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Tarzán de los monos

Aventuras James Parker y Harry Holt organizan una expedición a África para hallar un cementerio de elefantes que les proporcione el suficiente marfil para hacerse ricos. La bella hija de Parker, Jane, se une a ellos de forma inesperada y despierta una atracción inmediata en Harry. Pero un hombre mono llamado Tarzán y sus amigos simios secuestran a la chica. (FILMAFFINITY)
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
13 de abril de 2010
52 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que no he vuelto a ver ninguna peli de Tarzán desde que tenía -qué sé yo- ocho, nueve o diez años, pero de lo que estoy seguro es de que las he visto todas. Absolutamente todas. Sin excepción. Y si puedo afirmarlo con tanta rotundidad es porque, afortunadamente, mi infancia cinéfila se nutrió a base de clásicos como Tarzán. Clásicos para todos los públicos que los dos únicos canales de televisión reponían una vez tras otra y que ejercieron, sin lugar a dudas, una importantísima labor de pedagogía cinéfila en la formación de futuros amantes del séptimo arte.

Permitidme, por consiguiente, que haga hincapié en el inestimable papel de esos dos canales de televisión porque –aunque no me mueve ningún interés personal en el ente público ni jamás se me ocurriría defender ningún tipo de monopolio- he de admitir que, para mi, su influencia fue vital. Tan vital que me atrevería a certificar, incluso, que de no ser por la programación cinematográfica de la tele en los años setenta y ochenta un servidor -hoy en día- no sería cinéfilo. Y no lo sería porque la programación cinematográfica de las televisiones públicas es, en la actualidad, una auténtica basura. Entre otras cosas porque las escasísimas pelis de cierta calidad quedan relegadas a horarios intempestivos y lo que prima en las parrillas de máxima audiencia infantil o juvenil es, por desgracia, una verdadera bazofia. Así, mientras yo tuve ocasión de disfrutar tardes memorables gracias a “Solo ante el peligro”, “El vuelo del fénix”, “King Kong”, “La reina de África”, “Rio Bravo” o “Tarzán de los monos”, los desdichados niños de hoy en día no tienen más remedio que refugiarse en el nauseabundo Disney Channel si quieren evitar ser salpicados por toda la mierda que esparcen y airean día sí, día también, esos inmundos y putrefactos programas de telecarroña que parecen haberse asentado indefinidamente en nuestras largas y deprimentes sobremesas.

Y aunque no me considero ningún recalcitrante nostálgico de los viejos tiempos, lo que tengo muy claro es que si hoy soy cinéfilo, lo soy -en parte- gracias a naderías tan insignificantes como el tañido de los tambores en la selva, el barrito de los elefantes o el peculiar alarido de un plusmarquista olímpico en taparrabos. Posiblemente, mis recuerdos cinematográficos más remotos.
Taylor
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23 de mayo de 2007
38 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
De muy pequeño la primero novela que pude leer fue “Tarzán de los monos”, aquello en realidad me traumatizó, porque a lo largo de los años posteriores pude comprobar que las películas de mi infancia de Tarzán que todos los demás niños veían también no correspondían en absoluto con la novela principal de Edgar Rice Burroughs que había leído y como pueden imaginarse ningún niño conocía el texto original.

Es sorprendente como un autor como Burroughs no protestase un poco más al ver como machacaban su novela, y aunque pone basada en el libro, más bien es inspirada porque la historia se parece muy poco, por no decir nada al texto original –aunque la versión de Hudson tampoco tiene nada que ver-.
En realidad está película se debería titular “Cuando Tarzán conoció a Jane” o “Tarzán y el cementerio de elefantes” pero nunca como la novela de Burroughs.

Después del crack económico del 29, Estados Unidos necesitaba ídolos en quien confiar para poder tirar para adelante. Y daba igual que fueran reales o ficticios, lo importante es que fueran héroes. Y en aquel momento sin lugar a dudas el mejor protosuperman que se tenía a mano era Tarzán.

Porque mucho antes que existiesen esos superhéroes del cómic puramente posmodernos y futuristas ya existía Tarzán. Para que entendamos quien es Tarzán podemos definirlo que es una mezcla de gladiador romano y de dios helénico, es decir es un ser semidivino, un Hércules en potencia.

Es como bien señala Txarly un ejemplo de superhombre nietzscheano que trasciende normas sociales y morales dadas y domina a la naturaleza incluido leones, hipopótamos, gorilas...y todo tipo de bestias y a los hombres de las razas inferiores. Es auténtico darwinismo social que tan en boga estaba en aquel momento cuando Burroughs escribió el libro. Recordar simplemente que Tarzán significa piel blanca.

Para el papel protagonista se escogió al magnífico Johnny Weissmuller, que fue elegido en un casting de entre más de 150 chicos, se trataba del mejor nadador de la década de los años veinte. Un hombre que después de interpretar doce veces el personaje acabó bastante tocado del ala. Se convirtió en una víctima de la fama y del dinero; cinco matrimonios, amigo de excesos –se iba de fiesta con Errol Flynn o John Wayne para que se hagan una idea-. El caso es que cuando no hacía de Tarzán los papeles que interpretaba se le parecían bastante como en “Fuego pantanoso” del año 1946. Por cierto en contra de lo que señala otro usuario Burroughs siempre le pareció que Weissmuller fue el mejor Tarzán que existió.

Su compañera de reparto fue Maureen O'Sullivan, que aunque muy guapa tampoco fue como actriz gran cosa. La pobre O'Sullivan es maltratada durante toda la película, sufre desde aguadillas, empujones, lanzamientos como si fuera una pelota e intento de violación en una de las escenas donde rompe a llorar. Además se pasa la película gritando y diciendo “Tarzán, Tarzán”. Hoy sería denunciado su papel por las feministas de turno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
vircenguetorix
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23 de enero de 2009
55 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo me pone Jane… uff..
Ya sé que a alguno de vosotros le pone Weissmuller, y a otros Chita, sobretodo en esta red de depravados, pero a mí me pone Jane.

La infancia está ahí latente, y al escuchar el TAM TAM de los tambores y ver la jungla en blanco y negro, pues te sale, y eres un infante de nuevo, y lo ves todo con ojos inocentes y te cuelgas de la cadena del retrete gritando ahhhhahhh ahh ahhh y la parienta te da una colleja por taparte los huevos con un trapo de cocina y te castiga poniendo Baila quien baila en la primera de principio a fin y sin zapear. Pero tú has vuelto a ser feliz por un ratito.

Weismuller fue elegido entre cientos de aspirantes, y como él era el mejor nadador de todos, pues ganó el casting, aunque no lo entiendo muy bien, porque para dar dos brazadas en una charca podían haber pillado hasta a Mickey Rooney...
Hoy Tarzán lo interpretaría Michael Phelps, pero claro, éste es un tío muy feo, a parte de estar muy mal hecho, y Jane se pensaría que es un gorila más. Entonces habría que contratar a la tía esa que ha envejecido fatal y se sentaba de cháchara con los monos, pero a esa ya no se la puede ver sin Alien al lado, y el presupuesto al final se dispararía, reduciendo en consecuencia el de los efectos especiales, que volverían a ser demenciales, a la par del disparate de mezclar cebras con mutantes clónicos del espacio exterior, en plan $pielberg, y para eso, como que nos quedamos con el clásico.

Pero cutre, lo que se dice cutre, y excesivamente demencial, es la barca de Tarzán del parque de atracciones de Madrid, donde los chavales saltan al decorado y te escupen desde el puente o escenifican que el cocodrilo de plástico les está comiendo el nardo cuando al pasar las abuelas con sus nietos el aligator ruge.

Jane. El día que ví en un documental que tuvieron que ponerle unas bragas negras, no sé si en un segundo rodaje o pintadas a mano, porque se le veía el culo y que cortaron varias escenas en las que salía desnuda, o se le veía un poco de pezón, casi me da algo. ¡Quiero ver el culo o el casi pezón de Jane! ¡Queremos los rollos originales!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sines Crúpulos
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11 de abril de 2006
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Niestze le habría fascinado Tarzán de los monos. Un blanco en tierra hostil al que hasta las fieras respetan. Un blanco que reina sobre mundo negro. 1932 era un buen año para presentar al mundo la película, pues el trasfondo político era el adecuado en aquel momento. Las seis películas que protagonizó Weissmuller las vi a la edad de nueve años y todavía guardo momentos entrañables de casi todas ellas.

Ahora bien, vistas con algo más de entendimiento de la vida y el cine, pues es obvio que no son tan buenas como me parecían en aquellos benditos años. Contemplar como a los elefantes indios les pegan orejas de elefantes africanos y notar como cantan todas las maquetas, los dobles fondos, los simios-humanos, las peleas y los negritos todavía más bajitos que los bosquimanos, pues te deja un poco pensativo y melancólico al comprobar que tan sólo esperando a la vejez, podremos recuperar aquel cerebro tan mágico que poseíamos cuando teníamos nueve años y cualquier cagarruta que echasen por la tele nos fascinaba. Menos E.T. Ésa no la pude soportar nunca.
Txarly
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1 de marzo de 2011
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si a ustedes les ha pasado alguna vez. La magia del cine es tal que, a veces pienso que hay películas que no han sido filmadas. Son historias reales que surgen en la pantalla sin más. Como por arte de magia aparecen vidas que se meten en nuestras vidas y que consideramos tan reales como las propias. Es lo que me sucede con esta obra maestra titulada "Tarzán de los monos". Y si nos ponemos a reflexionar y a ser objetivos, nos preguntaremos: ¿Es posible que en el año 32, en los comienzos del sonoro, se pudiera rodar tan extraordinaria película?
"Tarzán de los monos", basada en el famoso personaje de Edgar Rice Burroughs, cuenta la historia de un safari que se adentra en las peligrosas montañas de Áfica, con el fin de hallar un cementerio de elefantes y llevarse de allí todo el marfil que puedan.
Supongo que Van Dyke, que llevaba quince años dirigiendo películas, quería dar la campanada. Seguro que pensó que era 'su' momento. Empezarían a rondarle ideas y más ideas y, con infinita paciencia, las iría hilvanando y puliendo para mostrarnos un resultado final perfecto. Y también supongo, que mientras andaba en ello, se quedaría mudo de asombro al descubrir que Weismuller era Tarzán y que caminaba como Tarzán, gesticulaba como Tarzán, poseía la mirada salvaje de Tarzán. Y la cámara también sospechaba algo, porque se rindió enamorada ante la sublime actuación del salvaje Weismuller. Y no fue sólo eso. Director y cámara tampoco daban crédito cuando se cruzaban en el plató, cada dos por tres, con una presunta heroína del cine mudo, que resultó ser en realidad Jane y que continuamente se quejaba del excesivo ropaje y maquillaje, alegando que ella en la selva sólo necesitaba un bikini.
el chulucu
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