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El buen Sam

Comedia Sam Clayton es un hombre de gran corazón que siempre está ayudando a los demás. Pero su actitud para con los suyos le traerá también una serie de desventuras. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
15 de enero de 2011
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como cualquier comedia de Leo McCarey se nos presenta atractiva y poco aburrida, de esas amenas donde pasas un buen rato. Y es cierto, yo pasé un buen rato, pero las situaciones, los gags, no me resultan muy ingeniosos y se repiten demasiado.
Lo que más mantuvo mi atención fue ver a Gary Cooper, el bueno por excelencia, que otra vez más da la talla en un papel cómico, papel que Capra moldeó en "El secreto de vivir".

No se encuentra entre las mejores películas de McCarey ni de sus protagonistas, pero si quieres pasar un buen rato sin demasiadas pretensiones... pues no está mal.
Dusty Rivers
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3 de septiembre de 2015
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es muy desconocida, y por buenas razones, porque su planteamiento resulta escandaloso desde el punto de vista de la moral convencional, y esto tanto ahora como en 1948: su protagonista es Sam (Gary Cooper), un hombre quijotesco que interpreta al pie de la letra el mandato evangélico de la caridad, y lo aplica aun en contra en sus intereses personales y los de su familia, haciendo favores y prestando dinero a todo el que pasa por su lado, acogiendo en su casa a todo tipo de pelmas sin escrúpulos.

La que lleva la peor parte es su mujer (Ann Sheridan), personificación del sentido común que, sin sus dotes para la ironía, sería uno de los personajes más desdichados de la historia del cine. La película va mostrando sin prisas cómo la economía familiar, y también su paz espiritual y hasta la vida sexual de la pareja, se resienten de ello.

La incomodidad que produce la visión de El buen Sam nace también de su vocación de cuestionarlo todo, clave de su esencial ambigüedad, que se hace manifiesta en la capacidad, proverbial en el director, de pasar de la comedia grotesca al drama profundo casi sin cambiar de plano. Sam es admirable y ridículo al mismo tiempo, y ambas cualidades son indisociables.

Nadie más consciente de ello que su mujer, capaz de pasar del lamento a la risa en unas décimas de segundo: al principio parece que el punto de vista de la película coincide con el de este personaje, que comenta sin cesar la acción a modo de corifeo. Pero luego ella misma se ve arrastrada por la ambigüedad, hasta el punto que podría decirse que El buen Sam rehace, como comedia burguesa, el planteamiento de El idiota de Dostoievsky, pero con diferentes conclusiones: si el desprendimiento del príncipe Mishkin desencadena todo tipo de desgracias a su alrededor, la película de McCarey parece sugerir que esa es una visión miope guiada por la impaciencia, y que a su debido plazo la bondad acaba reconciliándose con la felicidad, tanto ajena como propia.

Desde este punto de vista más general, la película resulta doblemente escandalosa: primero porque su protagonista se comporta como un loco, y segundo porque parece demostrar que el loco tiene razón, y que el error se encuentra en los deseos burgueses de prosperidad y beneficio material, encarnados en el anhelo de su mujer de tener una casa hecha a la medida de sus sueños.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
el pastor de la polvorosa
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13 de enero de 2013
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un par de apuntes sobre "El buen Sam". Empezaré por su argumento. En todas las sinopsis que he leído (menos en la de esta página curiosamente) dicen así: "Es la historia de un buen samaritano que siempre piensa en los demás y cuando, en cierta ocasión, él necesita que le ayuden, la gente a la que tanto ayudó le da la espalda". ??? Si usted ha visto la película imagino que estará tan sorprendido como yo. El otro dato sorprendente, bueno, muy sorprendente, es que en ninguno de los libros de cine que he leído, se cita, refiriéndose a esta película, el tremendo paralelismo con la obra maestra de Capra "¡Qué bello es vivir!". Hablando claro y mal: "Es un plagio de co..." Y, claro, ""El buen Sam" como película entretiene (gracias a ese fenómeno llamado Gary Cooper) pero como trasunto de "¡Qué bello es vivir!" es un auténtico fraude. El maniqueísmo es insoportable, los personajes secundarios carecen de carisma (más bien son lamentables), las situaciones son siempre forzadas (falta absoluta de naturalidad), su resolución final es casi de vergüenza ajena y la cinta dura más que un traje de pana. Digamos, para no hacer leña del árbol caído, que McCarey no anduvo muy fino.
el chulucu
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9 de febrero de 2017
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reputado analista de la naturaleza humana, maestro de la comedia y el melodrama clásicos, Leo MaCarey nos muestra en “El buen Sam” su creciente amargura hacia los valores humanos como buen cristiano. Articulada en un puñado de secuencias descriptivas vamos conociendo la “original” forma de comportarse del buen samaritano con sus vecinos y conciudadanos, de forma generosa y caritativa. Desde la primera escena en la iglesia donde escucha con atención el mensaje del reverendo en ayudar al prójimo como a ti mismo y cómo poco después demuestra su torpeza pasando el cepillo de las limosnas. Gary Cooper siempre fue adalid de la representación del americano honesto, héroe de las fábulas humanas de Frank Capra (El secreto de vivir) y (Juan Nadie), con las que este film guarda grandes similitudes, aunque con un trasfondo triste y desconfiado. Mientras el cine de Capra era propio de un inmigrante optimista y fabulador, en cambio, McCarey era un cineasta cristiano pero escéptico.

Destacado y pacífico representante de su comunidad, siempre bajo el lema: “Haz con los demás lo que te gustaría que hicieran contigo”. Sam Clayton (Cooper) esta casado con Lulu (Ann Sheridan) y tienen niño y niña de poca edad. Al regresar de la iglesia, siguiendo su lógica moral presta su coche a sus vecinos para que puedan ir de vacaciones, mientras ayuda en lo que puede a sus amistades, mantiene a su cuñado en casa a mesa y cuchillo, pues acaba de licenciarse y casi siempre su altruismo no le es consultado previamente a su esposa que acaba enfadándose por el especial interés por los demás, olvidando las necesidades de su propia familia. Siempre han existido personas llenas de bondad, que se han esforzado en ayudar a sus semejantes, pero que la mezquindad humana la ha interpretado como estupidez o imbecilidad, cuando en realidad es nobleza y altruismo.

Dentro de esas peripecias, como le ocurría al George Bailey de “¡Qué bello es vivir!”, en plena época navideña, manteniendo su peculiar cruzada, le llegará un imprevisto que le causará la decepción al buen samaritano de no ver confirmadas sus expectativas con respecto al prójimo. Se trata pues, de una comedia dramática que bajo su amabilidad puedes descubrir una diatriba acerada sobre las buenos sentimientos y las dificultades de llevarlos a la práctica, que seguir las consignas al pie de la letra puede costar muy caro, y que ni siquiera el paso de los años ha desactivado la mordacidad y el desencanto de sus planteamientos. El cineasta transmite con la sencillez de su cine un profundo mensaje imperecedero y clarividente sobre la condición humana.

Su pausado ritmo, su excelente fotografía, su elegante puesta en escena, situaciones embarazosas y gags muy inteligentes, donde se pasa con celeridad de la risa a la emoción, conforman un film notable, en mi opinión, de un tono enormemente humanista pero poco ilusionante en el análisis social de una comunidad, dada la mezquindad palpable de muchos ciudadanos por lo que terminas cuestionándote el amor al prójimo, siendo eso precisamente lo que plantea la película más allá de los buenos sentimientos. Una interesante parábola sobre los seres humanos, poco valorada y que merece la pena revisar.
Antonio Morales
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15 de septiembre de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el gran éxito alcanzado con sus películas de corte social y espiritual “Siguiendo mi camino” y “Las campanas de Santa María”, el director Leo McCarey, se tomó una suerte de descanso para disfrutar de lo logrado. Tres años después, sintió que ya era hora de volver a los platós… y claro, como afortunado católico, no era raro que insistiera en el camino de la espiritualidad para contarnos otra historia donde la bondad y el compromiso humano estuviesen hondamente demarcados.

Lo que nos cuenta ahora, se inspira en una frase de 11 palabras que yo mismo, en mis charlas de crecimiento personal, suelo traer a colación mientras afirmo que, quien las practique, no necesita insistir mucho en la Biblia o en libro sagrado alguno, pues es la Regla de Oro que nos dará la paz y la armonía que tanto buscamos. La frase dice:

“Has con los demás como quieras que los demás hagan contigo”.

Desde mucho antes de escuchar este mágico mensaje de boca del reverendo Daniels, Sam Clayton ya lo llevaba bien metido entre sus sienes, y para él, servir, compartir, dar, colaborar… son cosas de cada día y con cualquier ser humano que se cruce en su camino. Pero, con su manera de actuar, da la impresión de que este buen samaritano se aprendió muy bien la parábola del maestro Jesús, pero aún ignora o desconoce los conceptos de mesura, equilibrio y sensatez de que hablaba el Buddha. Y es entonces, que el bien que hace a los demás sin medida alguna, comienza a perturbar la armonía de su hogar, su esposa y su empleada se sienten abusadas, y sus hijos comienzan a sentir deseos de perturbar a cuanta visita llega de improviso.

Pero, este punto medio, lógico, racional y humano, no lo defiende la historia de McCarey, sino que se opta por persuadirnos de que Clayton hace lo justo, porque la recompensa para él quizás se encuentre en camino. Resulta, en definitiva, un perturbador modo de vida que, para quienes somos humanos, demasiado humanos, resulta imposible de asumir como ideal… y es bien seguro que, ni el mismo McCarey en su vida cotidiana, fue capaz de tomárselo tan a pecho.

La historia de Sam Clayton tiene, no obstante, aspectos muy positivos, situaciones conmovedoras, momentos muy divertidos, escenas ejemplarizantes… y bueno, bien pudo terminar en Roma canonizando a ese buen samaritano, que lo dio todo a su querido prójimo, hasta el punto de olvidarse de que tenía hijos y una linda esposa a los que, antes que nada, tenía el deber de hacer felices.
Luis Guillermo Cardona
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