas, es una de esas producciones menores, que logró sobresalir con una historia muy simple, casi carente de argumento, con escenas superpuestas que cuentan tan solo, la cotidianidad de unos conflictos que jamás darían para convertirla en obra cinematográfica.

Aquí lo que interesa es el trayecto, la mirada que deslizamos a través de una dirección poética, que nos entrega ese producto sincero y sencillo, de calado profundo. Es probable que a muchos espectadores, amantes del tráfico de secuencias inmediatas, acción, suspense, crimen... se le quede corta. También lo entenderé.
LEUGIM
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11 de marzo de 2019
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chela y Chiquita conviven en un bonito piso de Asunción. Tanto la vivienda como otras herencias recibidas les han resultado suficientes como para llevar una vida acomodada y burguesa, al nivel de la que habían desarrollado sus antecesoras. Pero los años pasan y el dinero es una fuente no renovable si no media acción humana de por medio, de manera que ambas se encuentran ante una seria amenaza para conservar su patrimonio. No en vano, Chiquita lo paga con la cárcel. Es en ese momento cuando Chela, cuya existencia hasta entonces había transcurrido sin mayores turbulencias, tiene ante sí el desafío de evolucionar sin su pareja, con el capital menguando y seis décadas de vida a sus espaldas.

Marcelo Martinessi nos introduce en esta historia a través de Las herederas, película paraguaya que triunfó en la pasada Berlinale al llevarse dos Osos de Plata (Premio Especial del Jurado y Mejor Actriz). Un exitazo para una nación que no es de las más punteras de la región en lo que se refiere a la cinematografía, pero que de la mano de esta cinta parece haber convencido a la mayoría de los espectadores. Algo que ha conseguido a través de una narración calmada pero efectiva, en la que se combinan a la perfección varias temáticas que tienen como epicentro el transcurso del tiempo y la capacidad de superación personal.

En este sentido, lo que en sus primeros instantes se podía manifestar como una obra coral, pronto gira la mirada hacia la figura de Chela. Una mujer de espíritu apacible, al nivel de la tranquila vida que ha llevado. No genera demasiada capacidad de ruido ni por sus acciones ni por su fino timbre de voz, pero le gusta que todo salga como ella pretende. El momento decisivo llega cuando tiene que hacer frente a algo que no puede cambiar: el adiós temporal de su eterna Chiquita, hecho que termina de trastocar lo que hasta hace poco tiempo componía una bien planificada vida. Pero Martinessi sabe que todo está compuesto de pequeñas casualidades y una de ellas se topa con Chela para otorgarle la posibilidad de dar ese paso adelante que ya necesitaba.

Por escrito todo parece más claro, pero en pantalla el relato de Las herederas se desvela como una amalgama de escenas que se encuentran casi monopolizadas por cortas conversaciones cuando no silencios. Martinesse elabora un film con una coraza no tan fácil de penetrar en su algo confuso inicio, pero que termina por atrapar gracias al espíritu creativo del cineasta, capaz de añadir humor y esperanza a una historia en apariencia repleta de pesadumbre.

Aunque Las herederas tiene una calidad de base ya de por sí muy satisfactoria, parece evidente que nada hubiera sido lo mismo sin el concurso de Ana Brun. Su caracterización de Chela desprende tanta honestidad que bien pareciera que estamos ante una mujer autointerpretándose. Su susurrante voz y las continuas veces que guarda silencio se compenetran con una mirada entrañable, que deviene en triste, anhelante o pasional según la situación. Brun consigue fundir el personaje con la película, hasta el punto de que muchas veces no sabemos quién conduce a quién, pero sí notamos estar ante una deliciosa retroalimentación entre ambos.

Parece poco atrevido asegurar que con Las herederas estamos ante una de esas películas que convencen en su visionado y cuya impresión, además, se va agrandando cuando uno se detiene al pensar en todos los detalles que nos ha ofrecido a lo largo de su metraje. Tiene mucho mérito alcanzar a la vez estos dos apartados, sobre todo cuando la obra presenta una narración tan reposada. Pero el trabajo actoral liderado por Brun delante de las cámaras y el que realiza Martinesse detrás de ellas, trasladándonos una historia con alma acerca de un personaje que en principio podía pasarnos desapercibido, provoca que esos silencios se traduzcan en sentimientos.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
Kasanovic
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