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El hilo fantasma

Drama. Romance En el Londres de la posguerra, en 1950, el famoso modisto Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) y su hermana Cyril (Lesley Manville) están a la cabeza de la moda británica, vistiendo a la realeza y a toda mujer elegante de la época. Un día, el soltero Reynolds conoce a Alma (Vicky Krieps), una dulce joven que pronto se convierte en su musa y amante. Y su vida, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la ... [+]
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Críticas 160
Críticas ordenadas por utilidad
4 de febrero de 2018
590 de 635 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he animado a escribir porque no leo lo que yo he visto ni en las críticas profesionales ni amateur, indistintamente de si la aclaman o la aborrecen. Como hay tantas loando las virtudes cinematográficas me voy a centrar en el fondo del asunto, tal y como yo lo veo y con pocas dudas de lo que nos ha querido mostrar PT Anderson. Para quien no la haya visto y antes de entrar en spoilers, se me hace complicado recomendar esta película. Hay que tener diría que hasta una formación psicológica potente para entender el trasfondo. No, no es una película de una relación amorosa. Eso no es más que una arista más de la personalidad de Reynolds, del que se nos hace un cuadro diagnóstico completo en su estado mental y se nos da sin ninguna duda el origen del problema, que tiene mucho que ver con su película Magnolia. La clave está en el título, mejor aún en el original. Hay un hilo que no vemos, pero que controla cada aspecto de la personalidad de Reynolds, una persona totalmente atormentada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
guillenperez
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6 de febrero de 2018
190 de 222 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Seguro que hay spoiler. No lo pude evitar)
Cuento perverso y sofisticado de una exquisitez y belleza que extasía, hipnotiza y arrebata.
La neurosis, el perfeccionismo, el miedo a la vida y el juego del cazador y la caza.
Modisto enmadrado (la madre muerta) y hermanado (la hermana viva) hasta el delirio se refugia del mundo a través del trabajo.
Solo necesita una modelo/musa/amante/criada/madre/enfermera/matrona/dominatrix/víctima para soportar una vida que a duras penas aguanta, amurallado tras infinitas puertas, histerias y férreo control.
El deseo de orden frente al caos vulgar del mundo. El afán de belleza contra la agresiva fealdad de la vida. El silencio, la buena educación (casi siempre), las buenas formas, la buena vida y la apariencia de seguridad esconden a un niño pequeño, castrado (se supone que por su mamá y, también, su hermana), asustado, débil, temeroso, incapaz de hacer frente a los hechos de manera natural, sana o flexible.
Por otro lado, es una reflexión sobre el precio que hay que pagar para lograr desarrollar un oficio con verdadera pasión y excelencia, la vida misma, todas las fuerzas vitales sacrificadas en el altar del arte textil, de los grandes vestidos.
Película compleja, sutil, elevada, llena de capas, insinuaciones y vericuetos. Con dos líneas paralelas y recurrentes que a veces (muchas) se cruzan, la miniatura psicológica llena de matices y minucias, y la gran creación de hermosos vestidos, es decir, la intimidad y el trabajo alimentándose continua y mutuamente.
Es una gran sinfonía, musicalmente deslumbrante (banda sonora original y piezas clásicas y románticas en feliz comunión) y fotográficamente impecable, una delicada ópera llena de temas y detalles, de forma y fondo entrecruzados y enlazados, de voces, solistas y coro, de melodías, crescendos, clímax y reposos.
Un cine gozoso, culto, elegante, cuidado. Una calidez esmerada y educada que contrasta con el clima actual de sonrojante monserga ideológica y enorme zafiedad estética.
Quizás su peligro radique en la tentación de caer en la autocomplacencia formal, que esta se coma la historia y que los personajes desaparezcan aplastados bajo el peso de tan bello despliegue de alardes técnicos y barrocos.
A veces eso pareciera. Pero no llega a tanto. No malogra la obra.
El cazador cazado. La joven aprendiza (el mito eterno de Pigmalión: "My Fair Lady", por ejemplo) se venga, lo envenena y así se lo queda. Matrimonia y lo tiene atrapado entre sus garras humanas abyectas ("Misery").
La película juega con el espectador, con los tópicos melodramáticos y maniqueos habituales. Al principio, ella es una pobrecita utilizada por dos hermanos sin escrúpulos, engañada, seducida y seguramente abandonada. Primero ella es agasajada, tentada, escogida y manipulada, y después es simplemente una pieza más de la industria familiar. Otra chica más de las, parece (eso se sugiere al principio, como Fermín de Pas en "La Regenta" o Cayetano Salgado en "Los gozos y las sombras", ambos con amantes sucesivas y madres de aúpa también), muchas, que han estado en esa situación de rehén de lujo. Le valen hasta que se cansa o aburre de ellas y las echa.
Pero se da la vuelta. Esta no es como las demás. Y lo caza. Lo pesca. Lo secuestra. Lo destruye e inutiliza. Lo apresa y tortura. Ahora él es el pobrecito.
Pero tampoco. Porque lo sabe y se presta. Ya no hay víctimas ni victimarios. Ni buenos ni malos. Todo queda empatado. Neutralizado. Siniestro y hermoso.
Ese final es perverso, clínico, enfermizo, malévolo, juguetón, viscoso, inteligente, metafórico, fabulesco y cachondo.
Aunque también pueda ser banal, idiota, inverosímil y fuera de lugar.
O las dos cosas a la vez.
O alguna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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13 de febrero de 2018
79 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
[Tema]

Pigmalión, misógino y soltero, esculpió, según relata Ovidio, una estatua perfecta de marfil. Una estatua de apariencia tan humana que “pensarías que vive y, si no lo impidiera el pudor, que quiere moverse: hasta tal punto el arte se oculta en su propio arte.”

Irremediablemente, Pigmalión se enamora de su obra, y Venus, conmovida, infunde alma a la estatua. “…entonces el héroe de Pafos pronuncia palabras muy elocuentes para dar las gracias a Venus; finalmente con su boca oprimió una boca no falsa: la doncella sintió los besos que le daba, se ruborizó y, levantando sus tímidos ojos hacia los suyos, vio a su enamorado a la vez que el cielo.”

Con una breve mención a los esponsales de Pigmalión y Galatea, concluye Ovidio su versificación del mito. Nada se nos dice de cómo fue su convivencia, ni de lo acontecido entre ellos, salvo que engendraron a una hija.

El paralelismo de este mito con la historia del modisto Reynolds Woodcock no puede ser casual, aunque alberguen significativas diferencias. Ovidio y Sigmund Freud vivieron entre siglos, en dos de las épocas más relevantes de la civilización europea; diecinueve centurias les separan. ‘El hilo invisible’ revisita a Pigmalión, lo sienta en un diván y juega al psicoanálisis. El resultado es delicioso.

Paul Thomas Anderson se detiene en los detalles –primeros planos visuales y sonoros–, recrea la fascinación del artista, la entrega absoluta, la devoción entre mística y maniática, el encuentro con la musa, la toma de medidas…

Y Freud entra en escena.

La madre ausente, vestida de novia –con un traje realizado a mano por el hijo– es presencia invisible y obsesiva. La hermana –encarnada por una inmaculada Lesley Manville– es educada e implacable; una segunda madre no carnal. El tándem que forman la madre muerta y la hermana asexuada resulta, en el fondo, insuficiente para Reynolds. Es el tiempo de Alma.


[1ª variación]

Alma, como Galatea, viene de otra parte (su acento, levemente foráneo, es un acierto indiscutible). No quiere limitarse a ser un eslabón de una cadena ilimitada de mujeres. Ella desea ser… la cadena misma. Cyril, la hermana, comprende (y acepta) que no puede competir con la extranjera.


[2ª variación]

Reynolds Woodcock creía ser un personaje de tragedia clásica. En un súbito y desconcertante giro tonal, se descubre a sí mismo como personaje de comedia. Y, sonriendo, asume su destino.

===

Paul Thomas Anderson firma con ‘El hilo invisible’ su obra más madura. Todos los apartados técnicos –dirección artística, sonido, fotografía, vestuario…– resultan exquisitos. Retrata con pasión y minuciosidad la personalidad neurótica del artista-huérfano.

Y en pleno mundo digital, elige el celuloide.
Servadac
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4 de febrero de 2018
41 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Thomas Anderson es el “enfant terrible” del actual Hollywood, sus películas gustan más o menos (repasar filmografía), pero siempre son arriesgadas y originales, desde “Sidney” un excelente “film noir” con el que se dio a conocer. En esta ocasión me parece una historia atractiva y densa en el terreno moral, dos horas de buen cine para los amantes de las grandes pasiones amorosas y las relaciones destructivas. Las imágenes de sus películas son poderosas y siempre dejan huella, retratos marcados en su fascinación por personajes excesivos que reflejan pasiones humanas descritas con toda crudeza. Inspirada, al parecer en el modisto español Balenciaga, diseñador de alta costura en París, apasionado de la pintura española de Velázquez y Goya, fue contemporáneo de Coco Chanel y Christian Dior.

La prueba del talento de Anderson se fragua en este film por su elegante y clásica puesta en escena, la cadencia pausada con la que avanza la trama, con detalles de dominio técnico abrumador, como su maestría en el plano secuencia, sus travellings pausados y ceremoniosos. Una fotografía de luz tenue, de tonalidades sombrías, que reflejan las antagonistas ideas sobre la pasión por el trabajo y la creación artística de diseñar ropa para una clase social rica y poderosa, para mujeres maduras que no aprecian lo que lucen, sino que presumen de su estatus privilegiado. La película está impregnada de sensualidad y elegancia formal.

Reynolds Woodcock (magistral como siempre, de presencia física turbadora, Daniel Day-Lewis) es un modisto entregado en cuerpo y alma a su profesión, un neurótico reconocible pero apuesto, un perfeccionista obsesivo, como el director del film, que cuida cada detalle con metódica precisión. Un ser ensimismado y atormentado influenciado por los recuerdos maternos, quizás sea el hilo invisible que alude el título del film, ese hilo que le ata al pasado de su niñez, que se ve sorprendido por el amor hacia una camarera, Alma (Vicky Krieps, que en mi opinión le falta más presencia física como actriz) que se convierte en musa y amante, pero que se resiste a ser una simple modelo o maniquí, cuya relación desmonta su habitual vida cotidiana junto a su hermana controladora, celosa y protectora. Un papel, el de Day-Lewis, hecho a su medida, nunca mejor dicho utilizando un símil del mundo de la moda.

El film es enigmático por momentos, guardando similitudes con “Rebecca”, la obra maestra de Hitchcock, Max de Winter (Laurence Olivier) también era un hombre atormentado que comienza una nueva vida casándose con una joven ingenua. La ama de llaves, la señora Danvers, recuerda en cierto modo a la hermana del modisto, siempre vigilante de los gustos del diseñador, cuando le aconseja a Alma que no le prepare la fiesta sorpresa. Hay también un ambiente opresivo y viciado de incomunicación y de guerra de sexos. Una película sugerente que transmite una relación romántica y ambigua que deja muchas incógnitas a merced del espectador, para que nos respondamos según nuestro criterio, si estaríamos dispuestos o no a continuar esa relación.
EL ALBATROS
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4 de febrero de 2018
58 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi título no es la tesis de la película, sino lo que yo experimenté viéndola.
La película va del amor entre un reconocido artista de la moda, maduro, egocéntrico, maniático, trabajador obsesivo y envuelto en un caparazón que protege su vida y sus sentimientos, y una joven camarera, interesada y fascinada, al parecer, por la elegancia y la aureola del personaje, y frustrada por no despertar en él determinadas emociones ni poder participar de forma más activa en su vida.
El comienzo deslumbra visualmente, e interesa apoyado en la sólida presencia de Daniel Day- Lewis, bien secundado por la que hace de hermana suya, y por la joven actriz protagonista, que a mí me pareció suficientemente atractiva y sugerente (aunque a la persona que me acompañaba en el cine, no). Pero muy pronto, la película se límita a repetir el planteamiento inicial una y otra vez, en escenas cada vez más aburridas, desarrolladas sin sutileza y sin profundizar en la sicología de los personajes, y a veces con bobadas como las relacionadas con el doctor, o con la particular forma que tiene la joven protagonista de conseguir que su amado se abandone y se tome un descanso de su febril actividad creadora.
En fin, que media hora de emoción y más de dos horas de aburrida decepción no son como para recomendar esta película, ni para elevarla a los altares del cine
Jurelo del norte
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