Ante todo es una serie que aúna impecablemente varios géneros culturales. Está la epopeya con sus dos héroes míticos, uno más astuto y el otro más valeroso. Está la tragedia clásica con sus complejos edípicos y sus negros presagios. Y está el género de novela histórica moderna, con sus "cliffhangers" y con esa recreación minuciosa del contexto histórico, que no solo abarca, como suele suceder, el atrezzo, los escenarios o la música, sino que intenta llegar a cada recoveco del marco mental en el que viven los personajes de la historia. De todo esto siempre sale muy bien parada la serie.

Aunque la idea de inicio, pese a no ser muy original, es atractiva, la película se desenvuelve de manera muy desangelada. Así, las escenas de mayor clímax no consiguen crear ni tensión ni angustia. Los personajes son realmente esquemáticos y en esto seguramente las culpas deben repartirse entre director y actores. En definitiva, un film con buenas intenciones, pero bastante torpe, al punto incluso de rozar la caricatura en algunos momentos.
En fin, desde La Diligencia (aunque quizás la comparación sea un tanto forzada) siempre ha habido películas de acción o terror donde un grupo de personas, habitualmente desconocidas, queda atrapado en algún espacio incomunicado y convertido en presa de enemigos monstruosos sedientos de sangre. Pero claro, si no se quiere empezar la lista por John Ford, postura que entiendo, uno puede recordar las conocidas obras de Ridely Scott, John Carpenter o Frank Darabont con las que esta modesta producción languidece penosamente al intentar cualquier comparación.

Si como afirma este notable documental hay aún esperanza de revertir la desertificación, proceso especialmente intenso en la península ibérica, deberíamos todos dirigir nuestras energías hacia esa meta, y no solo por el enorme beneficio que obtendría nuestro bienestar general, sino también por el hecho de que también revertiría esta tendencia ya secular de utilizar la inteligencia humana casi exclusivamente para asuntos puramente crematísticos, lo cual implica secuestrar dicha inteligencia de su objeto principal, que para mí sería la posibilidad de que cada ser pensante, en virtud de una libertad conquistada, arrancada de las zarpas de los agentes de instrumentalización de la naturaleza en cualquiera de sus formas, alcanzara su propio potencial creativo e intelectivo.

La originalidad de esta película merece el reconocimiento apropiado. A pesar de que no se trata de una obra de terror típico, en cuanto que no provoca sustos agónicos, el pulso narrativo se sostiene durante todo el metraje y las sorpresas de la historia hacen imprevisible el desarrollo de la historia. Por dar una pista, diría que se trata de una mezcla, salvando las distancias adecuadas según caso, entre Critters, El respalandor y Una tarde de perros. Los personajes, incluido, aunque no se crea, el mismo bebé, tienen credibilidad y nervio propio, por lo que la identificación del espectador, o sea, de un servidor, con las angustias y peripecias de cada uno de ellos va quedando impregnada a medida que la historia se despliega. No es una obra maestra, pero si un trabajo artesanal ´digno de elogio.

Película dirigida por Robert Eggers, autor de la también excelente The Witch. Está claro que este autor es un gran creador de atmósferas, tan líricas como perturbadoras. La atmósfera, por decirlo de otro modo, no es un simple acomodo al servicio de la trama, sino que es parte esencial de ella. Fotografía en blanco y negro con influencias del expresionismo alemán. Encuadres y primeros planos, si se me permite el atrevimiento, también muy bergmanianos.

La pareja de actores, Willem Dafoe y Robert Pattinson, realizan un trabajo sobresaliente, especialmente el primero, que crea un personaje para el recuerdo, qué maravilla de viejo zorro marino. En fin, la historia puede ser interpretada como parábola del descenso a los infiernos de un alma desquiciada, con el faro como símbolo totémico del inconsciente represor. Diría, sin embargo, que no es una historia para ser comprendida, sino más bien para ser experimentada. Aves marinas como emanaciones de dioses vengativos y sirenas lúbricas en descomposición.
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Por último, cabe mencionar que en tiempos recientes se han realizado varias obras de temática muy similar. Dos perdedores condenados a convivir en una isla minúscula, atravesados por el remordimiento y la culpa, a refugio en el faro de las inclemencias de un paisaje desolador, acaban siendo pasto de una locura que los desborda. Esta es, con gran diferencia, la mejor de todas: un filme redondo, que transpira clasicismo vanguardista.